Las operaciones policiales han dejado en la última semana al menos 76 personas muertas a balazos, según las autoridades. Grupos defensores de los derechos y legisladores han condenado las operaciones calificándolas de “matanzas”.
“El sonido de las campanas es un llamado para que cese este consentimiento frente a los asesinatos”.Arzobispado de Filipinas.
Este domingo, la mayor autoridad eclesiástica de Filipinas, país mayoritariamente católico, expresó su preocupación por el creciente número de muertes.
“Apelamos a la conciencia de quienes matan incluso a los indefensos […] para que se ponga fin a la pérdida de vidas humanas”, afirmó el cardenal de Manila, Luis Tagle, en un comunicado leído en las misas en la capital.
“El problema de las drogas ilegales no debe ser tratado reduciéndolo a consideraciones políticas o criminales. Es una preocupación humanitaria que nos afecta a todos”.
También este domingo el presidente de la Conferencia episcopal de Filipinas se sumó a Tagle para denunciar estas muertes y pidió que doblaran las campanas de las iglesias en solidaridad con las víctimas.
“El sonido de las campanas es un llamado para que cese este consentimiento frente a los asesinatos”, afirmó en un comunicado el arzobispo Sócrates Villegas.
Liquidados
Duterte, de 72 años, ganó fácilmente la elección presidencial del año pasado tras una campaña basada en temas de seguridad. Se comprometió a erradicar el tráfico de drogas en seis meses gracias a una campaña en la que miles de traficantes y toxicómanos serían liquidados.
En 14 meses, la Policía ha confirmado haber abatido a más de tres mil 500 personas calificadas oficialmente como “personalidades de la droga”.
3,500 personas admite la Policía que ha abatido por drogras en Filipinas.
Además, otros dos mil sospechosos han resultado muertos a manos de desconocidos, según la Policía. Pero los defensores de los derechos afirman que estos asesinatos han sido cometidos por milicianos o policías que actuaban de forma oficiosa.
La Iglesia Católica, una de las instituciones más antiguas y poderosas del archipiélago, es una de las raras voces en elevarse para denunciar estos homicidios, mientras los sondeos revelan que Duterte tiene una gran popularidad.
La Iglesia declinó inicialmente criticar la guerra contra la droga de Duterte, pero ya el año pasado inició su campaña, cuando las muertes empezaron a afectar a las franjas más pobres de la población.
En respuesta, Duterte ha acusado a los sacerdotes y obispos católicos de “hipocresía”.
En la primera gran operación de este tipo, el lunes por la noche, la policía de Bulacan, vecina de la capital, anunció haber matado a 32 personas, consideradas “personalidades de la droga”. Duterte felicitó a los policías implicados en ella e instó a sus colegas a imitarlos.
“Si pudiéramos matar a 32 personas por día, quizá se podría reducir lo que va mal en el país”, dijo entonces el presidente filipino.