Carter murió este domingo por la tarde en su casa de Plains, Georgia, según informaron The Washington Post y Atlanta Journal-Constitution, citando a su hijo Chip, después de permanecer casi dos años en cuidados paliativos.
El presidente demócrata, cuyo mandato de 1977 a 1981 se vio empañado por la crisis de los rehenes en Irán, dejó la Casa Blanca después de una aplastante derrota electoral ante el republicano Ronald Reagan.
Considerado ingenuo y débil en los círculos políticos de Washington, e incluso en su propio partido, este ferviente cristiano evangélico de Georgia que impartió clases en la escuela dominical hasta los 90 años fue una especie de paria durante mucho tiempo.
Pero con el paso de los años, la imagen que se tenía de Carter fue cambiando, gracias a sus actividades tras dejar la presidencia y sus logros como la negociación de un acuerdo de paz entre Israel y Egipto.
Carter, conocido por su amplia sonrisa, centró su mandato de presidente número 39 de Estados Unidos en los derechos humanos, la justicia social y los valores democráticos.
Su política hacia América Latina fue un reflejo de ello. Su administración denunció los abusos de las dictaduras militares del Cono Sur, retiró el apoyo al régimen de Somoza en Nicaragua y se comprometió a devolver el Canal de Panamá a los panameños.
De la granja a la Casa Blanca
James Earl Carter Jr., su nombre completo que rara vez usaba, nació el 1 de octubre de 1924 en Plains, Georgia, al sur de Atlanta, una pequeña localidad donde vivió la mayor parte de su vida.
Después de siete años en la Marina, donde trabajó en el programa de submarinos nucleares y llegó a teniente, regresó a casa para administrar la granja familiar de cultivo de maní.
Pero la política tocó a su puerta. Fue senador estatal de Georgia en los años 60 y luego gobernador en 1971. Pocos años después lanzó la candidatura a la Casa Blanca.
Carter desembarcó en 1977 en Washington para encabezar un país necesitado de un líder que disipara el pesimismo que había dejado la guerra de Vietnam, el escándalo del Watergate y una profunda recesión.
Su llegada estaba cargada de promesas y su Partido Demócrata controlaba la Casa Blanca y el Congreso por primera vez desde 1968.
Disfrutó de dos primeros años con altos índices de aprobación.
Fue entonces cuando convenció al Senado de que ratificara, en 1978, los tratados firmados un año antes con el mandatario panameño, el general Omar Torrijos, para que el Canal de Panamá volviera al país latinoamericano. Carter lo describiría como “la batalla política más difícil que he enfrentado”.