Se trata del festival “Fandango Fronterizo”, una fiesta tradicional en la que se interpreta y se baila música tradicional del estado de Veracruz (este), conocida como son jarocho.
El evento se realizó en el Parque Binacional de la Amistad, ubicado en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. En ese lugar, los músicos gritaron “que se caiga el muro” mientras tocaban sus instrumentos musicales.
El festival inició en 2008 y originalmente se realizaba a ambos lados de la valla fronteriza. Sin embargo, desde 2019 solo se realiza en el lado mexicano pues autoridades estadounidenses han prohibido el ingreso al Parque de la Amistad con un cerco.
“Espero que no sea por mucho tiempo, tengo la esperanza (…) de que abran la frontera para que el fandango continúe. El saber que nos podríamos tocar con el meñique a través del muro para saludarnos era impactante”, dijo Carmen Castro, una de las organizadoras del evento.
Por su parte, Anastasio Luna, un participante procedente de Veracruz, dijo que los fandangos han servido para crear hermandad y comunidad a ambos lados de la frontera.
“Un grupo de amigos de aquí de Tijuana y otro de Los Ángeles, tuvieron la iniciativa de hacer una fiesta agarrando el Son Jarocho como una manera para protestar contra las barreras que tenemos entre países”, dijo.
La algarabía del evento contrasta con los momentos difíciles para los migrantes que cruzan México para llegar a Estados Unidos. El viernes 6 de octubre, 18 personas de Venezuela y Haití murieron al volcarse el autobús en que viajaban en una carretera del estado de Oaxaca (sur).
El 1 de octubre pasado, otros 10 migrantes procedentes de Cuba murieron en otro accidente carretero en el estado de Chiapas (sur).
Además, Washington anunció el jueves una ampliación del muro fronterizo en el sur de Texas, una medida que el gobierno mexicano calificó como “publicitaria” y “un retroceso”.
Ante el refuerzo de la seguridad por parte de México para combatir el tráfico irregular de migrantes, miles de personas de distintas nacionalidades atraviesan el país en autobuses, remolques, vehículos en mal estado o trenes de carga.
En el trayecto, sin embargo, sufren accidentes o ataques de criminales y en ocasiones de las propias autoridades.
Además de los que recorren las carreteras de manera clandestina, miles de migrantes permanecen en la ciudad de Tapachula, en Chiapas, en espera de que autoridades mexicanas les entreguen permisos para transitar por el país.
Otros miles se agolpan en las ciudades fronterizas con Estados Unidos esperando el momento oportuno para cruzar.