La estatua de bronce, que representa 1.25 veces el tamaño natural, muestra a Diana rodeada de tres niños para simbolizar la “universalidad y el impacto generacional del trabajo de la princesa”, indicó el palacio de Kensington en un comunicado.
El estilo de vestir de Lady Di en la escultura se basa en el que lució en sus últimos años de vida, cuando “ganó confianza en su papel de embajadora de causas humanitarias”.
Además de William y Harry, la ceremonia para descubrir el memorial reunió en suelo real a miembros de la familia cercana de Diana, como algunos de sus hermanos, que encabezaron una lista de invitados reducida a causa de las exigencias del covid-19.
Brillaron por su ausencia la reina Isabel II, las duquesas de Cambridge y de Sussex y el príncipe Carlos, heredero al trono, que rechazó asistir al evento para “no reabrir viejas heridas”, según señaló en el diario The Times un amigo suyo.
Para el duque de Cambridge y el duque de Sussex, la estatua es un “símbolo de la vida y el legado” de su madre, cuyo “amor, fortaleza y carácter” la convirtieron en “una fuerza para el bien en todo el mundo”, según aseguraron en un comunicado.
“Todos los días deseamos que ella todavía estuviera con nosotros”, expresaron los príncipes, que agradecieron el apoyo de todas las personas alrededor del mundo que mantienen viva la memoria de Diana.
Dejando a un lado sus diferencias, William y Harry se concedieron para la ocasión un alto el fuego para reunirse en un íntimo momento familiar de recuerdo a su madre, fallecida el 31 de agosto de 1997 en un accidente de tráfico en París cuando huía de los paparazzi.
La relación entre los hermanos, que se vieron por última vez en abril para el funeral del duque de Edimburgo, atraviesa horas bajas, lastrada por los coletazos de la polémica entrevista en marzo con Oprah Winfrey, en la que Meghan Markle acusó a la corona británica de racismo y de perpetuar mentiras sobre Harry y ella.
El memorial de Diana, cercano a un adoquín grabado con un extracto del poema The Measure of a Man (La medida de un hombre), es obra del autor de la efigie de Isabel II que aparece en las monedas británicas, el escultor Ian Rank-Broadley, que asistió a la ceremonia junto a Pip Morrison, encargado del diseño floral del parterre.
Más de cuatro mil flores para Diana
El nuevo paisaje del camaleónico Jardín Hundido, convertido para la ocasión en un mosaico con más de 4 mil flores, es el resultado de más de mil horas de trabajo de un equipo de cinco jardineros comandados por Graham Dillamore, subdirector de Jardines y Fincas de Historic Royal Palaces.
“Mientras residía en el palacio de Kensington, Diana, princesa de Gales, admiraba regularmente las cambiantes exhibiciones florales en el Jardín Hundido y siempre se detenía a hablar conmigo y con los otros jardineros que lo cuidaban”, rememoró Dillamore en una nota difundida por la residencia real.
Entre las plantas que rodean la nueva estatua de los jardines de Kensington, encumbrada en lo alto de tres escalones, se encuentran algunas de las flores favoritas de Diana, como nomeolvides, acompañadas por medio millar de plantas de lavanda, 300 tulipanes, 200 rosas y un centenar de dalias, entre otras.
No es la primera vez que el Jardín Hundido, creado en 1908 a instancias de Eduardo VII, se viste de gala para rendir homenaje a Lady Di: cuando se cumplieron 20 años de ese fatídico 31 de agosto, se poblaron los parterres con flores de tonalidad pastel, emulando el inconfundible estilo de la princesa.