El viernes pasará a ser “un huracán de gran intensidad y continuará siendo extremadamente peligroso a lo largo del fin de semana”, según la misma fuente.
Los modelos de su trayectoria lo muestran llegando al sureste de Estados Unidos entre el lunes y el martes, aunque no se sabe adónde exactamente. Las proyecciones estiman que soplará entonces con vientos de 209 Km/hora, lo que equivale a la categoría 4.
El gobernador del Georgia, Brian Kemp, declaró el estado de emergencia en 12 condados de la costa, un día después de que el vecino estado de Florida hiciera lo mismo con toda su costa este.
Kemp dijo que la tormenta “tiene el potencial de producir impactos catastróficos en los ciudadanos” en toda la costa sureste del país.
“Quiero urgir a nuestros ciudadanos a que estén listos para movilizarse muy rápidamente”, dijo en una conferencia de prensa. “Todavía no sabemos mucho sobre la trayectoria de la tormenta”.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, insistió este jueves en que todos los residentes deben estar preparados para recibir el impacto de un gran huracán.
“Todos los floridanos deben tener un plan. No esperen a que sea demasiado tarde”, escribió en Twitter.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que cancelará un viaje que tenía previsto a Polonia por la amenaza del huracán. “Parece que la tormenta podría ser muy, pero muy grande”, dijo.
Colas en supermercados y gasolineras
En Florida, los condados pusieron a disposición el jueves centros de distribución de sacos de arena, para colocar en las puertas en las zonas inundables, y ya se veían largas colas para comprar provisiones en los supermercados.
La televisión local mostraba estantes sin existencias y colas en las gasolineras en el centro de Florida.
En Miami, los estantes de agua y de comida enlatada en los supermercados estaban comenzando a quedarse vacíos y el ambiente era un poco frenético.
Dos argentinas que tenían el carrito de compras atiborrado de botellas de agua dijeron que era su primer huracán y no querían correr riesgos.
“Nunca se sabe”, comentó Magdalena Gómez, de 57 años. “Te estresan y después capaz que no pasa nada, pero yo soy muy obediente. Si me dicen que vaya a comprar agua, yo voy, yo compro todo”.
La tienda de suministros de construcción Home Depot se estaba quedando sin tablones de madera, que son utilizados por los residentes para tapiar las ventanas ante la llegada de un huracán.
“La gente ya tiene experiencia, son de Florida. No se arriesgan”, dijo un trabajador de la tienda a AFP.
En Miami Beach, la turística isla barrera frente a Miami, la calle Ocean Drive -que normalmente vibra de turistas- estaba anormalmente tranquila. Los restaurantes art deco que le dan personalidad tenían mesas vacías, pero los comercios aún no tapiaban sus puertas ni ventanas.
Cristina Grand, una residente de Miami de 55 años, que vive con su familia en una zona inundable frente a la bahía de Miami, dijo que no se prepara para desalojar porque ha sobrevivido a varios huracanes.
“Ya hemos pasado tantos que prefiero pasarlo en mi casa. (…) Con (el huracán) Irma estuvimos 10 días sin luz…”, recuerda.
El sur de Florida fue azotado en 2017 por Irma, un huracán de categoría 4 que dejó graves destrozos en los cayos. El año pasado, el norte de Florida fue devastado por Michael, que llegó con categoría 5.
Después de rozar Puerto Rico el miércoles por la noche, sin causar daños, Dorian se arremolinaba en el océano a 470 km al este de las Bahamas y se desplazaba hacia el noroeste a una velocidad de 19 km/h, según el boletín del NHC de las 03H00 GMT.
En Puerto Rico, la población se despertó aliviada por haberse salvado de la amenaza del huracán, que iba a ser el primer ciclón en golpear esta isla del Caribe desde que la monstruosa María la destrozara hace dos años.
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