A los 120 menores presentes, el papa les arropó con sus palabras y les dijo que son “parte de la familia” y que tenían “mucho para compartir” y les pidió ayuda para “saber cuál es la mejor manera para estar y acompañar el proceso de transformación que, como familia, todos necesitamos”.
En la pequeña capilla del centro del reclusorio, decorada con los símbolos de la JMJ que han pintado los mismos jóvenes, se celebró una liturgia penitencial y doce de estos chicos fueron confesados, tres de ellos por el Pontífice, en los confesionarios que ellos mismos han realizado en los talleres del centro.
“Ustedes, chicos, los responsables de la custodia y las autoridades del Centro y del Ministerio, y sus familias, así como los agentes de Pastoral. Todos, peleen y peleen para encontrar y buscar los caminos de inserción y transformación”, clamó el papa.
Al comentar el evangelio que acababan de leer, el papa les aseguró que “Jesús no tiene miedo de acercarse a aquellos que, por un sinfín de razones, cargaban sobre sus espaldas con el odio social”.
“Cultura del adjetivo”
El papa también criticó lo que considera una “cultura del adjetivo” propagada por aquellos que ponen rótulos y etiquetas a las personas y que “congelan y estigmatizan no solo el pasado sino también el presente y el futuro de las personas”.
“Rótulos que, en definitiva, lo único que logran es dividir: acá están los buenos y allá están los malos; acá los justos y allá los pecadores”, y que, lamentó, “levanta un muro invisible que hace creer que marginando, separando o aislando se resolverán mágicamente todos los problemas”.
El papa indicó a los recluidos que “cada uno de nosotros es mucho más que sus rótulos” y les dijo que Jesús “con su mirada nos desafía a pedir y buscar ayuda para transitar los caminos de la superación”.
“Todos tenemos un horizonte. Abre la ventana y lo vas a encontrar”, les animó.
A los jóvenes, todos varones, menos un grupo de seis muchachas que llegaron de otro centro, les pidió que no escuchen y no crean a esas “murmuraciones” interiores que parecen ganar y que hacen creer que nada se superará.
“Es una polilla que los come por dentro, no le hagan caso cuando les dice que no pueden”, dijo Francisco.
A los menores les indicó que “Dios les considera parte de la familia y les dice: “no puedo dejarte a la intemperie, no puedo perderte en el camino, estoy aquí contigo. ¿Aquí? Sí, aquí”.
Y les pidió que confíen en “la mirada del Señor, que no mira un rótulo ni una condena, sino que mira hijos” y da la fuerza para desmentir “las descalificaciones” y las “murmuraciones”.
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