Del total de mujeres entrevistadas en la ciudad de Nairobi, el 37% confirmó haber recibido presiones, mientras que en las áreas rurales este porcentaje aumenta hasta el 54%, según este estudio.
El estigma, la extendida convicción en la brujería y la ignorancia juegan un papel fundamental en el rechazo familiar y social que genera la discapacidad.
Es una creencia común que estos niños están “malditos, embrujados o poseídos” -apunta el informe-, y también suele asumirse que, si el primogénito nace con una discapacidad, el bebé debe morir para que los padres puedan tener otros hijos sanos.
Muchos creen también que es un castigo por los pecados de la madre, incluyendo la infidelidad a su marido.
Además, más de la mitad de las entrevistadas expresaron sentirse “solas” y “tristes”, rechazo que también sufren los
menores, quienes no pueden asistir a la escuela ni les dejan jugar con otros niños por miedo a que “los contagien”.
La investigación no concreta el porcentaje de madres que efectivamente acaban con la vida de sus bebés discapacitados, si bien la mayoría de los casos de infanticidio no llegan a conocimiento de las autoridades.
DRI también visitó una veintena de orfanatos en diferentes urbes de Kenia, donde muchos de estos menores son acogidos tras el rechazo de sus progenitores.
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En estas visitas documentó numerosos casos de hacinamiento, maltrato físico, malnutrición y negligencia médica.
“Encontramos una instalación donde había 500 niños hacinados en varias habitaciones y pasillos inmundos. Un niño mayor protegía la puerta con un machete y un látigo para evitar que escaparan”, recuerda Rodríguez.
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