“Tenemos una nueva Asamblea Nacional, hemos tenido una tremenda y gigantesca victoria”, celebró Maduro en la madrugada.
Este triunfo electoral, desconocido por muchos países, consolida el poder de Maduro, que tiene el control del resto de las instituciones del Estado, así como de las Fuerzas Armadas, sostén de su gobierno.
En 2015, la oposición rompió 15 años de hegemonía chavista y se hizo con el Parlamento, en unas elecciones con 71% de participación.
La abstención alcanzó el domingo el 69% en unas elecciones a las que estaban convocados más de 20 de los 30 millones de habitantes del país. Muchos centros de votación, donde el uso del tapabocas era obligatorio por la pandemia, estuvieron semivacíos, constató la AFP.
Los principales partidos políticos de oposición, encabezados por Juan Guaidó, habían tildado las legislativas de “fraude” y llamado a la población a quedarse en casa.
“No hubo una elección ayer”, expresó Guaidó en una rueda de prensa el lunes. “Chantajearon a la gente y simplemente la gente no lo aceptó”.
La elección de este domingo es la mayor abstención en este tipo de comicios desde 2005, cuando solo el 25% de los votantes acudieron a las urnas. La oposición, entonces, decidió marginarse en bloque al alegar que no había condiciones.
Pese al boicot mayoritario, una fracción disidente de la oposición postuló candidatos, incluyendo algunos con tarjetas de los partidos opositores que encabezaban el veto, después de que la oficialista corte suprema entregara su control a adversarios de Guaidó.
“Robó las elecciones”
“La respuesta al fraude (…) es actuar en la calle”, clamó Guaidó.
El líder opositor convocó un plebiscito, desde este lunes hasta el sábado, para prolongar el período parlamentario hasta que haya “elecciones libres, verificables y transparentes”.
Será una consulta simbólica, precisamente porque Maduro ejerce el control territorial e institucional.
La oposición ya había boicoteado las votaciones presidenciales de 2018.
La entonces mayoría opositora del Parlamento declaró “usurpador” a Maduro por ganar los comicios de forma fraudulenta, y Guaidó reclamó la presidencia encargada de Venezuela con respaldo de medio centenar de países, Estados Unidos entre ellos.
El jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, reiteró el lunes que Washington “seguirá reconociendo” a Guaidó como presidente interino.
“La comunidad internacional no puede permitir que Maduro, que está en el poder de manera ilegítima porque robó las elecciones de 2018, se beneficie de robar una segunda elección”, advirtió Pompeo, que ya había expresado su posición el domingo.
Washington lidera la presión contra Maduro con sanciones económicas a Venezuela, incluido un embargo petrolero vigente desde abril de 2019.
“¡Habló un zombie! (…). Ojalá que muy pronto vuelva la diplomacia al Departamento de Estado y a la Casa Blanca”, había dicho el domingo el canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, aludiendo a la derrota electoral del republicano Donald Trump ante el demócrata Joe Biden.
Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica y Panamá desconocieron los comicios dominicales, así como la Organización de Estados Americanos (OEA).
El gobierno británico indicó el lunes que “no reconocerá la legitimidad” de esta nueva Asamblea Nacional surgida de “elecciones profundamente defectuosas”, afirmó el ministro de Relaciones Exteriores, Dominic Raab, reiterando su apoyo a Guaidó.
La Unión Europea, que trató sin éxito de postergar el proceso para enviar una misión de observación, indicó por su parte que no hubo el domingo “estándares internacionales mínimos”.
El bloque “no puede reconocer este proceso electoral como creíble, inclusivo o transparente”, indicó el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.
En medio de las señales de rechazo internacional, Maduro encontró voces de apoyo a las legislativas como el exjefe del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero; los exmandatarios Evo Morales de Bolivia, de Ecuador Rafael Correa y de Paraguay Fernando Lugo, junto a la exsenadora colombiana Piedad Córdoba.