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La fiebre de bienes raíces en Puerto Rico incrementa la desigualdad de sus habitantes.

Las propiedades en varios sectores de la isla han sido el punto de interés entre muchos inversionistas extranjeros, significando también el desplazamiento de los habitantes de sus hogares.

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Un barrio de Rincón, Puerto Rico, 11 de enero de 2022. Muchos puertorriqueños dicen que ya no pueden permitirse permanecer en sus casas con los inversores externos que compran propiedades y hacen subir los precios. (Erika P. Rodriguez/The New York Times).

Un barrio de Rincón, Puerto Rico, 11 de enero de 2022. Muchos puertorriqueños dicen que ya no pueden permitirse permanecer en sus casas con los inversores externos que compran propiedades y hacen subir los precios. (Erika P. Rodriguez/The New York Times).

RINCÓN, Puerto Rico — La última vez que unos desconocidos se acercaron a Samuel Sánchez Tirado cuando estaba cortando el césped del frente de su casa, fingió ser un jardinero para que lo dejaran en paz. Sabía lo que los visitantes indeseados buscaban y estaba cansado de tener la misma conversación una y otra vez.

Sánchez vive en Rincón, un pueblo costero en el noroeste de Puerto Rico famoso por el surf y las puestas de sol que se ha puesto de moda entre los inversores adinerados que buscan exenciones fiscales. Los visitantes, como muchos otros antes de ellos, tenían interés en comprar su casa de un piso, que está a dos minutos caminando de la playa. No está a la venta, pero eso no ha impedido la llegada de ofertas no solicitadas.

“No te preguntan ni precio”, dijo. “Te ofrecen el cheque y que lo llenes con lo que tu creas que valga la casa”.

Son tiempos de auge para los inversionistas que van en tropel a ciudades idílicas de todo Puerto Rico, algunos queriendo aprovechar los incentivos fiscales diseñados para atraer nuevos habitantes y divisas para una isla con problemas de liquidez que está intentando superar la bancarrota. El atractivo de las exenciones tributarias se aceleró luego de que la pandemia de coronavirus motivó que muchas empresas adoptaran el trabajo remoto e inspiró a muchos estadounidenses a ir en pos de climas más templados.

Pero la llegada de nuevos y adinerados ocupantes, que deben conseguir la residencia para comprar una propiedad en Puerto Rico a los dos años de mudarse si quieren conservar los incentivos fiscales, ha elevado los precios de la vivienda y desplazado a los habitantes a los que ya no les alcanza para vivir en sus ciudades natales. El huracán María, que afectó fuertemente miles de hogares en 2017 ya había ocasionado que muchos abandonaran la isla.

El auge de bienes raíces, que empezó en San Juan, la capital, se ha extendido por toda la isla conforme los inversores han salido del área metropolitana en busca de pueblos y ciudades más pequeños como Rincón.

Además de los que buscan incentivos fiscales, hay recién llegados que también están arrebatándole las propiedades y causando que aumenten los alquileres y los precios de las casas. Pero los que más han llamado la atención son los inversionistas financieros y tecnológicos que formalmente han solicitado el estatus de exención tributaria.

Muchos son comerciantes de criptodivisas, que ahora organizan una hora feliz cada semana en un bar junto al mar en Rincón. Y un nuevo puesto de comida de barbacoa inaugurada en agosto acepta bitcoin, ethereum, cardano, shiba inu, solana y litecoin como pago por su pollo al estilo de la isla.

La insidiosa gentrificación atribula a muchos puertorriqueños, que cada vez cuestionan con más énfasis cómo es posible que una economía que depende de las exenciones fiscales para los ricos puede beneficiar a los residentes locales que cada vez menos pueden pagar las propiedades.

“Se siente que el huracán María nos puso un rótulo que dice ‘Se vende’ en la isla”, dijo Gloria Cuevas Viera, una activista contra la gentrificación en Rincón.

Muchos inversionistas compran propiedades residenciales y las revenden a mayor precio o las convierten en hospedajes vacacionales en alquiler de corto plazo, lo que convierte barrios enteros en corredores de Airbnb y crea una escasez de viviendas para los residentes locales. Cuarenta y tres por ciento de los puertorriqueños viven por debajo del límite de pobreza federal.

En marzo, Israel Matos, de 45 años, tendrá que mudarse de su hogar en Rincón porque el dueño de la propiedad la vendió el año pasado. Matos tenía la alternativa de comprar la casa pero venció la fecha límite. El dueño, de Hermosa Beach, California, decidió vendérsela a alguien más.

Matos ha vivido durante dos años en la casa con su esposa y sus dos hijas y dijo que no había en todo Rincón una propiedad al alcance de su presupuesto que estuviera disponible.

“La presión como padre es increíblemente difícil”, dijo Matos, ingeniero de sonido para una estación de televisión. “Nunca pensé que iba a estar en una situación difícil para buscarles un techo a mis hijas. Y es solo porque no tengo US$100 mil  en el banco”.

Hace poco, en el Viejo San Juan se reunieron decenas de manifestantes para protestar contra las exenciones fiscales. Se congregaron frente a lo que antes fue un museo infantil que el multimillonario de bitcoin Brock Pierce ha convertido en un “clubhouse cripto”. Los manifestantes grafitearon el edificio con leyendas que decían en inglés “Brock Pierce es un colonizador” y “Gringo vete a casa”.

Las exenciones fiscales están previstas en un articulado conocido como la Ley 60, una versión de la cual se aprobó inicialmente con otro nombre en 2012, cuando la isla enfrentaba un inminente colapso económico. El incentivo despertó más interés después de 2017, cuando el huracán María arrasó la isla. En 2019, las ayudas fiscales fueron reinventadas para atraer a inversionistas de finanzas, tecnología y otros rubros.

Las personas que se mudan a la isla pueden beneficiarse de una reducción en los impuestos a la renta en las ganancias de capital de largo plazo, en los dividendos, intereses y entradas provenientes de sus servicios. En Silicon Valley, un anuncio gigante anuncia a Puerto Rico como “un centro de tecnología en sintonía con tu visión”.

Para el mes de octubre, Puerto Rico había recibido 1 mil 349 solicitudes de personas que buscaban convertirse en inversionistas residentes, una cantidad récord. De ellas, 982 habían sido aprobadas. En total, más de 4 mil 286 solicitudes se han aprobado desde 2012, y más del 35 por ciento de ellas en los últimos tres años.

Según la ley, un inversionista puede calificar para recibir exenciones fiscales si no ha sido residente de Puerto Rico al menos en los diez años anteriores. El inversionista también debe comprar una casa para beneficiarse del impuesto cero a las ganancias de capital y de una tasa de 4 por ciento de impuesto corporativo. Los más de 3 millones de puertorriqueños que ya viven en la isla no reúnen los requisitos para recibir las exenciones impositivas.

“Nos está creando una desigualdad en términos de la responsabilidad del ciudadano contribuyente”, dijo Heriberto Martínez Otero, director ejecutivo del Comité de Medios y Arbitrios en la Casa de Representantes de Puerto Rico.

Los puertorriqueños de la isla están siendo expulsados por el gran incremento en los precios de vivienda a lo largo de la costa y puede que se muden a pueblos cercanos más baratos, pero deben gastar más en combustible y en peaje para transportarse, dijo Martínez Otero, que también enseña economía en la Universidad de Puerto Rico.

Los propietarios que venden sus casas, por supuesto, se benefician del alza en los precios de las propiedades y el gobernador Pedro R. Pierluisi ha celebrado el hecho de que muchos inversionistas compran casas de lujo. En enero dijo que el colapso del mercado de bienes raíces de lujo fue una de las motivaciones clave para aprobar la ley de impuestos.

“Lo que se pretendía era una llegada de personas con capital para revitalizar el mercado de bienes raíces”, dijo.

Para los funcionarios también es motivo de preocupación que grandes cantidades de personas abandonen la isla. Según el censo, la población de la isla, afectada tanto por la crisis económica como por el huracán María, cayó en 11,8 por ciento de 2010 a 2020.

“Pero el hecho de que hay personas comprando propiedades residenciales que no se ajustan a la realidad de los patrones de consumo en Puerto Rico se mezcla con el resto de los problemas en la isla que dificultan la vivienda asequible”, dijo Martínez Otero.

Sánchez, el propietario de Rincón que se hizo pasar por jardinero, ayuda a coordinar el programa federal de la Sección 8 del pueblo, que proporciona viviendas asequibles a las familias de bajos ingresos. El programa ofrece vales mensuales de US$450 para pagar la vivienda, pero él tiene dificultades para encontrar viviendas a ese precio.

“Me preocupa que el que es de Puerto Rico no va a poder comprar propiedad ni invertir y a la larga se va a ver desplazado, dijo. “Antes pensaba que los precios estaban subiendo por el área del faro, pero ya vemos que en el área de montañas las propiedades se están poniendo más caras”.

En Rincón, Ingrid Badillo Carrero, una corredora de bienes raíces, dijo que los precios de viviendas se han incrementado mucho en los últimos cuatro años. En 2017, un condominio de dos habitaciones podría anunciarse en promedio, en US$290 mil Ahora, esa misma unidad podría ofrecerse en unos US$420 mil

El ingreso promedio anual en Rincón es de alrededor de US$19 mil 900.

“He tenido gente aquí que me dice que estoy vendiendo nuestra patria”, dijo Badillo, quien a menudo trata con clientes inversionistas que desean los beneficios fiscales. Muchos tienen capacidad de pagar en efectivo, lo que para los vendedores resulta más atractivo que venderle a los puertorriqueños, muchos de los cuales solo pueden costear una vivienda a través de una hipoteca.

Elizabeth Stevenson se mudó a Puerto Rico en mayo con su esposo, Tyler McNatt, procedentes de Austin, Texas. Buscaban una forma de escapar de tener que ir todos los días a la oficina y exploraban inversiones en criptodivisas como un modo de generar ingresos. Ahora Stevenson, que es beneficiaria de la Act 60, trabaja como asesora de una productora cinematográfica con sede en Puerto Rico y también compra y vende criptodivisas.

“Es muy emocionante que haya tanto que aprender y tanto dinero por ganar”, dijo Stevenson, quien firmó un contrato de alquiler por un año en un departamento ubicado a unos 15 minutos a pie de la playa.

Ella forma parte de un grupo de criptomonedas para expatriados que suele hacer eventos en Rincón. Daniel Torgerson, un cripto inversionista que se mudó a Puerto Rico en junio, organiza una hora feliz todas las semanas en el Aqua Marina Beach Club de Rincón.

A principios de enero, unas 20 personas reunidas alrededor del bar y la piscina conversaban bajo unas luces colgantes y competían con el sonido nocturno de las ranas coquí.

“¿Cómo se sienten todos con el mercado esta semana?”, le preguntó Torgerson al grupo. “¿Hay nuevos proyectos que les entusiasmen?”.

“¡Minería solar de bitcóin!”, respondió alguien.

Los nuevos residentes también traen a sus hijos. Myriam Pérez Cruz, directora de la Escuela Manuel González Melo que abarca hasta el octavo grado en Rincón, dijo que la escuela ha tenido que añadir más cursos para los estudiantes que aprenden español como segundo idioma.

En el año escolar 2016-17, una encuesta estudiantil identificó a tres hispanohablantes nativos que necesitaban ayuda con el español, dijo Pérez. Para el año escolar 2021-22, ese número aumentó a 17 estudiantes.

Matos, el residente de Rincón que debe dejar su casa para marzo, condujo hace poco en busca de avisos de renta que lucieran prometedores. Luego se fue a la playa y se sentó con las piernas cruzadas en la arena. Intentó relajarse. Pero poco después de estacionar su coche se sintió incómodo.

“Creo que había como 50 personas en la playa y vi como a cinco personas que parecían boricuas”, dijo Matos. “Rincón ha cambiado un montón”.