El ataque más reciente en contra de los soldados estadounidenses en la región durante el fin de semana no causó víctimas mortales, pero el presidente Joe Biden y sus asesores temen que sea solo cuestión de tiempo. Cada vez que llega a la sala de crisis de la Casa Blanca un informe sobre un ataque, los funcionarios se preguntan si será este el que fuerce una represalia más decisiva y desemboque en una guerra regional más extendida.
El ataque de la noche del sábado a los soldados estadounidenses desplegados en la Base Aérea Al Asad al oeste de Irak fue el más exitoso que se cree que ha llevado a cabo un grupo armado auspiciado por Irán desde el ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre. Dos de un estimado de 17 cohetes y misiles balísticos de corto alcance disparados contra la base lograron atravesar los sistemas de defensa antiaérea. Un número no especificado de efectivos militares estadounidenses resultaron heridos, pero ninguno murió.
Sin embargo, solo fue el más reciente de una serie de ataques de relativamente bajo nivel que se han vuelto habituales en el Medio Oriente para las fuerzas estadounidenses desde el ataque de Hamás. Hasta el jueves, las milicias respaldadas por Irán habían llevado a cabo 140 ataques contra el Ejército estadounidense en Irak y Siria, con cerca de 70 soldados estadounidenses heridos, algunos de ellos con lesiones cerebrales traumáticas. Según el Pentágono, casi todos pudieron reincorporarse al servicio en poco tiempo.
En ocasiones, las fuerzas estadounidenses han organizado represalias, pero de manera limitada para evitar instigar un conflicto declarado.
Los funcionarios del gobierno de Biden debaten con regularidad cuál es la estrategia adecuada. No quieren que esos ataques queden sin respuesta, pero por otro lado no quieren escalarlos tanto como para provocar una guerra declarada, sobre todo si ello implica un ataque directo a Irán. Sin embargo, en privado, afirman que puede que no tengan otra opción si mueren soldados estadounidenses. Esa es una línea roja que no se ha cruzado, pero si los grupos paramilitares respaldados por Irán llegan a tener un día de mejor puntería o mejor suerte, podría ocurrir.
“El gobierno se enfrenta a un problema sin una solución libre de riesgos”, comentó Aaron David Miller, negociador de paz en Medio Oriente desde hace mucho tiempo, quien ahora trabaja en la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. “No quieren golpear directamente a Irán por miedo a una escalada, lo cual solo amplía el margen para que los grupos proiraníes, incluidos los hutíes, ataquen a las fuerzas estadounidenses. En algún momento, en caso de haber bajas estadounidenses, no tendrán otra alternativa más que responder directamente contra los activos iraníes”.
Aunque no se ha sabido de bajas estadounidenses por fuego enemigo desde el 7 de octubre, este mes desaparecieron dos agentes de los Equipos Tierra, Mar y Aire de la Marina de Estados Unidos (SEAL, por su sigla en inglés) durante una redada nocturna de comandos en un barco que transportaba componentes de misiles balísticos y de crucero de fabricación iraní para los hutíes respaldados por Irán en Yemen. El domingo, el Mando Central de Estados Unidos informó de la muerte de los agentes SEAL y dio por concluida la búsqueda. Según informes de prensa, uno de los agentes resbaló de una escalera de embarque o fue arrastrado por una ola alta, mientras que el otro saltó para tratar de salvarlo.
Los detractores de Biden se quejan de que se ha mostrado demasiado pasivo, incluso después de que Estados Unidos lanzó seis ataques aéreos en diez días contra las fuerzas hutíes. Los hutíes han atacado buques mercantes y militares en el mar Rojo y el golfo de Adén en lo que ellos denominan represalias por las operaciones militares de Israel contra Hamás en la Franja de Gaza.
Los críticos sostienen que, al no actuar con mayor firmeza no solo desde el 7 de octubre sino durante todo su gobierno, Biden ha alentado a Irán. El presidente estadounidense no logró un nuevo acuerdo con Irán para frenar su programa de armas nucleares y facilitó la liberación de activos iraníes congelados a cambio de la liberación de estadounidenses prisioneros.
El senador republicano de Arkansas, Tom Cotton, se mofó de las operaciones estadounidenses contra los hutíes al tildarlas de “ataques punzantes muy limitados contra un grupo de pastores de cabras en Yemen” y afirmó que Biden no había actuado con suficiente firmeza para disuadir a Irán. “La debilidad y la indecisión de Joe Biden y sus medias tintas no han servido en absoluto para proteger a los estadounidenses”, declaró en el programa de radio de Hugh Hewitt la semana pasada.
La Casa Blanca rechazó el argumento de que Biden ha sido demasiado blando con Irán y señaló las sanciones que su gobierno impuso a 500 individuos, empresas o entidades gubernamentales. “Ha habido muchos esfuerzos aquí para lograr que Irán rinda cuentas por sus actividades desestabilizadoras”, declaró el viernes el vocero del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby.
El domingo, un alto funcionario del gobierno de Biden viajó a la región para buscar un nuevo acuerdo entre Israel y Hamás con el fin de liberar a algunos o a todos los 120 rehenes que se cree que siguen retenidos a cambio de, al menos, una pausa en los combates, según dos funcionarios estadounidenses que hablaron bajo condición de anonimato debido a sensibilidades diplomáticas.
El funcionario, Brett McGurk, coordinador del presidente para el Medio Oriente, tenía previsto viajar a El Cairo para reunirse con Abbas Kamel, jefe del Servicio General de Inteligencia de Egipto y considerado el segundo funcionario más poderoso del país. Como parte del viaje, del que ya informó Axios, McGurk también se dirigirá a Doha, Catar, para reunirse con el primer ministro, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani.
Al mismo tiempo, los funcionarios gubernamentales dijeron que les preocupaba que el conflicto en la región pudiera estar empeorando, no mejorando.