La inmensidad de la virosfera, el conjunto de todos los virus que alberga la Tierra, es difícil de exagerar. Aunque se han estudiado en detalle algunos miles de tipos de virus, los científicos afirman que ni siquiera hemos arañado la superficie de esa “tierra desconocida” para la ciencia.
Además de su enorme diversidad, que algunos científicos calculan en miles de millones de especies víricas, se especula con que la biomasa (materia total) que suponen estos diminutos organismos dentro de la biosfera terrestre también podría llegar a ser enorme.
“El ciudadano solo es informado de los virus cuando estos generan enfermedades y pandemias, demonizándolos por ser peligrosos”, según Juan José Ibáñez, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC).
“Pero, desde las bacterias hasta los animales superiores, están preñados de numerosas especies víricas, la mayoría de las cuales no causan daño, y quizá desempeñan un papel de vital importancia”, según Ibáñez.
Asegura que la virosfera también podría ser considerada la reina de la biodiversidad edáfica (vida en los suelos), ya que un gramo de suelo seguramente atesora cientos de millones de virus, mientras que en los océanos puede haber decenas de millones de diferentes tipos de virus, según la publicación Science Alert.
Pero no todos los virus infectan a los seres vivos, y algunos son “aprovechados”, en cierto sentido, por algunos animales marinos, que los retiran del medioambiente, según un estudio del Real Instituto Neerlandés para la Investigación del Mar (NIOZ).
Virus, alimento de animales marino
Una investigación del NIOZ dirigida por la ecóloga marina Jennifer Welsh, descubrió que las numerosas partículas de virus en el mar -más de 150 millones en un vaso de agua- pueden terminar, en gran parte, siendo el almuerzo de un grupo diverso de animales marinos, que absorben partículas de virus mientras filtran el agua de mar para extraer oxígeno y alimentos.
“En sus experimentos comprobaron que la ostra japonesa es capaz de eliminar el 12% de las partículas de virus del agua de mar, situándose en el cuarto lugar por su capacidad eliminadora de virus, entre todas las especies observadas en el Laboratorio del NIOZ en Texel (Países Bajos).
“Este proceso podría tener algunos beneficios indirectos interesantes en materia ecológica”, explica Jennifer Welsh a Efe.
Por ejemplo, “si hay menos virus, habrá menos infecciones en las algas, lo que significa que las algas no morirán en la misma cantidad y permanecerían más tiempo en la columna de agua”, apunta.
“Dado que las ostras, esponjas y otros bivalvos también comen las algas, al haber menos infecciones virales habría más algas disponibles para que las coman estas criaturas marinas”, señala. “Este fenómeno también podría ser útil en la acuicultura”, completa.
De todos los organismos que probaron lo investigadores, las esponjas, ocuparon el primero lugar del podio, al reducir la presencia del virus en el agua de mar hasta en un 94% en tres horas, seguidas de los cangrejos y los berberechos.
Se desconocía que varias especies de animales marinos no hospedantes (que no hospedan virus habitualmente) pueden tener una influencia tan significativa en las poblaciones de virus, que “son las entidades biológicas más abundantes en los ambientes marinos”, según Welsh.
Este fenómeno podría ser útil en la acuicultura, donde los peces o mariscos destinados al consumo se mantienen en recintos, como jaulas o piscinas marinas, con una conexión directa con el mar.
“En las granjas de agua salada conviven grandes cantidades de especímenes de una sola especie y, si estalla una enfermedad contagiosa, hay un alto riesgo de que se propague a las poblaciones salvajes que viven en el mar”, señala Wells.
“Incorporando al recinto una cantidad suficiente de esponjas, el peligro de un brote vírico posiblemente se cortaría de raíz”, apunta la investigadora del NIOZ.
Virus que infectan a las bacterias nocivas
Entre los 5,000 virus descritos por la ciencia, hay algunos devastadores para el ser humano como el SARS-CoV-2, causante de la pandemia actual, pero también otros que pueden beneficiar nuestra salud, según el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.
Los bacteriófagos (fagos) pertenecen a este segundo grupo y se perfilan como la solución contra las bacterias resistentes a los antibióticos, que cada año causan la muerte de 700,000 personas en todo el mundo, según esta institución.
Las investigadoras del CSIC Lucía Fernández, Diana Gutiérrez, Ana Rodríguez y Pilar García explican que los fagos, o virus de las bacterias, son parásitos intracelulares que necesitan infectar una célula, en este caso una bacteria, para multiplicarse en su interior. Pero, a diferencia de otros virus, resultan inocuos para humanos, animales, plantas y para el medioambiente.
Los ‘fagos’ pueden ser la solución a las bacterias multirresistentes (inmunes a múltiples antibióticos) que, según estudios de la OMS, se prevé que en el año 2050 serán la principal causa de muerte de la población humana, agregan.
“Si los comparamos con los antibióticos disponibles, los bacteriófagos tienen otras ventajas”, señalan.
Según las autoras, “son muy específicos, por lo que solo eliminan a la bacteria patógena que interesa, se pueden autorreplicar y, además, “la infección de la bacteria por parte del fago produce más fagos, con lo que su capacidad antimicrobiana aumenta”.
“Estas singularidades abren la posibilidad de desarrollar la terapia fágica, que se aplicó en la década de 1920, en forma de productos fágicos para uso clínico, pero quedó relegada en favor de los antibióticos”, señalan.
Aún así, el uso hospitalario de los fagos se ha mantenido en Polonia, Rusia y antiguas repúblicas soviéticas como Georgia, donde se encuentra el Instituto Eliava, fundado en 1923, y considerado el centro de referencia mundial en la aplicación clínica de fagos, según estas investigadoras.
En Occidente el tratamiento de infecciones con fagos se restringe a pacientes individuales, cuando no existen otras posibilidades para salvarles la vida o para aliviar su sufrimiento, aunque se están llevando a cabo varios ensayos clínicos en diferentes países con resultados prometedores, añaden.
*En alianza con Forbes México