La hasta ahora responsable de Cooperación Internacional llegó a entrevistarse sin autorización con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y rompió los protocolos gubernamentales al visitar territorios ocupados en los Altos del Golán, cuyo control por parte de Israel no reconoce el Reino Unido, según han revelado medios británicos.
Al volver en agosto de ese viaje, que había presentado como unas vacaciones familiares, Patel pidió al Ministerio de Exteriores británico que considerase apoyar las operaciones humanitarias del Ejército israelí en los Altos del Golán.
La ministra ya había pedido disculpas en persona a May el lunes, cuando aparecieron en la prensa las primeras informaciones sobre sus reuniones secretas, pero se vio forzada hoy a dar un paso atrás después de desvelarse dos nuevos encuentros que no había admitido hasta ahora.
El caso de Patel se suma a la lista de dificultades que afronta May en un momento en el que trata con urgencia de desencallar las negociaciones con Bruselas sobre el “brexit”.
Una de sus preocupaciones más inmediatas son las decenas de miembros del Partido Conservador que pueden verse salpicados por el escándalo de abusos sexuales que ha golpeado a la clase política británica.
Además del dimitido Fallon, entre ellos se encuentra el primer secretario de Estado y mano derecha de May, Damian Green, investigado por supuestos contenidos pornográficos “extremos” en el ordenador de su oficina.
El escándalo, que se ha destapado a raíz de una lista elaborada por trabajadoras del Parlamento británico de supuestos acosadores, abarca a políticos de diversas formaciones, incluido el exministro del Gobierno laborista galés Carl Sargeant, hallado muerto ayer en su casa tras haber sido acusado por varias mujeres.
Para tratar de aferrar las riendas de la situación, May ha anunciado esta semana que creará un “nuevo mecanismo independiente” para lidiar con los casos de abusos sexuales con políticos involucrados.
Al mismo tiempo, la primera ministra lidia con las cada vez más elevadas críticas internas contra su ministro de Exteriores, Boris Johnson.
Johnson molestó a algunos de sus compañeros de partido hace pocas semanas al establecer sus propias “líneas rojas” sobre el “brexit”, un plan que iba más allá de la hoja de ruta de la primera ministra.
A ese papel rebelde dentro del Ejecutivo se suman las diversas declaraciones polémicas que ha pronunciado en los últimos meses, las últimas de ellas un comentario sobre el régimen de Irán por el que se ha tenido que disculpar esta semana.
Al analizar el caso de una británica-iraní encarcelada en Teherán, Johnson criticó que el régimen considere un delito “enseñar periodismo”, una apreciación que llevó a la justicia iraní a amenazar con doblar la condena sobre la mujer.
El ministro todavía afronta críticas, además, por su papel protagonista en la campaña a favor del “brexit” de junio de 2016.
El director del servicio público de salud de Inglaterra, Simon Stevens, pidió hoy a quienes dirigieron esa campaña, entre ellos Johnson, que “cumplan su compromiso” de aportar 350 millones de libras adicionales a la semana (395 millones de euros) a la sanidad con los fondos que el Reino Unido dejaría supuestamente de pagar a la UE.
Otro quebradero de cabeza para el gobierno de May son estos días las revelaciones de los llamados “Papeles del paraíso”, que han vinculado a la reina Isabel II de Inglaterra y su hijo y heredero al trono, el príncipe Carlos, entre otros, a inversiones en paraísos fiscales.
Tampoco se ha librado de las turbulencias el ministro de Economía, Philip Hammond, que ultima el presupuesto que debe presentar el 22 de noviembre entre presiones públicas desde su formación para aumentar la deuda pública y rebajar la austeridad, y con el ala euroescéptica del Partido Conservador en su contra.
En ese contexto, May busca rebajar la tensión mientras intenta convencer a los 27 socios restantes de la Unión Europea de que comiencen a dialogar sobre la futura relación comercial que mantendrán con Londres tras el “brexit”, un paso al que Bruselas se ha negado hasta ahora al no ver “avances suficientes” en otros ámbitos de la negociación.