El primer santuario en arder fue la iglesia San Francisco de Borja, usada regularmente por el cuerpo policial de Carabineros para ceremonias institucionales, y horas más tarde fue la iglesia de la Asunción, una de las más antiguas de la capital, con más de un siglo y medio de antigüedad.
Ambos templos se encuentran en los alrededores de Plaza Italia, el epicentro del llamado “estallido social” y que este domingo fue escenario de una de las concentraciones más masivas en lo que va de año.
En las cercanías de la rotonda, bautizada por los manifestantes como “Plaza Dignidad”, fueron saqueados además varios comercios, entre ellos un supermercado de una cadena internacional, y también se registraron ataques de encapuchados a algunas comisarias de la periferia capitalina, como Puente Alto.
Estos incidentes ensombrecieron una jornada que transcurrió en su gran mayoría en un ambiente festivo con jóvenes, colectivos sociales y familias enteras blandiendo banderas y pancartas a favor de una mayor igualdad social y coreando la frase que se ha convertido en el lema de las revueltas: “¡Chile despertó!”.
El cuerpo de Carabineros, que a diferencia de otras semanas estuvo la mayor parte del tiempo replegado, desplegó un amplio dispositivo de seguridad, que incluyó 40.000 agentes en todo el país, pues también hubo concentraciones en ciudades como Valparaíso, Viña del Mar, Antofagasta y Concepción.
La institución está en el punto de mira por su crudeza en la represión de las marchas y diversos organismos internacionales, como la ONU, la han acusado de haber cometido violaciones a los derechos humanos. Según el Ministerio Público, hay más de 4.600 causas abiertas contra las fuerzas de seguridad.
Las concentraciones por el aniversario se celebran a una semana de que más de 14,5 millones de chilenos decidan en un histórico plebiscito si quieren reemplazar la actual Constitución, heredada de la dictadura y vista como el origen de las desigualdades que aquejan al país.
El plebiscito, que iba a celebrarse en abril pero fue aplazado por la pandemia, busca descomprimir la tensión en un país muy polarizado, que hasta el año pasado era considerado el más estable de Latinoamérica.