Cánticos en latín y árabe destacaban sobre la amalgama de voces de frailes franciscanos, monjas, “boyscouts” palestinos y un sinfín de visitantes que perseguían algunas cruces de madera -austera, la procesión en Tierra Santa carece de los pasos habituales en otras del mundo- que los grupos portaban a través de las calles de la ciudad santa para las tres principales religiones monoteístas.
“Estar aquí en Semana Santa es un privilegio. Es poder sentir realmente la fe; lo que muchas veces hemos leído, creído, sentirlo en carne propia”, comentaba con serenidad Regia, una ciudadana ecuatoriana, mientras esperaba a la sombra a que continuara la procesión tras detenerse ante la tercera estación, donde Jesús cayó por primera vez bajo el peso de la cruz.
“Es un privilegio poder compartir con toda la gente la fe y sentirla en la propia piel”, indicó.
Acompañada por su esposo, José Carlos, la pareja salvó las distancias desde ese país sudamericano para “tratar de vivir la fe de una manera diferente. Ver a tantas congregaciones de tantos países, saber que todavía la fe vive en cada una de estar personas… Y recordarlo.”
Con la mirada abarcó al grupo que se congregaba en una pequeña plaza incluida en el recorrido, donde una fuerte presencia policial segmentaba la ciudadela para evitar aglomeraciones.
Al grito de Takbir o llamada al rezo para los musulmanes, decenas de personas se arremolinaban impacientes en las inmediaciones del lugar esperando a que se les permitiera acceder por su parte a la mezquita de Al Aqsa.
Impelidos por las fuerzas de seguridad israelíes, que apremiaban el paso, los peregrinos avanzaban con rapidez en una corriente que, tras rendir homenaje en los diversos puntos destacados en el itinerario de Jesús con su cruz, había de desembocar en la iglesia del Santo Sepulcro, donde la tradición marca el lugar de la crucifixión.
Horas antes en el mismo enclave habían dado comienzo las celebraciones de la jornada con la apertura del santo sitio por el patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, y que más tarde continuarían con la Liturgia de la Pasión del Señor.
El padre José, de México pero residente en Estados Unidos, describe su emoción por estar “en las tierras donde Jesús estuvo caminando” mientras deambula hacia el templo entre el gentío de creyentes y los vendedores perennes del lugar que nunca pierden la oportunidad de buscar a un nuevo cliente.
Este sentimiento, que dice afloró nada más descender del avión de formar parte del “misterio de la pascua de nuestro señor Jesús, su pasión, su muerte y su resurrección”, se magnificó al poder celebrar en la Tierra Santa “los días en que Jesús dio su vida por todos nosotros.”
Lo asegura mientras avanza hacia el Santo Sepulcro, última parada que alberga las estaciones de la crucifixión y el entierro, y que el próximo domingo será el escenario de la resurrección de Jesús en un año en que la semana santa cristiana coincide con la pascua judía o Pesaj, que celebra la liberación del pueblo hebreo de su esclavitud en Egipto.