“Mientras estudiaba para unos exámenes, me enamoré de un chico”, dice con lágrimas corriendo por sus mejillas.
“A mis padres no les gustó y me enviaron a la casa de mi tío. Mientras estudiaba allí, un visitante frecuente les dijo a mis tíos que quería casarse conmigo“.
Shafa, que proviene de una familia musulmana y vive en una remota aldea de Sri Lanka, se negó.
Ella quería contraer matrimonio con el joven que amaba, después de terminar su educación secundaria.
Pero a pesar de sus objeciones, sus tíos arreglaron el matrimonio entre ella y el amigo de la familia.
Siempre que se oponía a la boda la golpeaban.
“Me corté los brazos porque no había otra opción”, cuenta Shafa, levantando las mangas para mostrar las cicatrices. “También tomé algunas píldoras”, añade.
“Mientras estaba en el hospital, sobornaron a los médicos y me llevaron a un hospital privado, y unos días después me obligaron a casarme con ese hombre”.
Víctima de violencia
Shafa decidió quedarse con su nuevo esposo, ya que no tenía escapatoria, pero él sospechaba que ella continuaba su relación con su novio.
“Me golpeaba frecuentemente”, dice.
“Cuando le dije que estaba embarazada, me levantó y me tiró al suelo. Luego me dijo que solo me quería por una noche, que ya me tenía y no me necesitaba más”.
Fue en el hospital que se enteró de que había perdido a su bebé como resultado de la violencia.
Cuando Shafa fue a la policía, no tomaron en serio su denuncia.
Un día recibió una llamada de la mezquita del pueblo. Su marido quería continuar el matrimonio, pero ella se opuso.
Unos días más tarde, Shafa comenzó a recibir llamadas telefónicas y mensajes de texto de extraños de individuos que preguntaban cuánto cobraba por dormir con ellos.
Se dio cuenta de que su marido había publicado su foto y su número de teléfono en las redes sociales.
Quiénes la llamaban, la amenazaban con un lenguaje vulgar y le decían: “Tenemos tu número gracias a tu marido”.
“Grabé todas estas llamadas y todavía tengo los mensajes de texto”, cuenta Shafa, sin dejar de llorar aunque decidida a contar su historia.
Ayuda psicológica
El padre de Shafa no quiso involucrarse en lo que estaba pasando.
Pero la madre de Shafa llevó a su hija a un centro de bienestar social para que pueda obtener ayuda psicológica y legal después de ese matrimonio traumático.
Visitan el centro en secreto porque la búsqueda de ayuda psicológica todavía es un tabú en Sri Lanka.
La madre de Shafa mantiene a sus cinco hijos realizando labores diarias en el pueblo. Fue desalojada de su ciudad natal por los rebeldes separatistas Tigres Tamiles en 1990.
“Envié a mi hija a casa de mi hermano por un incidente, nunca pensé que ella pasaría por esto”, asegura.
Afirma que se opuso a que su hija fuera obligada a casarse, pero que su hermano no la escuchó.
“Fue un matrimonio forzado”, dice. “Ahora temo por su seguridad y su educación (debido a las mentiras que su marido difundió sobre ella). No puede ir a clases, ni siquiera viajar en autobús. Su futuro es incierto”, describe su madre.
Números
Cada año, cientos de jóvenes como Shafa, que pertenecen a la minoría musulmana de Sri Lanka, se ven obligadas a casarse por presión de sus padres o tutores.
La abogada de derechos humanos Ermiza Tegal dice que los matrimonios de niñas musulmanes aumentaron de 14% a 22% en un año, un incremento atribuido a la intensificación de la tendencia conservadora en el país.
Shafa tenía 15 años cuando fue forzada a casarse, pero grupos de apoyo a las mujeres musulmanas documentaron que niñas de 12 años también sufrieron por la misma razón.
La ley en Sri Lanka prohíbe que los menores de edad contraigan matrimonio. Para casarse hay que tener al menos 18 años.
Pero una norma más antigua llamada Ley de Matrimonio y Divorcio Musulmán (MMDA) les permite a los líderes de la comunidad musulmana, que son en su mayoría hombres, decidir la edad del casamiento.
No hay una edad mínima, aunque un matrimonio con una niña menor de 12 años requiere un permiso especial de una autoridad islámica.
Las niñas y sus madres han sufrido en silencio durante décadas, pero ahora activistas musulmanas se están acercando a una reforma de la MMDA, a pesar de las amenazas de los líderes de la comunidad conservadora.
Reforma
Sri Lanka planea reformar su Constitución y las activistas creen que este es el momento para actuar.
Naciones Unidas y la UE también instaron al gobierno a enmendar la MMDA y otras leyes discriminatorias.
Pero no hay mucha esperanza, porque un comité creado por el gobierno hace casi 10 años para analizar la reforma de la MMDA no logró formular propuestas concretas.
Grupos musulmanes como Jamiyathul Ulama y Thawheed Jamaath han resistido durante mucho tiempo los reclamos para que haya un cambio.
El vocero de Thawheed Jamaath, BM Arshad, dijo que la organización apoya la reforma de la MMDA siempre y cuando las propuestas vengan desde dentro de la comunidad, pero se opuso a establecer una edad mínima para los casamientos.
“Ni el Islam ni Thawheed Jamaath aceptan los matrimonios infantiles”, dice Arshad. “Pero Thawheed Jamaath nunca aceptará fijar una edad mínima para el matrimonio”.
“Algunas niñas no tienen que casarse incluso después de los 18 años. Es el derecho de la persona que se casa decidir cuándo lo hace”, dice.
Arshad negó las acusaciones de que su organización amenaza a las activistas musulmanas.
“No destruyan la infancia de estas niñas”
El centro al que asiste Shafa y su madre ha ayudado a más de 3.000 mujeres musulmanas con diferentes problemas en los últimos tres años, incluyendo 250 víctimas de matrimonio infantil.
“Tengo que permanecer lejos de casa por las amenazas de los hombres”, dice la trabajadora social que dirige el centro. “Tengo miedo de enviar a mis hijos a la escuela”, añade.
La activista Shreen Abdul Saroor, de la Sociedad de Mujeres en Acción (WAN, por sus siglas en inglés), es una de las pocas mujeres musulmanas que se atreve a revelar su rostro e identidad.
“El matrimonio infantil es una violación legal”, dice.
Ella insiste en que 18 años debe ser la edad legal del matrimonio para todas las comunidades en Sri Lanka, independientemente de su nacionalidad o religión.
Una niña no es lo suficientemente madura físicamente como para dar a luz a otro niño.
“Cuando vemos a todas estas niñas casados, esto afecta a toda la comunidad. La sociedad retrocede”, dice Saroor.
“Mi mensaje a la comunidad musulmana y a los líderes religiosos es: por favor, no destruyan la infancia de estas niñas“.
Determinación
A pesar de su trauma, Shafa siempre fue una estudiante brillante y está decidida a reanudar sus estudios.
Su familia espera que pueda conseguir un buen trabajo, pero todavía enfrenta muchos desafíos.
“Los hombres se acercan y hacen bromas groseras cuando voy a las clases particulares”, dice.
“Esto es un acoso grave, me siento desanimada, indefensa, no sé qué hacer”.
Pero ella se niega a dejar que los acosadores ganen. Su meta es ser abogada.
“¿Es porque quieres ayudar a otras víctimas como tú?”, pregunté.
“Sí”, dice mientras sus ojos se cruzan con los míos y siento su determinación.
(*) El nombre de la niña fue cambiada a Shafa para proteger su privacidad.