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¿La presión extranjera podría afectar el poder de Maduro?

Es probable que el gobierno de Biden se muestre cauteloso ante nuevas sanciones para Venezuela, en parte porque podrían afectar aún más la economía de Venezuela y provocar mayor migración.

Simpatizantes del presidente Nicolás Maduro,  en Caracas. (Foto Prensa Libre: AFP)

Simpatizantes del presidente Nicolás Maduro, en Caracas. (Foto Prensa Libre: AFP)

El mensaje del jueves por la noche fue contundente: Estados Unidos reconoció al candidato presidencial de la oposición de Venezuela como el ganador de las elecciones del domingo y desestimó la declaración de las autoridades electorales que afirmaron que el autócrata del país, el presidente Nicolás Maduro, había ganado.

Las autoridades venezolanas no han presentado ningún dato que respalde su afirmación de victoria, dijo el gobierno de Joe Biden, mientras que su rival, Edmundo González, tiene recuentos de la mayoría de las máquinas de votación que su equipo dijo que mostraban que había ganado por un “el mayor margen de victoria en la historia”. The New York Times no ha verificado esos recuentos.

La declaración de Estados Unidos aumentó la condena internacional de una votación plagada de irregularidades y fue un intento de advertirle a Maduro que el mundo no aceptaría una farsa. Incluso algunos de los líderes políticos de izquierda de América Latina han expresado serias dudas sobre su victoria.

Pero, ¿eso importará?

Existe un escepticismo generalizado de que la presión extranjera vaya a afectar el poder de Maduro, al menos a corto plazo.

Las protestas en apoyo de González ya se han disipado, y las fuerzas de seguridad y los grupos progubernamentales han respondido con la fuerza. Al menos 17 personas han muerto, entre ellas un soldado. Alrededor de 750 personas han sido detenidas en las manifestaciones, según el fiscal general del país.

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Al mismo tiempo, media decena de miembros del equipo de campaña de la oposición se esconden en una embajada de Caracas, la capital, tratando de evitar ser detenidos. La principal defensora de González, la popular líder opositora María Corina Machado, dijo en un reciente artículo de opinión que escribía “desde un lugar seguro, temo por mi vida”. Sus participaciones públicas desde las elecciones han sido breves.

Las autoridades han amenazado con detenerla a ella, y a González. Además, el viernes su equipo denunció que su oficina había sido asaltada y destrozada. Los dos líderes de la oposición han convocado una marcha en Caracas para el sábado. Pero muchos venezolanos saben que podrían ser arrestados, o incluso morir, y no está claro cuán grande será la concentración.

En respuesta a las críticas de gobiernos extranjeros por la victoria de Maduro, el líder venezolano se ha limitado a ordenar que algunas misiones diplomáticas abandonen el país.

Su movimiento político —primero con Hugo Chávez y, durante los últimos 11 años, con Maduro— ha gobernado Venezuela durante un cuarto de siglo, consolidando el poder y tomando el control de todas las ramas del gobierno y de la mayoría de los medios de comunicación.

Durante años, Estados Unidos ha tratado de derrocar a Maduro, calificando su reelección en 2018 como una farsa, imponiendo duras sanciones a la industria petrolera del país y, junto con decenas de otros países, respaldando en 2019 al jefe de la legislatura del país, Juan Guaidó, quien se declaró presidente interino de la nación. Nada de eso logró destituir a Maduro.

Ahora, la vida en el país represivo podría empeorar aún más.

Francisco Rodríguez, un economista venezolano, dijo que tras las elecciones del domingo, Venezuela probablemente estaba ante “el comienzo de una verdadera dictadura en toda regla” en la que incluso los restos de democracia desaparecerían.

En Venezuela, mucha gente cree que Maduro permitió que se celebraran las elecciones, después de que los principales opositores fueran descalificados, encarcelados o exiliados, en un esfuerzo por ganar cierta legitimidad nacional y extranjera, y como parte de una estrategia para que Estados Unidos levantara sus sanciones.

Personas cercanas a él dijeron que creía que podía ganar.

Pero a medida que las encuestas a pie de urna del domingo empezaron a mostrar que Maduro estaba perdiendo, y por mucho, el objetivo cambió. Al final de la tarde, su objetivo era permanecer en el poder, sin importar el precio, dijeron los analistas. Y eso parece ser exactamente lo que Maduro hizo.

Horas después del cierre de las urnas, la autoridad electoral del país anunció que con el 80 por ciento de las máquinas de votación, Maduro había recibido el 51 por ciento de los votos, y González el 44 por ciento. Pero no hizo público el recuento de votos.

Sin embargo, la campaña de la oposición recogió las actas impresas por cada máquina de votación. El jueves, la campaña dijo que había recogido las actas de votación del 81 por ciento de las máquinas y que su recuento indicaba que González había obtenido el 67 por ciento de los votos.

Y la oposición ya publicó los resultados en internet.

Pero la realidad, dijo Rodríguez, es que el costo de perder era demasiado alto para que Maduro siquiera lo considerara: dejar el poder podría llevarlo a la cárcel.

El mandatario ha sido imputado en Estados Unidos, acusado de narcotráfico, y está siendo investigado por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.

Pero cometer fraude electoral de manera tan aparentemente descarada no le cuesta tanto.

Estados Unidos ya había impuesto sanciones a la industria petrolera de Venezuela, contribuyendo a estrangular la economía. Maduro ya estaba aislado de gran parte del mundo. Ya estaba perdiendo apoyo dentro del país, incluso entre las personas de bajos ingresos que habían apoyado a Chávez.

Y Maduro ya sabía que contaría con el apoyo financiero de Rusia, China e Irán, que no tardaron en felicitarlo tras su reelección.

Es probable que el gobierno de Biden se muestre cauteloso ante nuevas sanciones económicas, en parte porque podrían afectar aún más la economía de Venezuela y provocar una mayor emigración hacia Estados Unidos, lo que ya es un quebradero de cabeza político para los demócratas por las elecciones estadounidenses de noviembre.

Estados Unidos también ha perdido mucha credibilidad internacional en su capacidad para aglutinar a los países en los esfuerzos para expulsar a Maduro, después de su fallido respaldo a Guaidó. Algunos actores políticos internacionales consideraron antidemocrática la pretensión de Guaidó a la presidencia.

Brasil, México y Colombia, potencias regionales dirigidas por líderes políticos de izquierda que se han mostrado relativamente amistosos con el líder venezolano, podrían ejercer cierta influencia sobre Maduro.

Los tres han adoptado un enfoque más suave que el de Estados Unidos, expresando dudas sobre las elecciones en lugar de decir de manera abierta que Maduro ha perdido, tal vez creyendo que si evitan enemistarse con él pueden persuadirlo para que finalmente publique los resultados de la votación.

O, a más largo plazo, podrían lograr algún tipo de acuerdo para compartir el poder con la oposición, como ha ocurrido en otros países autoritarios.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le advirtió esta semana en una nueva conferencia al gobierno de Biden y a otros gobiernos que no tomen decisiones sobre las elecciones hasta que se disponga del recuento final de los votos.

“No metan las manos ni las narices”, dijo.

El jueves, los tres gobiernos latinoamericanos emitieron una declaración en la que pedían a las autoridades electorales que hicieran públicos los resultados de las elecciones desglosados por colegios electorales, y ofrecían su “disposición a apoyar los esfuerzos de diálogo” entre el partido gobernante y la oposición.

Pero se abstuvieron de criticar a Maduro.

Ricardo Zúniga, director sénior del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca para el hemisferio Occidental durante el gobierno de Barack Obama, dijo que Brasil y Colombia eran las “últimas conexiones de Venezuela con el mundo democrático”.

También son vecinos de Venezuela.

“Así que tienen una gran influencia”, dijo. “Si deciden usarla”.

Si Maduro no presenta pruebas de que ganó, la estrategia más efectiva sería denunciarlo enérgicamente y negarse a reconocer su victoria, dijo Zúñiga. Eso lo debilitaría dentro de Venezuela, y podría lograr que esté más dispuesto a negociar, agregó.

Pero Brasil y Colombia podrían evitar esa vía, así como sumarse a cualquier sanción adicional que Washington pudiera imponer, porque temen que cierre los canales diplomáticos con Venezuela.

El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil se ha convertido en un aliado clave en el acercamiento de la comunidad internacional a Venezuela, según un funcionario del Departamento de Estado que no estaba autorizado para hablar de manera pública sobre asuntos diplomáticos.

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El líder brasileño ha desarrollado una relación cercana con Biden desde que el presidente estadounidense lo ayudó a defenderse de las amenazas a la democracia durante las elecciones brasileñas de 2022, y la frustración de Lula con Maduro ha crecido en los últimos meses, dijo el funcionario.

Esta semana, su gobierno acudió en ayuda de seis miembros de la campaña de González-Machado, quienes se han refugiado en la embajada argentina en Caracas para evitar ser arrestados. Cuando Maduro le ordenó a los diplomáticos argentinos que se marcharan esta semana, Brasil se encargó del edificio de la embajada, ofreciendo de hecho su protección a los enemigos de Maduro. Fue una postura audaz de Brasil.

Sin embargo, hay indicios de que, en última instancia, Lula podría no tomar medidas drásticas contra Maduro, como la ruptura de relaciones.

En una entrevista reciente con la cadena de televisión brasileña Globo, caracterizó la disputa electoral como un desacuerdo cotidiano que podría resolverse en los tribunales venezolanos, aunque el máximo tribunal del país está dirigido por aliados de Maduro. “Es normal que haya tensión”, dijo el presidente brasileño.

Un alto diplomático brasileño, quien tampoco estaba autorizado para hablar sobre esa situación, dijo que su gobierno no está dispuesto a hacer mucho más de lo que ya ha hecho, que es pedir el recuento total de votos. Un mayor caos dentro de Venezuela podría extenderse a Brasil, dijo el diplomático. Y más de medio millón de inmigrantes venezolanos ya viven en Brasil.

El diplomático dijo que Lula estaba siendo pragmático porque a su país le interesa mantener la estabilidad de Venezuela.

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