El criminal, condenado a cadena perpetua, estuvo preso en la penitenciaria de Parma (norte) , pero fue ingresado en el hospital milanés debido a que su estado de salud y su precario cuadro neurológico impedían su permanencia en la cárcel.
En el 2012 entró en coma profundo tras ser operado de la cabeza al caerse de su celda y, en sus últimos años de vida, el criminal ha experimentado un empeoramiento generalizado de su cuadro neurológico y cognitivo, agravado además por una infección pulmonar sufrida el pasado viernes y por un cáncer en la vejiga diagnosticado en el 2011.
Dada esta situación, sus abogados no han parado de solicitar al Gobierno italiano la suspensión de las múltiples condenas que acumula y la conclusión del aislamiento, si bien todas sus peticiones cayeron siempre en saco roto.
Por otro lado, todos los procesos en los que aún permanecía imputado, entre ellos las presuntas negociaciones entre el Estado y la mafia en la década de 1990, han sido suspendidas debido a que el acusado fue considerado incapaz de participar en las vistas.
Fuentes del Departamento de Administración Penitenciaria italiano señalaron que la última visita que recibió el antiguo exponente mafioso se produjo el pasado domingo 10 de junio, cuando su esposa y sus hijos fueron autorizados para verle.
De este modo, y tras diez años de reclusión, murió uno de los principales enemigos de Italia durante décadas, un mafioso que ordenó centenares de crímenes desde la sombra, ya que permaneció prófugo durante 43 años.
Provenzano era conocido en los ambientes mafiosos como “Zio Binu” (Tío Bernardo) o como “U tratturi” (el Tractor) , un apelativo explícito este último ya que deriva de su fuerza y de su determinación a la hora de disparar y de ordenar sus masacres.
La mayor parte de su carrera criminal la pasó prófugo y sus acciones estuvieron perennemente envueltas en el hermetismo, incluso para sus acólitos, ya que ni siquiera sus soldados conocían su rostro.
De hecho fueron las descripciones de algunos fieles “arrepentidos” lo que permitió a las autoridades recrear un aproximado retrato robot para estrechar el cerco sobre él, ya que hasta su detención no se contaba con fotografías del criminal.
Fue localizado el 11 de abril de 2006 en un sucio zulo ubicado en un viejo caserío de su ciudad natal, Corleone, a poca distancia de los domicilios de sus familiares.
El refugio fue identificado siguiendo la compleja red de “pizzini” , los pedazos de papel transportados por sus más estrechos colaboradores y con los que el capo se comunicaba con sus familiares y con el aparato de la organización criminal.
Desde su escondrijo gestionó la actividad de la mafia local, “Cosa Nostra” , después de que el antiguo capo, Salvatore “Tot” Riina, fuera detenido en 1993, tras someter a todo el país a una década de atentados y sanguinarios ataques mafiosos.
Y es que ambos desencadenaron en la década de 1980 la conocida como “guerra de la mafia” contra el Estado italiano y contra los clanes rivales, una época convulsa que culminó con el asesinato de los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino en 1992.
Tras la detención de su amigo Riina, Provenzano emprendió una escalada de poder y, tras hacerse con el control del clan de los “Corleoneses” , tomó los mandos de toda la organización criminal de “Cosa Nostra” .
Al frente de la misma dejó atrás la década ominosa de las masacres y emprendió la conocida como “estrategia de la sumersión” , limitando las acciones violentas en la esfera pública.
Los expertos destacan que mientras Riina cosechó una fama de cruel y sanguinario, Provenzano supo granjearse cierto carácter discreto, llevando a “Cosa Nostra” a un funcionamiento invisible y escurridizo para negociar sin necesidad de plomo o explosivos.
Jefe histórico de la Cosa Nostra
Bernardo Provenzano, apodado “el Tractor” , que fue el jefe supremo de la Cosa Nostra, la Mafia siciliana, murió este miércoles en prisión a los 83 años tras una vida rodeada de misterios, acoso y violencia.
El antiguo jefe criminal se encontraba internado en el hospital de San Paolo en Milán (norte de Italia) , donde era tratado por un cáncer diagnosticado hacía varios años.
Provenzano fue detenido en 2006 tras 30 años en la clandestinidad. Encarcelado desde entonces en un régimen de alta seguridad tras varias condenas a perpetuidad, el jefe mafioso ingresó en el hospital en abril de 2014.
Nacido en 1933 en Corleone (Sicilia) , bastión histórico de la Cosa Nostra, Provenzano ascendió poco a poco en los escalones de la mafia hasta llegar a su “cumbre” .
En la clandestinidad desde principios de los años 1970, participó en las decisiones más importantes de la cúpula mafiosa como mano derecha de Toto Riina, el jefe histórico arrestado en 1993, al que sustituyó a partir de entonces.
Ambos eran Corleones, es decir miembros de el clan que dirigió la mafia siciliana con mano de hierro durante más de dos décadas.
Considerado el último representante de la aristocracia mafiosa insular, desde la clandestinidad ordenó matanzas, lanzar amenazas, controlar tráficos y rezar a Dios.
Traicionado por sus célebres “pizzini” , los pequeños papeles donde escribía a máquina sus órdenes a toda Sicilia, Provenzano gozaba de una gran red de colaboradores leales que le garantizó una cama limpia y comida caliente en cualquier rincón de la isla durante todo ese tiempo.
Su aspecto era desconocido para la mayoría de los italianos.
Empezó como simple soldado del temido Luciano Liggio, el capo indiscutible del Clan de los Corleones en los años 1960, un criminal legendario que inspiró la novela de Mario Puzzo “El Padrino” y luego los míticos filmes de Francis Ford Coppola.
“Hombre de Dios”
“Binnu u tratturi” (“Benito, el Tractor”) fue detenido en abril de 2006 en una finca medio abandonada de las afueras de Corleone. En ese momento se encontraba desarmado a pesar de haber sido un eximio tirador.
Pero cuando era joven Luciano Liggio lo menospreciaba “porque disparaba como Dios pero tenía cerebro de pollo” , decía.
En los últimos tiempos de clandestinidad las únicas armas que cargaba eran su vieja máquina de escribir Brother, con la que escribía sus pequeños papeles, y un diccionario de italiano para hacerse entender por las nuevas generaciones que no conocen el dialecto siciliano.
Provenzano manejó con mano dura un ejército de mandaderos obedientes y no utilizaba teléfono ni ordenador ni nada que la policía pudiera descubrir con medios técnicos.
Hace más de diez años, en su escondrijo fueron encontradas cinco manoseadas biblias, con anotaciones y subrayados. Una de ellas estaba abierta en el Evangelio de San Lucas, capítulo 6 versículo 44-46.
Junto a su cama se encontraba el retrato de Padre Pío, el santo venerado por los italianos por sus estigmas, un rosario de madera y varias imágenes de Cristo y de vírgenes.
En aquella época, el capo mafioso de otros tiempos se reunía todas las semanas con un sacerdote para confesarse y hablar de religión, y vivía como cualquier humilde campesino siciliano entre ovejas, barro y ricota en una casucha de piedra de una sola planta.
Sin embargo, Provenzano llegó a ser el hombre más poderoso de la mayor organización criminal de Europa, y era quien garantizaba el equilibrio entre diferentes intereses, a veces en conflicto.
En sus últimos años “en activo” la policía le había incautado unos 6.000 millones de euros fruto de su meticulosa labor.
Heredero de Riina, “jefe de todos los jefes” , detenido en 1993 probablemente con su aprobación, Provenzano supo calibrar brutalidad con diplomacia, sobriedad con riqueza y transformar la Cosa Nostra en una empresa moderna.
Extendió sus tentáculos a las licitaciones públicas, practicó con rigor la recaudación del “pizzo” , el impuesto extorsivo que pagaban religiosamente los comerciantes, y sobre todo se inmiscuyó a fondo en el millonario tráfico de drogas.
En la cárcel de máxima de seguridad de Terni, en Umbría (centro de Italia) , a pesar de su rostro ablandado y pálido, el padrino mantuvo un silencio obstinado de “lobo solitario” .
Sufría de diabetes, y un año antes de su detención fue operado de un tumor de la próstata en Marsella (Francia) , lo que paradójicamente fue pagado por el estado italiano.
“Será primero juzgado por la sociedad y luego por Dios” , había dicho entonces el cardenal siciliano Salvatore Pappalardo.