En este tiempo los musulmanes se abstienen de comer, beber y fumar desde el amanecer hasta la puesta del sol durante todo el mes que tarda Ramadán, y un solo sorbo de agua es suficiente para invalidar el ayuno, uno de los cinco pilares del Islam.
Los fieles creen que el ayuno les permite acercarse a Dios y les recuerda el sufrimiento de los menos afortunados. Los musulmanes rompen el ayuno con agua y dátiles (fruto de palmera), seguido de una comida con familiares y amigos.
Mucho más que un mes de privaciones
El mes de ramadán que comienza hoy no es solo un periodo de privaciones y prohibiciones, es en primer lugar un tiempo en que el creyente debe acercarse a Dios y emprender en su interior la búsqueda del “hombre nuevo”.
“Cada cosa tiene una primavera y la Primavera del Corán es el Ramadán”: estas palabras, atribuidas al profeta Mahoma, demuestran la importancia de este mes para los fieles, llamados a emprender un viaje hacia la pureza espiritual.
El Ramadán es considerado sagrado porque fue cuando el Corán fue revelado a Mahoma. Es además el mes en el que los demonios están encadenados, se cierran las puertas del infierno y se abren las del Paraíso y, por ello, es el mejor momento para acercarse a Dios, para que se perdonen los anteriores pecados y para dar las bendiciones.
Aparte de abstenerse de comer, debido a la excepcionalidad de este noveno mes del calendario lunar musulmán, los fieles tienen que abstenerse mantener relaciones sexuales desde el alba y hasta la puesta del sol, y ven sus horarios de comida, sueño y trabajo radicalmente modificados en este período.
Aunque siempre se insiste en todo lo que el Ramadán supone de privación, tiene ante todo un sentido de purificación: el creyente también debe abstenerse de mentir, tener una mala conducta o insultar al prójimo, pues eso invalidaría su ayuno.
El profeta Mahoma fue muy claro: “hay gente que no consigue nada de su ayuno, excepto el hambre y la sed”.
El musulmán tiene que desplegar un esfuerzo diario para disciplinar sus deseos y su cuerpo, purificar su alma, cuestionar su comportamiento y alentar los sentimientos “positivos” de caridad y fraternidad.
Las discordias con los vecinos o los socios deben suspenderse durante este periodo.
Es el momento también de estrechar los lazos familiares, sobre todo durante el momento del “iftar” (ruptura del ayuno) donde la familia se reúne alrededor de la mesa, con frecuencia en compañía de familiares, vecinos o amigos.
Los fieles practicantes multiplican la lectura del Corán, intentan aplicar el espíritu de este libro sagrado en su vida cotidiana, acuden más a las mezquitas, realizan oraciones suplementarias (tarawih, oración especial nocturna de Ramadán) y repiten plegarias especiales durante la noche con la confianza de que sus deseos serán cumplidos.
En este mes los canales en los países árabes-musulmanes proyectan programas especiales con predicadores que recuerdan a los fieles las virtudes del Ramadán, las pautas para ser espirituales y la necesidad acercarse a los demás y de ser tolerantes.
Aprovechan también la ocasión para recordar el gran simbolismo de este mes en el que las grandes hazañas del islam y las batallas que permitieron su expansión tuvieron lugar en este mes.
El Ramadán lleva asociada la idea de “limpieza” del cuerpo y el alma, y son muchos quienes en este mes formulan sus mejores propósitos para cambiar sus vidas: los que no rezaban antes lo deciden a partir de Ramadán, otros aprovechan para dejar de fumar, ponerse a hacer ejercicio o reconciliarse con familiares o amigos.
Canales de radio y de televisión se afanan para animar a los fieles a cambiar de conducta o adoptar dietas y regímenes de vida más sanos.
Así es este mes, un mes de renovación vital y espiritual para el creyente. Tan arraigado está el sentido sagrado del mes que siempre se menciona junto a palabras como “bendito” o “misericordioso”. Y con frecuencia se añade: “Es la salvación del infierno”.
Violencia y escasez ensombrecen festejo
La celebración del mes sagrado de ramadán queda este año empañada por los conflictos en países como Siria, Irak y el Yemen, donde se vivirá en medio de escasez y un alza de los precios.
Por ello, el último almuerzo antes de la salida del sol, cuando se rompe el ayuno durante el ramadán, van a ser muy especiales en los países en conflicto de la región.
En Irak, la guerra contra el grupo terrorista Estado Islámico (EI), que controla amplias zonas del territorio, marca este mes simbólico, en el que el profeta Mahoma empezó a recibir la revelación del Corán.
Los iraquíes afrontan, además de la violencia, un alza de los precios de alimentos como las legumbres, la carne y los dulces, agravado por la depreciación del dinar iraquí frente al dólar.
Una ciudad en la que las circunstancias son especialmente difíciles es Mosul, ocupada por el EI desde hace un año, donde los precios se han duplicado y hay una fuerte escasez de productos básicos.
El el vecino, Siria, está asimismo asolado por otro conflicto, que se prolonga ya desde hace cuatro años y que ha causado más de 200.000 muertos.
En Damasco brillan por su ausencia las tradicionales jaimas (alimento tradicional de los musulmanes) que se instalaban en tiempos de preguerra para el “iftar”, donde los fieles se reunían para comer, fumar y disfrutar de actuaciones musicales.
Aun así, algunos restaurantes anuncian comidas especiales a bajo precio, según se pudo constatar aunque para muchas familias la ruptura del ayuno será trágica porque no tienen ni un pedazo de pan para comer en sus mesas.
Tampoco los yemeníes han recibido el mes musulmán de ayuno con la misma alegría que otros años a causa de la lucha entre el movimiento chií de los hutíes y las fuerzas leales al presidente, Abdo Rabu Mansur Hadi.
Naciones Unidas ha hecho un llamamiento -sin respuesta- a una tregua humanitaria de dos semanas coincidiendo con el Ramadán.
Así, de esa forma, el mundo musulmán comienza la celebración del ramadán que debe transformar los corazones de los practicantes del islam la segunda religión con más adeptos en el mundo después del cristianismo.