La crisis comenzó el 15 de marzo del 2011 cuando, en el contexto de la Primavera Árabe, pequeñas manifestaciones fueron violentamente reprimidas por el régimen, que gobierna el país con mano de hierro desde hace 45 años, cuando el padre del actual presidente, Hafez al Asad, llegó al poder.
La revuelta pacífica que pedía reformas políticas se transformó progresivamente en un conflicto interno muy complejo, con la implantación de grupos yihadistas y la intervención de actores externos.
“Dejamos que se desarrollaran en Siria una multiplicidad de guerras por procuración que ya no tienen mucho que ver con las reivindicaciones iniciales del pueblo sirio”, resume Karim Bitar, director de investigaciones del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) , con sede en Francia.
En septiembre del 2015, la guerra dio un giro después de que Rusia comenzara a bombardear a los rebeldes para sostener al régimen de Bashar al Asad, cuyo destino sigue siendo el principal punto de discordia para encontrar una solución al conflicto.
La llegada de decenas de miles de refugiados sirios a Europa, que desató la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial en el continente, llevó a algunos países a endurecer su política frente al régimen.
El futuro de Asad
“El miedo europeo frente a la ola de refugiados es uno de los principales factores que llevaron a un replanteamiento de las políticas sobre Siria, colocando la estabilidad en el corto plazo como una prioridad absoluta, en detrimento de otros objetivos políticos y geoestratégicos”, destacó Bitar.
La intervención rusa “permitió al régimen de Asad, que cedía (frente a los rebeldes), consolidar su control sobre la Siria útil, las regiones más pobladas del país”, agregó.
El presidente sirio sigue en su cargo y nada induce a pensar que vaya a irse, una reivindicación que la próxima semana en Ginebra la oposición volverá a defender.
- En INFOGRAFÍA: Principales acontecimientos en la guerra de Siria.
Este próximo ciclo de negociaciones bajo la égida de la ONU, que comenzará el 14 de marzo, estará centrado en la formación de un nuevo gobierno, la redacción de una nueva Constitución y la organización de elecciones presidenciales y parlamentarias. Según el enviado de la ONU, Staffan de Mistura, el objetivo es organizar dichos comicios en 18 meses.
Pero la discrepancias siguen siendo importantes.
“Para los estadounidenses está claro que hay que hacer concesiones pero al mismo tiempo, no están listos para aceptar que Asad siga en el poder indefinidamente”, explicó Yezid Sayigh, experto en Medio Oriente del centro Carnegie.
“Ellos quieren como condición que él se vaya al principio, durante o al final de un periodo de transición, lo que los rusos siguen sin aceptar”, agregó.
“¿Vamos a dejar que Asad se presente a la próxima presidencial?”, planteó.
Los dos gestores de la inédita tregua que comenzó el 27 de febrero entre el régimen y los rebeldes siguen siendo conscientes de que a falta de un acuerdo, la violencia volverá.
“Si la tregua no se apuntala mediante un acuerdo político, la violencia va a volver poco a poco”, advirtió Sayigh.
Una guerra por procuración
Aunque las negociaciones en Ginebra tengan éxito, grupos yihadistas como el Estado Islámico y el Frente al Nosra, que controlan la mitad del territorio sirio, seguirán combatiendo.
Los grupos, excluidos de la tregua, siguen siendo bombardeados tanto por los rusos como por la coalición liderada por Estados Unidos.
Los tentáculos del EI se han extendido fuera de Siria, en el Golfo, en el Norte de África, donde los yihadistas perpetraron un mortífero atentado en las playas de Túnez, y en Europa, donde golpearon la ciudad de París en noviembre pasado.
Las luchas entre potencias regionales por las brechas confesionales también se reflejan en el conflicto sirio, donde Arabia Saudita apoya a rebeldes sunitas e Irán busca mantener en el poder a los alauitas en Damasco.
La organización libanesa chií Hezbolá también apoya al régimen.
Mientras que Riad pide la salida de Asad, Ankara bombardea a las fuerzas sirias kurdas que sueñan con autonomía al otro lado de frontera.
En un país en ruinas, donde 450 mil personas viven en condiciones humanitarias dramáticas, la economía ha sido arrasada.
“El pueblo sigue siendo la víctima de los arreglos de cuentas entre las potencias”, afirmó Bitar.