“Los únicos que vemos ahora con tatuajes -continuó- son los que están en prisión y saben que van a estar allí por el resto de sus días. Los que están en la calle o saben que van salir pronto de prisión no pueden tatuarse, va contra las reglas. No quieren ser descubiertos”, añadió.
Solo en Estados Unidos, el FBI ha registrado entre 10 mil y 15 mil miembros de la Mara Salvatrucha que mantienen una estructura descentralizada y se organizan en “clicas”, grupos que ejercen su poder en diferentes barrios, donde ejercen la violencia y extorsionan a los comercios.
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En los últimos años, según Ghiz, la MS-13 ha incrementado su presencia en ciudades como Houston (Texas) y en las zonas de los estados de Maryland y Virginia más cercanas a la capital de EE. UU., así como en otras ciudades, como Columbus (Ohio), donde ha habido un incremento de inmigración centroamericana.
También ha habido un repunte de la violencia de la Mara Salvatrucha en Long Island, en Nueva York.
Se calcula que la Mara Salvatrucha cuenta con cien mil miembros en El Salvador, Honduras, Guatemala, México e Italia.
El pasado enero, el presidente de EE. UU., Donald Trump, invitó a su discurso ante el Congreso sobre el Estado de la Unión a dos matrimonios de Long Island que habían perdido a sus hijas a manos de la MS-13 y, en su presencia, prometió que continuaría con su “política de tolerancia cero” frente a la peligrosa banda.
En la entrevista, Ghiz reconoció que ha habido un incremento de la violencia, pero aseguró que la “estructura” de la banda no ha cambiado mucho desde su nacimiento, en la década de 1980.
“Durante los últimos 30 ó 40 años, la estructura de la MS-13 no ha cambiado mucho. En lo que hemos visto una evolución es en el nivel de la violencia, que comienza a reflejar el de Centroamérica”, aseguró Ghiz, que supervisa las operaciones del FBI contra bandas tanto en EE. UU. como en El Salvador, Guatemala y Honduras.
Nacida en Los Ángeles
La Mara Salvatrucha nació en las calles de Los Ángeles en la década de los 80, cuando llegaron a Estados Unidos centenares de salvadoreños que huían de la guerra civil y que, luego, fueron deportados a su país de origen, lo que en la práctica provocó la expansión de la banda a Centroamérica.
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Actualmente, cien mil miembros de la Mara Salvatrucha viven en El Salvador, Honduras, Guatemala, México e Italia, el país de Europa con mayor presencia de pandilleros, según el International Crisis Group, un centro de estudios que busca la resolución y prevención de conflictos.
Según Ghiz, existe comunicación y un intercambio constante de dinero entre la banda en Estados Unidos y en El Salvador.
“El liderazgo de El Salvador tiene influencia en las actividades y operaciones que se llevan a cabo en EE. UU. y también en los actos de violencia y extorsión en las comunidades. El dinero es enviado a Centroamérica, como fruto de la extorsión, y quienes lo reciben son los líderes salvadoreños”, aseguró.
Al respecto, destacó que la extorsión es la principal fuente de ingresos de la Mara Salvatrucha, que es capaz de controlar comunidades enteras mediante el chantaje y las amenazas.
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“Suelen dirigirse contra otros centroamericanos porque saben que no suelen ir a la Policía, porque no confían en ella o por su estatus migratorios. Y los explotan, amenazan a sus familias en Centroamérica y aseguran que les harán daño si no pagan la extorsión”, afirmó Ghiz.
Aunque la extorsión es la principal vía de financiación, algunos grupos de la Mara Salvatrucha, por su cuenta, mantienen “relaciones de conveniencia” con carteles mexicanos a los que ayudan en el tráfico de drogas y la venta ilegal de armas, detalló el agente.
Actualmente, el FBI supervisa 169 “fuerzas especiales” para luchar contra las bandas en EE. UU. y que están compuestas por policías federales, así como policías locales y estatales.
El FBI, además, tiene dos agentes en cada uno de los países del Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Guatemala y Honduras). Esos agentes trabajan con la Policía de cada nación para investigar y desmantelar bandas como la Mara Salvatrucha.
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