El próximo lanzamiento, desde el archipiélago de Hawai en el Pacífico, está previsto para el jueves a las 07.30 locales (17.30 GMT).
Como la atmósfera de Marte no es muy densa, cualquier paracaídas destinado a suavizar la caída de una nave espacial pesada y que va a gran velocidad tiene que ser particularmente sólido.
La Nasa comenzó a probar esta tecnología desde 1976 cuando envió su misión Viking con dos robots a Marte. Pero como el objetivo es trasladar astronautas al planeta rojo hacia el 2030, la agencia espacial necesita paracaídas de nueva generación, con tecnología más avanzada, que permitan a naves más grandes posarse con suavidad.
“Queremos ver si el paracaídas puede desplegarse y desacelerar el vehículo de prueba durante un vuelo supersónico” , explicó en un comunicado el Jet Propulsion Laboratory de la Nasa.
Este vehículo de prueba pesa poco más de tres toneladas, es decir dos veces más de lo que pesan las naves de la Nasa que de hecho son capaces de pisar suelo marciano.
El paracaídas—llamado “Low-Density Supersonic Decelerator”, o LDSD— es descrito por la agencia como “el mayor jamás desplegado” . Tiene 30 metros de diámetro y su objetivo es “reducir la velocidad de entrada del vehículo de Mach 2 a una velocidad supersónica” .
Para la prueba, la Nasa enviará su platillo volador y el paracaídas a una altitud de 37 Km sobre el océano Pacífico con la ayuda de globo gigante. Éste entonces soltará el platillo, que subirá aún más alto —hasta 55 km de altitud — gracias a sus cohetes de refuerzo. La nave luego alcanzará velocidades supersónicas.
El “platillo volador” se estará desplazando a 2.35 veces la velocidad del sonido cuando el paracaídas se despliegue para ayudarlo a posarse sobre el océano Pacífico, precisó la Nasa.
Esta nueva tecnología debe ser examinada a gran altitud, dado que las condiciones son allí similares a las de la atmósfera de Marte.
En junio del 2014 se hizo una primera prueba con un paracaídas distinto que no resultó satisfactorio: no se infló como se esperaba y se desgarró. Hay otra prueba programada para el 2016.
“La altura de las olas en el océano constituye siempre un problema para el equipo que debe recuperar la cápsula (a la cual el paracaídas está adosado) y sus datos tras la zambullida” al mar, precisó la Nasa.