Con la financiación y el apoyo declarado de las autoridades iraníes, “Mahoma, el mensajero de Dios” no esconde su deseo de exaltar la palabra del profeta.
Sin embargo, el hecho de que la figura de Mahoma aparezca en el filme, aunque de modo difuso y sin que se le vea nunca la cara, ha servido para que instituciones religiosas como la prestigiosa universidad islámica de Al-Azhar, en El Cairo, pidieran la cancelación de su producción, algo a lo que finalmente los responsables de la película no han hecho caso.
“La película es muy sensible sobre esto, ya que existen mil 600 millones de musulmanes. Desde el principio nuestro esfuerzo ha sido para trabajar, tanto en el guión como en la ejecución, que no se vea el rostro del profeta incluso en su niñez. Se ve su figura, pero no su cara”, explicó Mayidí en un encuentro con la prensa para anunciar la llegada del filme a las salas comerciales.
De hecho, Mayidí consultó el guión, así como la presencia de Mahoma, con numerosas autoridades religiosas tanto chiítas como suníes, que según los productores dieron el visto bueno para su exhibición.
Todo en la producción está pensado para constituir un hito visual en la historia de la cinematografía del mundo islámico, y narra a lo largo de 171 minutos la vida del profeta desde su nacimiento hasta su entrada en la adolescencia en la turbulenta ciudad de La Meca de finales del siglo VI.
Junto a Mayidí, nominado al Oscar en 1998 por “Los Niños del Cielo”, también participaron en la película cineastas internacionales, como el director de fotografía italiano Vittorio Storano, el editor Roberto Perpignani o el especialista en efectos especiales estadounidense Scott E. Anderson.
Pese a la insistencia de Mayidí en señalar que lo importante de la película es “la visión que da del profeta de mensajero de paz y misericordia”, la multimillonaria producción le ha dado a este drama religioso un escenario espectacular que incluye batallas con elefantes, tormentas de piedras y una minuciosa reproducción de la vida en la Arabia de la época pagana.
Para la película se construyeron en mitad del desierto, a unos 70 kilómetros al sur de Teherán, sendas réplicas de las ciudades sagradas de La Meca y Medina, un decorado que tardó dos años en concluirse y que incluye centenares de casas, establos, murallas, baños y pozos.
Mohamad Reza Saberí, uno de los productores, explicó que el decorado fue construido “para durar 25 años” y con la idea de rodar en el complejo otras dos películas sobre Mahoma, ser usado por cualquier otra producción histórica que lo desee y convertirse en el futuro en un centro turístico para todos los que deseen visitarlo.
El costo total de este proyecto también ha sido motivo de polémica, ya que algunos medios iraníes informaron de que el costo había sido superior a los US$500 millones.
Ese extremo fue desmentido categóricamente por los productores, que rebajaron la cifra hasta los US$37 millones, sustancialmente menor pero que aún así supera con creces cualquier otra producción cinematográfica realizada en Irán y en cualquier otro país musulmán.