Sus relaciones con algunos de sus amigos más cercanos habían empezado a resentirse cuando comenzaron las clases en línea el año pasado y le preocupaba perder también a otras personas en su vida. ¿Y si se mudan? ¿Y si mueren?
Una tarde entre semana, se puso los audífonos y escuchó música mientras daba un paseo y empezó a alterarse cada vez más. Incluso ahora, no sabe con exactitud por qué.
“Sabía que necesitaba ayuda, pero no sabía a quién recurrir”, relató.
Buscó en su teléfono una línea de prevención de suicidios y se preguntó por un instante si los consejeros de crisis la tomarían en serio. Entonces, llamó.
Con el permiso de Marie, un consejero incluyó en la llamada a la madre de Marie, Jackie, que estaba a 25 minutos en auto. Idearon un plan para mantener a Marie a salvo hasta que Jackie pudiera llegar a donde ella estaba (sus apellidos y los de otras familias entrevistadas para este artículo se mantienen anónimos para proteger su privacidad. Identificamos a Marie por su segundo nombre).
Al día siguiente, Marie le dijo a su madre que “en el pasado, no hacía mucho tiempo, había llevado unas tijeras a su habitación con la intención de hacerse daño, pero no sabía cómo hacerlo”, dijo Jackie. “Me quedé pasmada”.
No es que Jackie no fuera consciente de la crisis de salud mental que afecta a los adolescentes. Trabaja como enfermera en dos unidades de cuidados intensivos pediátricos en la costa este del país, donde ha atendido a muchos niños que intentaron suicidarse en el último año.
“A algunos de ellos les hemos preguntado: ‘¿Cómo se te ocurrió hacer esto?’”. Las redes sociales son su respuesta típica, dijo. “No se dan cuenta de que si se hacen daño, puede que sea algo que no podamos arreglar y puede que no mejoren”.
Las entrevistas con proveedores de salud mental y los datos de hospitales de todo el país revelan que, si bien los proveedores siguen viendo un aumento en la cantidad de adolescentes que llegan a las salas de urgencias por problemas de salud mental, el número de niños menores de 13 años en crisis también está aumentando y así ha sido desde hace años.
La paciente más joven bajo el cuidado de Jackie que intentó suicidarse hace poco tenía 8 años. Sobrevivió, pero otra niña, también menor de 13 años, no fue tan afortunada y se convirtió en donante de órganos. Jackie afirma que la mayoría de los menores que llegan tras intentos de suicidio son niñas que han tomado dosis letales de analgésicos, como Tylenol. Algunas de ellas ahora se enfrentan a daños en el hígado. Una vez, después de un día en particular difícil en el trabajo, Jackie llamó a su marido y le pidió que guardara bajo llave todo el Tylenol y el Motrin de su casa.
“No quiero pensar nunca que somos inmunes a estas cosas”, dijo.
“Veremos aumentar esta crisis en el otoño”.
Incluso antes de la pandemia, se estaba gestando una crisis de salud mental entre los menores que luchaban contra el acoso escolar, los abusos, los trastornos alimentarios, el racismo o enfermedades mentales no diagnosticadas. Pero ahora, se enfrentan a más factores de estrés, como la pérdida de un familiar a causa de la COVID-19, la adaptación a la escuela a distancia o la ansiedad de volver a la escuela presencial.
“Es casi como si la pandemia avivara un incendio ya en progreso”, dijo Heather C. Huszti, psicóloga principal del Hospital Infantil del Condado de Orange en Orange, California (Choc, por su sigla en inglés). “Nunca había sido tan grave”.
Para los niños pequeños, el dolor puede parecer interminable.
“Piensan: ‘Esta es mi vida ahora. ¿Puedo aspirar a algo distinto?’” dijo Huszti. “Porque simplemente, no pueden pensar a largo plazo”.
El Choc, donde trabaja Huszti, cuenta con el único centro psiquiátrico de hospitalización del condado de Orange que recibe a menores de 12 años. Para ser admitido en una de las 18 camas del centro, el menor debe ser una amenaza actual o inminente para sí mismo o para otras personas. Cuando el centro abrió por primera vez en 2018, alrededor del diez por ciento de los niños eran menores de 12 años. En 2020, ese número comenzó a aumentar y ahora es más del doble, afirmó Huszti.
“Ha habido días en los que todos los niños de la unidad son menores de 12 años”, dijo.
Los datos nacionales muestran un patrón similar. En noviembre, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades publicaron un estudio en el que se comparaba la frecuencia con la que los niños acudían a las salas de urgencias de Estados Unidos por motivos de salud mental frente a otros tipos de problemas. La agencia encontró que entre abril y octubre de 2020, hubo un incremento del 24 por ciento en el porcentaje de visitas a los departamentos de emergencia de salud mental para niños de 5 a 11 años en comparación con el mismo periodo de 2019.
El problema parece ser aún más serio entre las niñas. Durante 2019 y 2020, la proporción de visitas al departamento de emergencias relacionadas con la salud mental fue mayor para las niñas menores de 18 años que para los niños de la misma edad, según informaron los CDC.
“Cuanto más pequeño es el menor, mayor es la espera”.
Los hospitales infantiles, que por lo general tienen pocas camas disponibles para internamiento (de haberlas) en casos de pacientes de salud mental, han comenzado a quedarse sin espacio.
“Cuanto más pequeño es el menor, mayor es la espera”, comentó Huszti. “Me rompe el corazón”.
Algunas unidades psiquiátricas de hospitalización no pueden admitir a niños menores de 12 años, añadió, porque a menudo requieren una mayor supervisión individualizada que los niños mayores, así como una terapia específica para su edad.
En abril, Lu, de 11 años, y su madre, Nicole (sus segundos nombres), tuvieron que esperar en una sala de urgencias de Ohio “todo el día y toda la noche” porque las trece camas pediátricas del hospital estaban llenas y había dos menores en espera antes que ella. Al final las trasladaron a un hospital de salud mental cercano. Lu se hizo amiga de otros niños que tenían sus propios problemas de salud mental, incluidos algunos que eran mayores por varios años. En un momento dado, vio cómo sedaban y sujetaban a alguien.
“Me preocupé”, relató Nicole. “Allí estaba expuesta a muchas cosas a las que no hubiese querido que estuviera expuesta”.
Durante la pandemia, Lu sufrió “un cambio de personalidad enorme” que Nicole atribuyó a la “tormenta perfecta” del aislamiento, las hormonas y la genética (a Nicole le diagnosticaron depresión y ansiedad cuando tenía poco más de 20 años). Lu se sumergió en las redes sociales y parecía estar atrapada en un algoritmo que no dejaba de mostrarle videos de niños tristes, dijo su madre.
“Tuve que explicárselo”, comentó Nicole. “Le dije: ‘Oye, ¿sabías que si yo le doy me gusta a una foto de un par de zapatos deportivos, tal vez me seguirán sugiriendo fotos de ese tipo de zapatos?’. Y ella me miró y contestó: ‘¿En serio?’”.
Hace un par de meses, Nicole tuvo la repentina necesidad de revisar los mensajes de texto guardados en la tableta de su hija. Fue entonces cuando descubrió que Lu había estado planeando hacerse daño y que también había escrito una carta de despedida.
¿Cómo llegamos a esto?
Aunque el estigma en torno a la atención de la salud mental ha disminuido un poco en los últimos años, “todavía no le hemos dado a la gente el conjunto de habilidades o los recursos para saber cómo manejar su salud mental, cómo prevenir o cómo responder a los pensamientos suicidas”, explicó Christine Moutier, directora médica de la Fundación Estadounidense para la Prevención del Suicidio.
Muchos niños también tienen problemas psicológicos subyacentes que no reciben atención. Un estudio publicado en JAMA Pediatrics encontró que en 2016 la mitad de los 7,7 millones de niños que se calcula que hay en Estados Unidos con un trastorno de salud mental tratable no recibieron tratamiento de un profesional de la salud mental.
Encontrar un proveedor puede ser difícil. La Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y Adolescente informó que hay una grave escasez de psiquiatras infantiles en casi todos los estados del país. En California, por ejemplo, solo hay 13 psiquiatras infantiles y de la adolescencia en activo por cada 100.000 niños menores de 18 años.
Las compañías de seguros no rembolsan los servicios de salud mental en la misma medida que los servicios médicos, lo que hace que sea mucho menos rentable para los proveedores atender a los pacientes de salud mental, según dicen los expertos. Por ejemplo, en Connecticut, Medicaid rembolsa a los hospitales 2,665 dólares al día por un ingreso pediátrico estándar y unos 1000 dólares al día por una hospitalización psiquiátrica pediátrica, afirmó Ryan Calhoun, vicepresidente de estrategia e integración de la atención médica en el hospital Connecticut Children’s.
Por último, la Academia Estadounidense de Pediatría recomienda que todos los niños de 12 años en adelante se sometan a revisiones de salud mental durante las visitas de control, pero no es una práctica habitual hacerlo con niños menores de esa edad, señaló Tami D. Benton, directora de psiquiatría infantil y adolescente y ciencias del comportamiento del Hospital Infantil de Filadelfia.
“Anteriormente, los menores de 12 años se identificaban como un grupo de bajo riesgo”, dijo.
Eso ya no es así, añadió.
“No hay a dónde mandarlos”.
El hospital Connecticut Children’s en Hartford no cuenta con camas de internamiento para pacientes pediátricos de psiquiatría. En promedio, hay que esperar una semana para que los niños en la sala de urgencias puedan encontrar una cama en otra parte, manifestó en una entrevista a fines de mayo Jennifer Downs, directora de la división de psiquiatría para niños y adolescentes del hospital Connecticut Children’s.
Ese día, 10 de los 37 niños ingresados a urgencias por motivos de salud mental eran menores de 13 años. Algunos niños llegan a esperar un mes por una cama de hospitalización, añadió.
“No hay a dónde mandarlos”, dijo James E. Shmerling, presidente y director ejecutivo del hospital Connecticut Children’s. “Todos los recursos existentes en la comunidad están rebasados”.
En Colorado, la situación también es crítica. Este año, en cualquier momento dado, cerca de la mitad de los niños que se encontraban en el servicio de urgencias pediátricas del Hospital Infantil de Colorado experimentaban una crisis de salud mental, lo que llevó a la institución a declarar un estado de emergencia en mayo.
No solo las salas de urgencias de Colorado están llenas, también lo están las instalaciones pediátricas residenciales a largo plazo. Más de 70 niños con enfermedades mentales graves han tenido que salir del estado para encontrar un programa de tratamiento residencial en el último año y medio, algunos han viajado hasta Carolina del Sur, Florida o Nueva York, dijo Heidi Baskfield, la vicepresidenta de salud poblacional y defensa del Hospital Infantil de Colorado. Es un problema que otros estados, incluido Connecticut, también enfrentan.
En busca de soluciones.
Las instituciones sanitarias se han esforzado por encontrar la manera de tratar a más menores con necesidades graves de salud mental. El Choc, por ejemplo, planea abrir un programa intensivo de pacientes ambulatorios el año próximo para niños de secundaria que tienen pensamientos suicidas, así como un programa para ofrecer terapia especializada a niños de 8 años y menores.
Connecticut Children’s está educando a profesores y pediatras sobre cómo tratar a los niños con problemas de comportamiento y salud mental, y les proporciona un número de teléfono para recibir asesoramiento en tiempo real de un profesional de la salud mental, dijo Shmerling, quien espera añadir una unidad médica psiquiátrica al hospital —con hasta 15 camas— el año próximo.
Algunos estados, incluido Colorado, están comenzando a canalizar más recursos a los servicios de salud mental, aunque los proveedores afirman que se necesita todavía más apoyo.
“Por ahora, necesitamos camas para atender el aumento repentino”, comentó Baskfield. Sin embargo, agregó, los niños también necesitan el respaldo de las escuelas y de los niveles de atención primaria y ambulatoria para disminuir el número de casos que requieren cuidados intensivos.
“No podemos evadir esta crisis”, concluyó.