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Las inundaciones ponen en evidencia el dilema ambiental de California

A medida que el calentamiento global trae consigo lluvias más intensas, los expertos afirman que el Estado necesita dar a los ríos más espacio para desbordarse con seguridad. Pero los obstáculos son enormes.

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Trabajadores colocan barreras de hormigón para desviar el barro y los escombros de la calzada en Los Ángeles el miércoles 4 de enero de 2023. (Foto Prensa Libre: Alisha Jucevic/The New York Times)

Trabajadores colocan barreras de hormigón para desviar el barro y los escombros de la calzada en Los Ángeles el miércoles 4 de enero de 2023. (Foto Prensa Libre: Alisha Jucevic/The New York Times)

Ahora que California lidia por segunda semana con lluvias borrascosas y nieve que han inundado comunidades, destrozado diques y derribado el tendido eléctrico, el estado se pregunta si su estrategia para manejar grandes tormentas es adecuada para las amenazas climáticas del siglo XXI.

Desde hace décadas, los funcionarios federales y estatales encargados de la planeación urbana han construido presas y diques en California para almacenar agua y mantenerla a raya.

El problema es que, como el cambio climático aumenta el riesgo de que haya tormentas más copiosas y destructivas (como la que azotó el norte de California el 4 de enero), algunos expertos y legisladores insisten en que se aplique otra estrategia: darles espacio a los ríos para que se desborden.

Cambiar los diques más lejos de las vías navegables permite que más agua de lluvia y nieve fundida se filtre hacia acuíferos subterráneos, donde, en esencia, queda en reserva y puede utilizarse durante periodos de sequía, además de que protege de inundaciones a las personas y sus bienes. El problema es que aplicar esa medida en general requiere que las agencias gubernamentales compren tierras en las orillas de los ríos, lo que es difícil en un estado en que el valor de la tierra es muy elevado y el presupuesto público es reducido.

“Hay que encontrar el espacio, hay que encontrar el apoyo y hay que financiarlo”, explicó Jane Dolan, presidenta de la Junta de Protección contra Inundaciones del Valle Central, oficina estatal encargada del manejo de las inundaciones en el inmenso corazón agrícola de California.

En California, las presas, los diques y otros elementos de infraestructura gris (término basado en el uso de concreto y estructuras de fabricación humana) ayudaron a impulsar la prosperidad del estado. Gran parte de la economía estatal se basa en la agricultura del valle central, donde se cultiva aproximadamente una cuarta parte de los alimentos del país. Por desgracia, ese éxito ha tenido un precio muy alto.

Los diques pueden crear un sentido exagerado de seguridad, lo que alienta la construcción de casas y negocios a su alrededor, según Jeffrey Mount, investigador del Instituto de Política Pública de California, organización dedicada a la investigación. Los funcionarios locales tienen un incentivo financiero para permitirlo: la legislación estatal fija un límite a los aumentos en el impuesto sobre los bienes inmuebles, así que la mejor opción para obtener nuevas fuentes de ingresos por impuestos es permitir nuevas casas.

“Esa presión para crecer ha generado presión para erigir la mayor cantidad posible de infraestructura gris”, comentó Mount. A su vez, el incremento de desarrollos hace que aumente el potencial de destrucción si no funcionan esos diques.

Depender tanto de diques involucra otro tipo de costo, según Joshua Viers, científico de la Universidad de California, campus Merced, especializado en líneas divisorias de aguas. Las medidas para controlar los ríos en California han provocado que se reduzca la cantidad de agua que llega a sus acuíferos subterráneos, mismos que los agricultores y las poblaciones utilizan cada vez más durante las sequías.

El estado ya ajustó algunas políticas con las que reconoce, al menos tácitamente, que los diques y otro tipo de infraestructura no pueden evitar todas las inundaciones, por lo que la prioridad debe ser garantizar que las inundaciones ocurran en lugares en donde no sean catastróficas.

En el valle central, desde 2007 California ha exigido un sistema de diques de dos niveles. En áreas más pobladas, deben diseñarse para resistir inundaciones cuya probabilidad anual de ocurrencia es de uno a 200, o del 0.5 por ciento. Pero no se requiere que los diques en las áreas rurales sean de la misma capacidad.

Estos criterios encontrados contribuyen a que se le dé prioridad a la inversión en las regiones más pobladas del valle. Pero en algunos sistemas fluviales, también representa una estrategia tácita de manejo de aluviones: durante las tormentas grandes, las áreas agrícolas río arriba se convierten en las que tienen más probabilidades de quedar inundadas primero y, como absorben agua, las ciudades río abajo pueden librarse de lo peor.

Algunas partes del estado han empezado a experimentar con el plan de trasladar a las personas y los desarrollos lejos de los ríos. En la ciudad de West Sacramento, un tramo del río Sacramento tiene más espacio para fluir gracias a un nuevo dique “de retroceso”, que básicamente es un segundo dique colocado más lejos del río.

Antes de que arrancara el proyecto en 2011, había casas y tierras de cultivo justo detrás del dique principal, por lo que estaban expuestas a inundaciones. Ahora, cuando sube el río, se libera agua al espacio lleno de árboles que se encuentra entre los dos diques, como ha ocurrido durante las precipitaciones de esta semana.

El Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, que se encarga de la planeación y el diseño de los diques construidos con fondos federales, ahora está más abierto al concepto de crear espacio adicional para los ríos.

Beth Salyers, ingeniera adjunta para el distrito del Cuerpo de Ingenieros que corresponde a Sacramento, el cual incluye gran parte del centro y norte del estado, afirmó que su oficina ha comenzado a aplicar lo que llama “ingeniería con la naturaleza”.

“Ahora, cuando realizamos los proyectos para inundaciones, empezamos a ver que se incorpora la restauración del ecosistema”, señaló Salyers. “Con el paso del tiempo, aprendemos y crecemos”.

No se sabe bien en qué medida el apoyo manifestado por el Cuerpo de Ingenieros se ha materializado en proyectos de gestión de inundaciones.

Los planes para alejar los diques de los ríos enfrentan obstáculos considerables. Para completar el proyecto del dique de retroceso en West Sacramento, la ciudad tuvo que reubicar aproximadamente doce casas que estaban cerca del río, indicó Paul Dirksen, planeador de la ciudad dedicado a la planeación enfocada en la protección de inundaciones. Algunas de las negociaciones con propietarios de inmuebles fueron difíciles.

Dirksen recuerda un caso con particular claridad. “Era una casa de lujo”, relató. “Y la propietaria se había hecho a la idea de que viviría ahí el resto de su vida. Así que las emociones estaban a flor de piel con este tema”.

Los funcionarios locales de California pueden resistirse a tomar la decisión de retirar de producción terrenos agrícolas cercanos a los ríos, explicó Julie Rentner, presidenta de River Partners, grupo ambiental que trabaja en proyectos de restauración de terrenos inundables en el estado. “La tierra en que se elabora un producto como leche, almendras o nueces paga más impuestos sobre el patrimonio que aquella que le ofrece un hábitat a la vida silvestre y ayuda a mitigar las inundaciones”, aseveró.

River Partners desempeñó un papel clave en la creación de la reserva Dos Rios Ranch Preserve, extensión de 850 hectáreas cercana a la confluencia de los ríos San Joaquín y Tuolumne. Antes, operaba en el área una lechería y había ganado, pero ahora es un hábitat lleno de vegetación para aves y peces. Si los ríos se desbordan, el agua puede inundar el terreno sin problemas y sirve para reducir el riesgo de inundación río abajo.

Sin embargo, el proyecto tardó varios años en terminarse y reunir los fondos públicos necesarios requirió mucho trabajo complicado, señaló Rentner. En 2006, River Partners inició las negociaciones para comprarle el rancho Dos Ríos a la familia propietaria, relató. El acuerdo se concretó en 2012.

“Fueron seis años de estar tratando de reunir el dinero para concretar una transacción”, se lamentó. “Fue algo absurdo”.

El mayor obstáculo para abrirles espacio a los ríos quizá sea cambiar la percepción del estado sobre su relación con el mundo natural, afirmó Viers.

“Hemos dedicado 150 años en Occidente a tratar de domar a la naturaleza”, dijo. “La idea de soltarle las riendas a la naturaleza va en contra de una práctica de 150 años. Eso es lo difícil”.