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Inmigración, aún con una reducción de sus números, contribuye al alza demográfica en EE.UU.

El rápido fallecimiento de los estadounidenses y una cantidad menor de nacimientos son datos importantes que también ha arrojado el último censo realizado en el país.

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Mujeres de la Iglesia Apostólica hacen y venden pupusas afuera de la iglesia en el centro de Springdale, Arkansas, el 13 de junio de 2021. (Terra Fondriest/The New York Times)

Mujeres de la Iglesia Apostólica hacen y venden pupusas afuera de la iglesia en el centro de Springdale, Arkansas, el 13 de junio de 2021. (Terra Fondriest/The New York Times)

A grandes rasgos, 2021 quedará registrado como el año con menor crecimiento demográfico en la historia de Estados Unidos.

Los nuevos datos del censo muestran por qué: los dos componentes del crecimiento —los incrementos por la inmigración y una cifra de nacimientos por encima de la de defunciones— han caído vertiginosamente en los últimos años. En 2021, la tasa de crecimiento de la población cayó a un 0,1 por ciento sin precedentes.

Sin embargo, en el marco de estas cifras tan exiguas, se vislumbra un patrón nuevo. La inmigración, incluso a los actuales niveles reducidos, constituye por primera vez la mayor parte del crecimiento demográfico.

En parte, esto se debe a que los estadounidenses están falleciendo a un ritmo mayor y teniendo menos bebés, tendencias que se aceleraron durante la pandemia del coronavirus. Pero también se debe a que, al parecer, la inmigración está repuntando.

Aun después de cuatro años de controles estrictos en materia de inmigración que impuso el expresidente Donald Trump, la proporción total de estadounidenses nacidos en otros países no solo está aumentando, sino que se acerca a niveles que se vieron por última vez a finales del siglo XIX.

Las cifras están muy lejos de lo que fueron. El último informe, elaborado por el programa de mediciones de población de la Oficina del Censo, muestra un aumento neto de 244 mil residentes nuevos procedentes de la inmigración en 2021, una cifra muy distinta a la de mediados de la década anterior, cuando la oficina atribuía habitualmente a la inmigración incrementos anuales de un millón o más.

No obstante, este descenso palidece en comparación con la ralentización de lo que los demógrafos denominan el “aumento natural”, es decir, el excedente de nacimientos en relación con las muertes. En 2021, ese número fue de 148 mil personas, una décima parte del incremento que era normal hace una década y por primera vez menor que la inmigración de personas de todo el mundo.

Para el mes de diciembre, los inmigrantes representaban el 14,1 por ciento de la población de Estados Unidos, igualando el pico de la explosión migratoria que comenzó en la década de 1960 y acercándose al récord del 14,8 por ciento establecido en 1890, poco antes de que un gran número de europeos empezaran a desembarcar en Ellis Island.

La población nacida en el extranjero se concentra cada vez más en los grupos de mediana edad, ya que un gran número de inmigrantes lleva muchos años viviendo en Estados Unidos. Aproximadamente 1 de cada 5 estadounidenses de entre 40 y 64 años nació en el extranjero. Además, dos tercios de los residentes nacidos en el extranjero llevan más de una década en el país, según los datos del censo.

En ese sentido, la demografía del país refleja los efectos a largo plazo de los enormes niveles de inmigración que experimentó durante las décadas de 1970 y 1980.

“Nos acostumbramos tanto a estar con gente que lleva décadas aquí y que navegan sin problemas por la sociedad estadounidense que casi nos olvidamos de que son inmigrantes”, dijo Tomás Jiménez, profesor de la Universidad de Stanford que investiga la inmigración y la asimilación.

La reciente desaceleración de la inmigración fue un resultado aparente no solo de las políticas de inmigración más duras, sino también de las medidas adoptadas en respuesta a la crisis sanitaria del covid-19. En los primeros meses de 2020, el gobierno acordonó las fronteras con México y Canadá y limitó las entradas internacionales por vía aérea. El cierre de las oficinas consulares de Estados Unidos en todo el mundo retrasó la tramitación de las visas.

Pero los datos sugieren que el endurecimiento de las restricciones en la frontera quizá no haya sido el factor principal de la disminución. Muchos inmigrantes decidieron abandonar el país. Durante los primeros años de la administración de Trump, el número de inmigrantes que entraban en el país se mantuvo estable, mientras que el número que salía aumentó, de acuerdo con las cifras.

Algunos datos indican que el ritmo de la inmigración se ha recuperado en últimas fechas. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos informó de un aumento en las actividades para hacer cumplir la ley el año pasado, y la encuesta mensual de empleo de la Oficina del Censo también detectó un aumento de los encuestados nacidos en el extranjero a finales de 2021.

Las circunstancias económicas y políticas que obligan a la gente a abandonar su país de origen han persistido, y la demanda de trabajadores extranjeros de todos los niveles de competencia sigue siendo vigorosa.

Los recién llegados desde que el presidente Joe Biden asumió el cargo proceden de todo el mundo, ya que el gobierno ha eliminado el tope impuesto al número de refugiados que recibe el país, ha acogido a miles de familias que buscan asilo en la frontera suroeste y ha reabierto la puerta a los trabajadores extranjeros con visas temporales.

Entre ellos se encuentran Jeff Quetho, un haitiano de 28 años que cruzó la frontera con su hijo de 3 años con la esperanza de construir una vida más estable; Param Kulkarni, un científico indio de 34 años especializado en tecnología de salud mental e inteligencia artificial que recientemente se instaló en Nueva York; y Feroza Darabi, una afgana de 22 años que llegó a Phoenix con su sobrino de 13 años, Ali.

“Estoy feliz de estar en un lugar seguro”, dijo Darabi hace poco durante un descanso de una clase de inglés para refugiados en Friendly House en Glendale, Arizona.

La escasez actual de mano de obra ha incrementado las peticiones de trabajadores extranjeros en campos tan variados como la restauración y la enfermería para ayudar a cubrir las vacantes.

“La pandemia ofrece una pequeña muestra de a qué podríamos enfrentarnos si la demanda es robusta y no tenemos trabajadores”, afirmó Pia Orrenius, economista sénior que estudia la inmigración en el Banco de la Reserva Federal de Dallas. “Veremos una inflación de precios y salarios, lo que estancará el crecimiento”.

“La inmigración no va a hacer desaparecer este problema, pero sin duda podría ayudar”, expresó Orrenius.

Si la inmigración hubiera continuado al ritmo que tenía antes de la pandemia, la economía contaría con 2 millones más de trabajadores nacidos en el extranjero en ocupaciones como el trabajo manual y la informática, según un estudio reciente de economistas de la Universidad de California, campus Davis.

La salida de los “baby boomers” de la población activa, en medio de un descenso de la natalidad, ha puesto de manifiesto la necesidad de revertir el descenso en la inmigración. Esto será crucial, en la opinión de los analistas, a pesar del gran número de inmigrantes que ya viven en el país, pues pronto los que están aquí de manera legal recibirán más dinero de la seguridad social y de Medicare.

Los inmigrantes que ya están aquí pueden contribuir parcialmente a encontrar una solución. Los residentes nacidos en el extranjero suelen representar una parte desproporcionada de todos los nacimientos, ya que las mujeres inmigrantes recientes tienen más probabilidades que otras de estar en la plenitud de sus años fértiles y de tener más hijos.

El descenso de la inmigración procedente de México, tradicionalmente la mayor fuente de inmigrantes nuevos, ha contribuido al descenso general de las tasas de natalidad en Estados Unidos.

Pero se necesitarán medidas políticas audaces para aprovechar los beneficios económicos de la actual población nacida en el extranjero. Se calcula que 11 millones de estas personas viven en el país sin permiso legal, lo que significa que solo pueden trabajar en la economía informal. Biden asumió el cargo con la promesa de legalizarlos, pero no ha conseguido el apoyo bipartidista en el Congreso para lograrlo.

Tomó medidas para impulsar la inmigración legal: anuló una orden de su predecesor que prohibía la entrada de extranjeros con visas de trabajo.

El mes pasado, su gobierno dio a conocer políticas para atraer a estudiantes internacionales y amplió de un año a tres el tiempo que los extranjeros licenciados en campos científicos y técnicos pueden permanecer en el país para trabajar.

En diciembre, el gobierno anunció que se añadirían 20 mil visas de trabajadores invitados de temporada a la cuota de 33 mil para el invierno con el fin de ayudar a los empleadores del sector de la jardinería, la construcción y la hotelería, que necesitan trabajadores con urgencia.

Sin embargo, los oponentes republicanos de Biden se han resistido una y otra vez a los incrementos considerables de inmigrantes nuevos, y es probable que la cuestión de cómo debe avanzar el país se debata a medida que cobre fuerza la campaña electoral para las elecciones al Congreso de este año.