Además de que algunos ciudadanos mostraron su desagrado a la caravana presidencial a su llegada el viernes último a esa ciudad mediterránea, un día después de la tragedia, Valls tuvo que afrontar el lunes un escalón más en el nivel de disgusto ciudadano en el tercer y último día de luto nacional decretado luego del atentado.
Entre abucheos y silbidos, algunas de las 42 mil personas congregadas para el homenaje oficial en el paseo de los Ingleses, donde el tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel arrolló a cientos de personas con un camión frigorífico de 19 toneladas, le gritaron al primer ministro “asesino”, “dimisión” o “cabrón”, mientras Valls se mostraba imperturbable.
Por imperativo institucional compartió ese minuto de silencio junto a Valls el exalcalde de Niza y actual presidente de esa región, el conservador Christian Estrosi, erigido en adalid de la ofensiva política contra el dispositivo de seguridad desplegado el día 14, fiesta nacional francesa.
“La noche del 14 de julio, la presencia policial y militar era insuficiente”, había lanzado Estrosi en una de sus muchas embestidas contra el Gobierno, que desplegó 64 policías nacionales, 42 policías locales y 120 militares para patrullar el paseo atacado en Niza.
No se había vivido un incidente de ese tipo luego de ninguno de los otros atentados en Francia en los últimos 18 meses, como el ataque yihadista a la revista Charlie Hebdo y un supermercado judío de París en enero del 2015 o en los atentados simultáneos del pasado 13 de noviembre en la capital.
Ni tampoco había ocurrido en tragedias anteriores al quinquenio presidencial de Francois Hollande, como la que protagonizó en el 2012 -y con el conservador Nicolas Sarkozy en la jefatura del Estado- el “lobo solitario” que mató a siete personas en Toulouse y sus alrededores en nombre del grupo terrorista Al Qaeda.
El llamamiento a la unidad del ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, luego de participar esta mañana en un consejo de ministros reducido con Hollande y los titulares seguridad y defensa no sirvió para contener los ánimos de los vecinos de esa localidad mediterránea.
“No se puede garantizar el riesgo cero. Decir eso es decir la verdad a los franceses (…). Solo se puede resistir en un país tan duramente golpeado si se le dice la verdad a los franceses y si se les prepara para afrontar los desafíos unidos”, declaró Cazeneuve.
El ministro, quien aseguró que este verano se vigilarán especialmente playas, centros turísticos y grandes eventos deportivos y culturales, deslizó también un mensaje de Hollande contra la oposición conservadora y la extrema derecha, que desde horas después del ataque de Niza han criticado sin cuartel al Ejecutivo y al jefe del Estado.
El presidente, manifestó Cazeneuve, subraya la “obligación de dignidad y de veracidad” de “aquellos que tienen una voz pública”, en referencia a críticas como las de Sarkozy anoche, cuando el líder de Los Republicanos achacó al Ejecutivo no haber hecho lo suficiente para proteger a Francia.
“He sido jefe del Estado, sé que el riesgo cero no existe (…) pero no se ha hecho todo lo que debería haberse hecho desde hace 18 meses”, lanzó Sarkozy en una entrevista en horario de máxima audiencia en la primera cadena de televisión de Francia, TF1.
El Gobierno respondió con un comunicado inusualmente extenso donde recordaba que, entre otras medidas, ha contratado nueve mil nuevos policías, ha aprobado tres leyes antiterroristas en la legislatura, se ha juzgado por yihadismo a mil 200 personas en 300 juicios, se han abortado 16 atentados desde el 2013 y se ha detenido a 160 sospechosos de terrorismo este año.
A pesar de esas medidas, que también otorgaron amplios poderes a los servicios de inteligencia, siete de cada diez franceses desconfían de la política antiterrorista de Hollande y de su Gobierno, según un sondeo del instituto demoscópico “Ifop” para Le Figaro, que muestra que solo un 33% respalda su estrategia.
A falta de menos de un año para las elecciones presidenciales en Francia, la extrema derecha ha aprovechado ese clima de falta de confianza en el Ejecutivo y los insultos y abucheos al primer ministro en Niza para asegurar que los franceses reclaman ya la dimisión del Gobierno.