Conforme algunos estados empiezan a relajar las restricciones destinadas a combatir la pandemia del coronavirus, hasta las actividades más sencillas en el exterior parecen cargadas de miles de preguntas y valoraciones.
¿Es seguro reunirse con amigos en el parque, siempre y cuando permanezcan a dos metros de distancia al otro lado de la manta? ¿Y qué tal una hamburguesa y una cerveza en un restaurante al aire libre? ¿Qué tanto riesgo hay en una ida a la playa o a una piscina con los niños?
La buena noticia es que las entrevistas señalan que existe un consenso cada vez mayor entre los expertos acerca de que, si los estadounidenses van a salir de casa, es más seguro estar al aire libre que en la oficina o en un centro comercial. Si hay aire puro y más espacio entre la gente, el riesgo disminuye.
No obstante, los expertos también manifestaron que se debe tener un cuidado especial con respecto a las comidas al aire libre, el uso de los vestidores en las piscinas y las multitudes en algunos sitios como las playas. Aunque pasar tiempo en el exterior puede ayudar a que la gente soporte la tensión de la cuarentena, existe el riesgo de que baje la guardia o se reúna con personas que puedan representar algún riesgo.
“Creo que estar en el exterior es importante para la salud”, señaló Julia L. Marcus, epidemióloga y profesora adjunta en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. “Sabemos que estar al aire libre representa un riesgo menor en cuanto a la transmisión del coronavirus que permanecer en interiores. Creo que es casi necesario estar al aire libre un fin de semana soleado, pero también pienso que se deben tomar ciertas medidas para reducir el riesgo”.
Aunque muchas de las atracciones predilectas de la temporada al aire libre, como los parques de diversiones de Disney, el festival de Coachella Valley en California y el Free Shakespeare in the Park en Nueva York, están cerradas o suspendidas, los gobernadores del país han estado abriendo los campos de golf, las rutas de senderismo y las playas con la esperanza de devolverles a los estadounidenses inquietos cierta sensación de un verano común y corriente.
Algunos parques permanecen cerrados, incluyendo los parquecitos urbanos, como el de Ellis Island, y los parques gigantescos, como el Parque Nacional de Árboles de Josué. Pero el Parque Nacional de Yellowstone volverá a abrir el lunes con algunas restricciones y el Parque Nacional del Gran Cañón abrió la entrada del borde sur el viernes. Las playas del condado de Los Ángeles reabrieron el miércoles, pero no para asolearse. Solo se permite realizar actividades físicas como trotar, nadar y surfear.
Incluso en la región de Nueva York que fue tan afectada, se relajarán algunas restricciones. En Connecticut, se pretende dar autorización el miércoles para que las personas se sienten en los restaurantes al aire libre y se abran las exhibiciones en exteriores de los zoológicos. Nueva Jersey, Nueva York, Delaware y Connecticut abrirán las playas estatales el fin de semana del Día de los Caídos solo al 50 por ciento de su capacidad. Pero las playas y las piscinas de la ciudad de Nueva York permanecerán cerradas.
Las diferentes propuestas tienen confundidos a muchos estadounidenses sobre cuál es un comportamiento seguro en el exterior. Los expertos tienen una respuesta muy sencilla: practiquen el distanciamiento social y usen cubrebocas cuando eso no sea posible.
Dicen que lo ideal es que la gente socialice solo con las personas que viven en la misma casa. Si deciden reunirse con amigos, el riesgo es mayor, pero pueden tomar precauciones. Es importante que las reuniones sean pequeñas; que no compartan comida, utensilios ni bebidas; que mantengan sus manos limpias; y que conserven una distancia de al menos dos metros de las personas con las que no viven.
“Creo que en casi todos los casos es mucho mejor estar al aire libre que en interiores”, comentó Linsey Marr, experta en aerosoles y profesora de Ingeniería en el Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia. “En el exterior las cosas se diluyen. Creo que el riesgo es muy bajo siempre y cuando se mantenga una distancia de dos metros”.
La vida en una pandemia es más segura al aire libre, en parte debido a que hasta un viento leve disminuirá con rapidez la concentración del virus. Si hay una persona enferma, el viento esparcirá el virus y tal vez exponga a las personas que estén cerca pero en cantidades más pequeñas, lo cual tiene menos probabilidades de ser perjudicial.
“La carga viral es importante”, señaló Eugene Chudnovsky, físico del Centro de Graduados del Colegio Lehman de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. “Un solo virus no enfermará a nadie; el sistema inmunitario de inmediato lo destruirá. Creemos que se necesitan de cientos a miles de virus SARS-CoV-2 para aniquilar la respuesta inmune”.
Aunque es bajo el riesgo de transmisión al aire libre, esta sí puede ocurrir. En un estudio de más de 7300 personas enfermas en China, solo una se contagió en el exterior. En ese caso, un hombre de 27 años estuvo conversando al aire libre con un viajero que acababa de regresar de Wuhan. Siete días después, empezó a tener los primeros síntomas de COVID-19.
“El riesgo es menor en exteriores, pero también existe”, afirmó Shan Soe-lin, catedrática del Instituto Jackson para Asuntos Globales. “Y creo que si dos personas permanecen juntas en un mismo sitio durante mucho tiempo, como por ejemplo sobre un tapete de playa, el riesgo es mayor que si estuvieran caminando o pasando una al lado de la otra”.
En un estudio reciente se descubrió que, tan solo al estar hablando, expulsamos miles de gotículas que pueden permanecer suspendidas en el aire durante catorce minutos. Pero el riesgo de inhalarlas es menor al aire libre.
Para muchos estadounidenses que han estado tensos en casa durante meses, parece que las opciones más seguras en estos días son los parques y los senderos en espacios muy abiertos.
El jueves, en el Memorial Park de Maplewood, Nueva Jersey, Gabriella Gabriel, de 22 años, estaba haciendo ejercicio con su amiga Candace Brodie, también de 22 años, en unos tapetes que pusieron sobre el césped a unos cuantos metros de distancia.
“La gente está dispersa y no hay manera de que alguien esté muy cerca de mí”, dijo Gabriel. “Pero en una piscina o en la playa todos están amontonados… demasiado cerca para sentirse a gusto”.
Los expertos coincidieron en que el riesgo de nadar en piscinas, lagos o el mar no se encuentra en el agua, sino en la exposición a las personas que están dentro del agua o cerca de ella.
Pese a que los científicos no poseen los datos específicos sobre el nuevo coronavirus, otros coronavirus no son estables en el agua y son muy sensibles al cloro, señaló Angela Rasmussen, viróloga de la Escuela de Posgrado en Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia.
“En mi opinión, la exposición al agua de una piscina, al agua dulce de un lago o de un río, o al agua del mar representaría un riesgo muy bajo de transmisión incluso sin dilución (lo que reduciría todavía más el riesgo)”, señaló Rasmussen en un correo electrónico. “Tal vez el riesgo mayor de las actividades acuáticas en el verano sean las multitudes: un vestidor, un muelle o una playa abarrotados, en especial si se añade un distanciamiento físico escaso o una proximidad prolongada con los demás. La procedencia más concentrada del virus en un entorno así será de las personas que se quedan a la orilla de la piscina, no de las que están dentro de ella”.
Los expertos afirman que una persona que pasa caminando, trotando o en bicicleta durante unos cuantos segundos no es motivo de mayor preocupación. Pero recomiendan a quienes trotan que, si van a pasar cerca de otras personas, usen cubrebocas o un paliacate.
Es más preocupante que en un día de campo alguien coloque una manta sin respetar el perímetro de los dos metros de distancia y que pretenda quedarse mucho tiempo. Hay que tratar de evitar los enfrentamientos. Eso solo incrementa el riesgo a la exposición. Es posible que esos conflictos aumenten cuando más personas salen.
Uno de los retos de las ciudades con una gran densidad de población es que haya dos metros que puedan reclamarse como propios en un sendero para correr o en una ciclovía. Podría parecer que una cafetería al aire libre es segura, hasta que la gente comienza a caminar por la acera sin cubrebocas.
Algunas ciudades, incluyendo Nueva York, Boston, Minneapolis y Oakland, California, han cerrado las calles al tránsito vehicular, lo que le brinda espacio a la gente para que se distribuya. Otras han ampliado las aceras con el fin de que exista un área más grande para los peatones y las mesas al aire libre.
Los expertos afirman que otra inquietud es que, debido a que los síntomas pueden tardar en aparecer dos semanas después de que una persona se contagia, no hay manera de saber si estamos en la playa o el parque cuando ahí hay un brote local invisible. Esa es otra razón para tomar precauciones.
“Si regresamos a la antigua normalidad y dejamos de aplicar la estrategia de distanciamiento social, será como una bomba de tiempo”, señaló Peter Jüni, epidemiólogo en el Hospital de St. Michael de la Universidad de Toronto. “No se sabe dónde ni cuándo va a explotar”.