Desde la Franja de Gaza se había disparado una enorme cortina de cohetes. Un mar de integrantes de Hamás, el grupo palestino armado que controla el territorio, atravesaba la frontera. Poco tiempo después, se enteró de que el hijo de uno de sus amigos estaba atrapado en un kibutz.
Se apresuró a llegar a casa, se enfundó en su uniforme y tomó su arma, una pistola de 9 milímetros.
En unos minutos, iba volando por una carretera desierta en su Audi blanco nuevo. Al aproximarse a la frontera con Gaza, comenzó a ver columnas de humo negro elevarse frente a él; el Ejército israelí, al menos en un principio, no se veía por ninguna parte. Los atacantes de Hamás corrían por el paisaje, encorvados bajo el peso de metralletas pesadas y lanzagranadas impulsados por cohetes, mientras le disparaban.
“Estaban por todas partes”, dijo. “Cientos de ellos”.
Ziv, un hombre bajo y fornido, con el cabello muy corto y un tanto irascible, fungió como director de operaciones de las fuerzas de defensa de Israel y es un personaje muy conocido en Israel, en especial ahora. Sus acciones durante el fin de semana (conducir sin titubear hacia la zona de batalla armado solo con una pistola, organizar a un grupo de soldados confundidos para formar una unidad de combate y supervisar evacuaciones) recibieron gran difusión en los medios noticiosos de Israel. En el proceso, se ha convertido en un avatar del espíritu independiente de Israel y la falta de respuesta de sus agencias militar y de inteligencia.
El gobierno israelí informó que el saldo en la devastadora incursión de Hamás ya llegó a las 1200 personas muertas, la mayoría ciudadanos que no estaban armados.
En la atmósfera de angustia por la matanza, la frustración pública es evidente, y muchos israelíes, entre ellos Ziv, expresan su desacuerdo con el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu.
“El gobierno está totalmente paralizado”, afirmó Ziv, quien incluso antes de esta crisis ya era un firme crítico de Netanyahu por las políticas que aplica y que, en su opinión, crean una gran división entre los israelíes y ponen en riesgo la seguridad del país.
Sin embargo, Ziv todavía es bien recibido en los corredores del poder de Israel. El miércoles, sostuvo varias teleconferencias con capitanes de la industria en las que hablaron de recaudar decenas de millones de dólares para ayudar a las víctimas y a sus familias.
“Solo por los civiles”, gritó en el teléfono. “Nada para el Ejército”.
Dialogó con la cúpula militar y la policía sobre la posibilidad de apoyar a una fuerza de defensa civil que se vio obviamente abrumada.
Incluso ingresó al Ministerio de Defensa de Israel, donde se reunió con el ministro de Defensa Yoav Gallant y sostuvo reuniones secretas con funcionarios de seguridad nacional en las que dejaron sus teléfonos móviles en el piso del pasillo antes de entrar a una pequeña oficina para sostener un diálogo que, esperaba, no pudiera rastrearse.
La fe del público en el Ejército está tan erosionada que uno de los mayores temas que analizan los israelíes es la posibilidad de armarse. Muchos ya tienen armas, pero el gobierno anunció esta semana que planea comprar 10.000 rifles de asalto para los ciudadanos comunes y corrientes, además de chalecos antibalas. Ziv encabeza un proyecto para empoderar a generales retirados y antiguos soldados con el propósito de reconstruir escuadrones de defensa comunitarios en el área de la frontera de Gaza y por todo el país.
“Necesitamos armas”, le suplicó un hombre a Ziv cuando visitó uno de los sitios de la masacre del miércoles. “Además, necesitamos un sistema”.
Ziv le puso la mano en la espalda y le dijo: “Estamos preparando ese sistema justo en este momento”.
Otros generales retirados y oficiales en activo que lucharon a su lado el fin de semana han confirmado su relato sobre lo que hizo el sábado.
Salió de su casa, una hermosa construcción frente a un campo de olivos cerca de Tel Aviv, y llegó a la zona de batalla aproximadamente a las 10 de la mañana. Viajó con un buen amigo, Noam Tibon, general retirado cuyo hijo quedó atrapado en el kibutz Nahal Oz.
El hijo de Tibon, un distinguido periodista, llamó a su padre muy alterado y le dijo que varios hombres armados los tenían acorralados a él y a su familia. En entrevistas recientes para los medios informativos, Tibon indicó que le había dicho a su hijo: “Confía en mí, voy para allá. Esto es a lo que me dedico, nadie puede detenerme”.
Ziv relató que, al acercarse a Gaza, había columnas de fuego por todas partes y partidarios de Hámas les disparaban con toda libertad a los edificios y los automóviles que pasaban. En un principio, aseveró, no vio a ningún soldado israelí. Pero cuando se aproximaron a los poblados sitiados, encontraron pequeños grupos de soldados israelíes que intentaban resistir, pero claramente los rebasaban en número.
“No había ninguna organización”, explicó Ziv.
Con Tibon, unió fuerzas con un pelotón de soldados jóvenes, subió a muchos de ellos en su Audi y comenzaron a atacar a los hombres armados de Hamás en el camino, relató Ziv.
Fue difícil enfrentarlos con solo una pistola, señaló Ziv, pero después de que uno de los soldados que iban en su auto resultó herido, Ziv tomó su M16 y comenzó a disparar desde la ventana.
No obstante, lo peor es que estaban conscientes de que, a pesar de ser de los primeros en responder al ataque, ya era muy tarde.
A lo largo de la carretera había cuerpos desparramados, así como en los caminos del kibutzim en las áreas de bosque de sombra que pasaron. El relato de Ziv ha sido corroborado por muchos videos y fotografías, algunos de los cuales grabaron los propios hombres armados de Hamás. Persiguieron a ciudadanos israelíes ordinarios sentados en su auto, apiñados en casas, escondidos en una parada de autobús y otros que corrieron por su vida.
“Nadie podría haberse imaginado que fueran a hacer algo así”, afirmó Ziv. “Es un tipo de crueldad que no habíamos visto desde el establecimiento de Israel”.
Agregó: “Así que ahora necesitamos cambiar toda la doctrina sobre Gaza. No más Hamás”.
¿Cómo pueden hacer eso?, le preguntaron.
“Hay que crear igualdad de condiciones”, respondió.
Ziv y Tibon se separaron cerca del kibutz en que vive el hijo de Tibon. Mientras que Tibon unió fuerzas con un grupo de soldados israelíes que combatían a miembros de Hamás en el lugar y, a fin de cuentas, logró rescatar a su hijo, Ziv se desplazó a otras zonas conflictivas. Comentó que pasó casi 24 horas seguidas moviéndose por el kibutz y las poblaciones bajo ataque, disparando su arma, organizando la evacuación de ciudadanos y coordinando con el Ejército el envío de unidades de apoyo lo más rápido posible.
La peor escena que encontró fue el sitio de una fiesta. El viernes por la noche, varios miles de jóvenes, israelíes y muchos extranjeros, se habían congregado en un campo abierto a unos kilómetros de la frontera con Gaza para una noche de fiesta y baile al aire libre. Para cuando Ziv llegó al lugar el sábado por la noche, ya no había nada que hacer, según dijo.
Había cuerpos tirados por todas partes: en el campamento; en el campo en el que todos estaban bailando, y en un auto tras otro parado en el camino, todos llenos de jóvenes que intentaban escapar.
Corrió hacia un joven tirado junto a un auto y puso la mano en su cuello. No tenía pulso.
“Creo que lo que disparó el ataque fue este evento”, dijo Ziv. “Hamás planeó esto mucho tiempo. Pero sabían que este fin de semana estaría aquí una masa crítica”.