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La guerra en Ucrania es una advertencia para el orden mundial

Durante al menos una década, las democracias liberales han ido desapareciendo. En total, sumaban un máximo de 42 países en 2012 y ahora solo hay 34. Esa es solo una de las señales de que el mundo está cambiando.

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El presidente Vladimir Putin reunido con el presidente Donald Trump en 2018. (Foto: Doug Mills/The New York Times)

El presidente Vladimir Putin reunido con el presidente Donald Trump en 2018. (Foto: Doug Mills/The New York Times)

Desde hace un tiempo, el orden mundial liberal está en terapia intensiva. El presidente estadounidense, Joe Biden, en su discurso de investidura, calificó la democracia de “frágil”. El presidente ruso, Vladimir Putin, dijo hace dos años que “la idea liberal” había “superado su propósito”, mientras que el presidente chino, Xi Jinping, ensalzó la fuerza de un Estado todopoderoso y, como dijo el pasado marzo, “la confianza en nuestro sistema”.

La respuesta multinacional a la invasión rusa de Ucrania demuestra que puede que la desaparición del orden mundial de la posguerra basado en normas no sea inevitable. Hace un mes, nadie habría predicho que Alemania daría marcha atrás a décadas de reticencia militar y destinaría 100.000 millones de euros a su presupuesto de defensa; que Suiza congelaría los activos de los oligarcas rusos, o que YouTube, la Copa del Mundo de fútbol y las empresas energéticas mundiales cortarían sus vínculos con Rusia.

Sin embargo, la reaparición de la guerra en Europa también es un presagio. Cuando los niños se refugian en los túneles del metro y las centrales nucleares están en peligro, el mundo escucha una sirena antiaérea: una advertencia de que el sistema de internacionalismo dirigido por Estados Unidos tiene que volver a ponerse en marcha, para la guerra que se avecina y para la lucha contra el autoritarismo.

“El sistema global se construyó en la década de 1950 y, si lo vemos como si fuera un automóvil de esa época, está maltrecho, es anticuado en algunos aspectos y le vendría bien una buena afinación”, dijo James Stavridis, almirante retirado de la Marina estadounidense y excomandante de la OTAN en Europa. “Pero sigue en marcha, rodando, e, irónicamente, Vladimir Putin ha hecho más en una semana para vigorizarlo que cualquier otra cosa que pueda recordar”.

Para casi todo el mundo, desde los líderes de Europa y Asia hasta los actuales y antiguos funcionarios estadounidenses, Ucrania es una prueba para la supervivencia de una idea de 75 años: que la democracia liberal, el poderío militar estadounidense y el libre comercio pueden crear las condiciones para la paz y la prosperidad mundial.

Dado que, Estados Unidos, el fundador de ese concepto sigue luchando contra el partidismo, la COVID-19 y el fracaso en zonas de guerra lejanas, muchos líderes de la política exterior ya ven a Ucrania con poco optimismo, como algo que marca el fin oficial de la era estadounidense y el comienzo de un momento más disputado y multipolar.

Durante al menos una década, las democracias liberales han ido desapareciendo. En total, sumaban un máximo de 42 países en 2012 y ahora solo hay 34, en ellas vive el 13 por ciento de la población mundial, según V-Dem, una organización sin fines de lucro que estudia los gobiernos. En muchas de estas democracias liberales, incluida la de Estados Unidos, la “polarización tóxica” va en aumento.

Para Ucrania y sus líderes democráticamente electos, las perspectivas de supervivencia parecen en particular inciertas. Las sanciones, el arma preferida de la coalición anti-Putin, tienen un largo historial de fracaso a la hora de alterar el comportamiento de Estados o líderes rebeldes. Y a pesar de todos sus discursos en defensa de la libertad, Biden ha prometido en varias ocasiones que ningún soldado estadounidense luchará por el derecho de Ucrania a existir, aun cuando un millón de refugiados ya huyeron y Putin parece estar decidido a tomar todo el país.

Puede que Ucrania también sea solo la primera de varias pruebas para el viejo orden. Xi declaró hace unos meses que la “reunificación” con Taiwán, otra democracia que vive a la sombra de un vecino autoritario, “debe cumplirse”.

El presidente Joe Biden pronuncia el discurso sobre el estado de la Unión en el Capitolio en Washington, el 1 de marzo de 2022. (Sarahbeth Maney/The New York Times)

El martes, en su discurso sobre el estado de la Unión, Biden habló sin rodeos del riesgo futuro: “Cuando los dictadores no pagan un precio por su agresión, provocan más caos”. Insistió en que el mundo libre quiere que Putin rinda cuentas.

E incluso algunos escépticos ven señales de un renacimiento liberal. Ryan Crocker, quien fue embajador de Estados Unidos en Irak y Afganistán, dijo que después de la desastrosa retirada estadounidense de Kabul, el gobierno de Biden había demostrado que Estados Unidos todavía podía liderar y reunir una fuerte respuesta global.

Robert Kagan, historiador conservador cuyo último libro, “The Jungle Grows Back: America and Our Imperiled World”, ha sido muy citado durante el conflicto de Ucrania, dijo que a él también le había sorprendido gratamente la rapidez con la que el orden liberal había “vuelto a su lugar”.

“Hemos reconfirmado de manera significativa muchas de las viejas lecciones que aprendimos hace mucho tiempo y que habíamos olvidado”, dijo.

Una de las lecciones parece ser que las alianzas son importantes. Pero para muchos, la lección más importante emula lo que Franklin D. Roosevelt y Harry S. Truman concluyeron sobre la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos no puede refugiarse en el aislacionismo; su propia prosperidad depende de que se esfuerce por mantener la paz en las principales potencias del mundo.

Cualquier intento de reconstruir un modelo de intervención debe enfrentarse a la tensa historia reciente. La costosa “guerra contra el terror” posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001 cambió el enfoque del país y minó la confianza del mundo en las intenciones y la competencia de Estados Unidos.

Invadir Irak a pesar de las protestas mundiales, ver cómo las guerras se prolongan durante décadas sin grandes avances… todo esto fue demasiado para el pueblo estadounidense, dijo Vanda Felbab-Brown, investigadora de la Institución Brookings, en una entrevista desde Libia.

“Estamos hartos de morir para nada”, expresó. “Para que los talibanes vuelvan al poder, y con una política iraquí corrupta dirigida por Irán”.

Aviones y helicópteros sobrevuelan durante el ensayo del día nacional en Taipéi, Taiwán, el 5 de octubre de 2021. (Lam Yik Fei/The New York Times)

La visión estadounidense del mundo recibió otro golpe con la crisis financiera mundial de 2008. Wall Street y Washington, y no Moscú o Pekín, crearon estragos económicos sin abordar un aumento de la desigualdad ligado a la globalización. Luego vino el entonces presidente Donald Trump, que convirtió toda la frustración en una campaña doméstica de agravios.

En su opinión, Estados Unidos se había convertido en víctima y no en beneficiario del “orden basado en normas”. Para Trump, las naciones europeas no eran aliadas, sino un lastre. Y aunque Biden ha defendido desde entonces que “Estados Unidos ha vuelto”, la mayor parte del mundo sigue preguntándose: ¿por cuánto tiempo?

Según las encuestas, el interés de los estadounidenses por los asuntos internacionales es cada vez menor, al igual que su fe en la capacidad de la democracia. Las divisiones políticas han alcanzado niveles tan altos como para compararlas con la Guerra de Secesión.

“El mayor desafío para el sistema es la base doméstica del poder estadounidense”, afirmó Ivo Daalder, presidente del Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales y embajador en la Organización del Tratado del Atlántico Norte bajo la presidencia de Barack Obama. “Sigue siendo la única potencia militar mundial, sigue siendo la mayor economía y es la única potencia que congrega a otros países. La cuestión es: ¿la política interna le permite a Estados Unidos desempeñar ese papel de liderazgo?”.

Tras cuatro años de un “Estados Unidos primero”, “hay dudas razonables”, afirmó Daalder.

 

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