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La ropa de algodón orgánico es mejor (y más cara), pero ¿realmente es orgánica?

Las etiquetas prometen que es algodón cultivado sin pesticidas químicos, fertilizantes químicos ni semillas modificadas genéticamente. Solo hay un problema: no es del todo cierto.

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FAlgodón orgánico cosechado en las instalaciones de bioRe, formada por dos empresas suizas, en Kasrawad, India, el 22 de octubre de 2021. (Saumya Khandelwal/The New York Times).

FAlgodón orgánico cosechado en las instalaciones de bioRe, formada por dos empresas suizas, en Kasrawad, India, el 22 de octubre de 2021. (Saumya Khandelwal/The New York Times).

Michael Kors vende sus sudaderas con cierre de algodón orgánico y poliéster reciclado para mujeres por 25 dólares más que sus sudaderas de algodón convencional. Urban Outfitters vende pantalones deportivos orgánicos que cuestan 46 dólares más que un par equivalente de pantalones deportivos de algodón convencional. Y la camiseta de talla delgada de Tommy Hilfiger para hombre cuesta 3 dólares más que su homóloga convencional.

“Este producto contiene algodón orgánico certificado de forma independiente, cultivado sin pesticidas químicos, fertilizantes químicos ni semillas modificadas genéticamente”, se lee en la descripción del producto.

Como la industria de la moda está pregonando sus compromisos de sostenibilidad, esas etiquetas son tanto un medio de señalización de valor como un señuelo para los consumidores dispuestos a pagar más para actuar mejor.

Solo hay un problema: gran parte del “algodón orgánico” que llega a los estantes de las tiendas quizá no sea realmente orgánico.

El mayor productor de algodón orgánico del mundo es India, que representa la mitad del algodón orgánico vendido en el mundo, y es donde el movimiento del algodón orgánico parece estar en auge. Según Textile Exchange, uno de los principales promotores de la agricultura ecológica, solo en la India la producción de algodón ecológico creció un 48 por ciento en el último año, a pesar de la pandemia.

Sin embargo, gran parte de ese crecimiento es falso, dicen los indios que abastecen, procesan y cultivan el algodón orgánico.

En el centro del problema se encuentra un sistema de certificación opaco y lleno de agujeros idóneos para el fraude. Las marcas aseguran a los consumidores que el material es “orgánico” y se basan en los sellos oficiales de aprobación de organizaciones externas. Estas, a su vez, se basan en informes de organismos de inspección locales poco claros que justifican sus conclusiones en una única inspección anual planificada (en el caso de las instalaciones) o en unas cuantas visitas aleatorias (para las explotaciones agrícolas).

En los últimos meses, la credibilidad de estas agencias de inspección se ha visto destruida. En noviembre, la Unión Europea votó para dejar de aceptar las exportaciones ecológicas indias certificadas por las principales empresas responsables del algodón ecológico: Control Union, EcoCert y OneCert. Además, en enero, la agencia internacional que proporciona acreditación a las agencias de inspección ecológica, IOAS, retiró a OneCert la autorización de inspeccionar y certificar a los procesadores de algodón para estas etiquetas.

Crispin Argento, fundador y director general de Sourcery, una pequeña empresa de consultoría que ayuda a las marcas a abastecerse de algodón orgánico, ha pasado el último año buscando algodón orgánico con su equipo, solo para ver cómo los proveedores desaparecen cuando empiezan a pedir pruebas de autenticidad. Calcula que entre la mitad y las cuatro quintas partes de lo que se vende como algodón orgánico de la India no es auténtico. Y casi toda la cadena de suministro participa en lo que él llama un juego de “humo y espejos”.

Desde hace al menos una década, en los informes y en las conferencias convocadas por las grandes marcas y la red de organizaciones no gubernamentales que las atienden, se ha descrito la industria del algodón orgánico en la India como en “crisis”, pero los problemas se han mantenido en gran medida fuera de la vista del público.

A los trabajadores de las ONG les preocupa que la exposición provoque el colapso total de la industria y perjudique al pequeño subconjunto de agricultores que sí cultivan de forma orgánica. También temen la ira del gobierno del primer ministro Narendra Modi, que ha arremetido con dureza contra quienes se atreven a criticar al país. Otros se están beneficiando con creces del sistema de certificación.

Ante las acusaciones de fraude, muchas marcas de moda y sus socios de abastecimiento que utilizan algodón orgánico indio admitieron que el sistema no era perfecto, pero afirmaron su compromiso con el algodón orgánico y dijeron que cualquier problema que existiera estaba fuera de sus propias cadenas de suministro.

Un portavoz de PVH, propietaria de Tommy Hilfiger, señaló mediante un comunicado enviado por correo electrónico que el algodón orgánico era uno de los diversos materiales sustentables de los que se habían comprometido a abastecerse y agregó: “Sabemos que las normas rigurosas y los procesos de verificación fiables son fundamentales para abastecerse de materiales sustentables”. Michael Kors y Urban Outfitters no respondieron a los correos electrónicos en los que se les pedía que comentaran su abastecimiento de algodón orgánico.

Algodón en una desmotadora gestionada por bioRe, formada por dos empresas suizas, en Kasrawad, India, el 22 de octubre de 2021. (Saumya Khandelwal/The New York Times).

Sin embargo, al menos una marca ha decidido que ya no quiere hacerse de la vista gorda. Aunque el algodón orgánico solía ser una pieza central de sus compromisos, la marca de ropa de mujer Eileen Fisher tiene ahora una página en su sitio web que describe por qué se aleja del algodón orgánico certificado, para abordar mejor lo que la marca llama “un hecho incómodo”.

“El algodón ‘orgánico’ que se vende cada año supera con creces la cantidad que se cultiva realmente”, afirma.

Los dos principales eslabones de la larga cadena de suministro entre los agricultores y los compradores son las organizaciones occidentales que proporcionan las etiquetas de algodón ecológico y las oficinas locales de inspección.

La etiqueta de mayor reputación del algodón ecológico procede de una empresa alemana, Global Organic Textile Standard, o GOTS. Fundada en 2006 para homologar las otras etiquetas ecológicas que circulaban en ese momento, sirve de base para la otra etiqueta principal de algodón ecológico: la Norma de Algodón Ecológico de Textile Exchange. Financiadas por marcas como Adidas, Patagonia y H&M, tanto GOTS como Textile Exchange dependen de que los consumidores y las marcas crean en la edificante historia del algodón orgánico.

En India, así como en otros países productores de algodón, la certificación GOTS y Textile Exchange comienza en la desmotadora, donde la fibra de algodón se separa de la semilla. Se emite un certificado de transacción en papel cada vez que el algodón se vende a lo largo de la cadena de suministro: de la desmotadora a una hilandería certificada, donde las fibras se convierten en hilo; a una fábrica certificada, donde los hilos se convierten en tejido, y así hasta que aterriza en forma de camisa o juego de sábanas en una tienda cercana.

Sin embargo, ni GOTS ni Textile Exchange realizan las inspecciones ellos mismos. En su lugar, recurren a las oficinas locales de empresas internacionales de inspección, como OneCert, EcoCert y la gigantesca Control Union, que certifica más de cien programas en 70 países, para verificar las declaraciones.

Estas empresas reciben pagos de los desmotadores, hilanderos y agricultores a los que se supone que deben vigilar. Producen un certificado en papel, que se envía a GOTS y a Textile Exchange, que pasan el papel a los fabricantes de ropa, quienes a su vez lo transmiten a las marcas.

(Saumya Khandelwal/The New York Times)

Los expertos llaman a este sistema “comercio de papel” y dicen que, en cada paso, hay poco que impida a una instalación vender un montón de algodón convencional como orgánico, y luego cambiar un certificado de transacción de papel para que coincida con el volumen más grande. Los inspectores visitan una vez al año, solo para verificar que una instalación es capaz de seguir el protocolo para mantener el algodón orgánico separado, y no inspeccionan todo el algodón que pasa. Además, no existe una base de datos central para buscar los números de transacción y asegurarse de que un certificado no se ha utilizado ya. De este modo, el volumen de algodón orgánico certificado se duplica, triplica o incluso cuadruplica a medida que avanza por la cadena de suministro.

La confianza internacional en la capacidad de India para supervisar la agricultura ecológica ha disminuido.

El año pasado, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos puso fin a su acuerdo para reconocer los productos ecológicos certificados por empresas que están bajo la supervisión de las autoridades indias, alegando la falta de transparencia del organismo gubernamental. Todas las empresas de este tipo en la India deben ahora estar acreditadas por las normas del Programa Nacional Orgánico del USDA.

En noviembre, la Unión Europea empezó a rechazar las exportaciones ecológicas indias certificadas por cinco empresas —entre ellas Control Union, EcoCert y OneCert— después de que se descubriera que los envíos de sésamo contenían una sustancia cancerígena. El gobierno indio, escarmentado por las acciones de Estados Unidos y la Unión Europea, también multó a las empresas y les prohibió registrar a nuevos procesadores o exportadores.

Este problema no se limita a la India, según los expertos; se han planteado dudas sobre el algodón orgánico de China y Turquía, que representan otra cuarta parte del suministro mundial. Y la organización que audita y certifica a las certificadoras, IOAS, retiró en enero la capacidad de OneCert para inspeccionar y aprobar las instalaciones de procesamiento de algodón a nivel mundial.

En este momento, algunos expertos del sector creen que la única manera de que una marca se asegure de que su algodón orgánico es realmente orgánico es invirtiendo en los agricultores directamente a través de organizaciones creíbles antes incluso de sembrar cualquier semilla.