El domingo se publicaron las últimas encuestas abiertas a todo el público y el panorama era muy cómodo para la hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimor: ventaja amplia en los sondeos, un “triunfo” claro en el primer debate presidencial y una extendida sensación de que su victoria estaba escrita.
Pero Kuczynski respondió con una buena actuación en el último debate, la noche del domingo, pues alternó propuestas técnicas con los ataques punzantes que suelen gustarle a gran parte de la población, y marcó diferencias con una candidata que tiene dificultades cuando la sacan del libreto.
Además, ese país se sacudió con la revelación de que el candidato a vicepresidente de Fujimori, José Chlimper, fue quien le pasó a un programa de televisión un audio manipulado para ayudar al ex secretario general del partido fujimorista Fuerza Popular (FP) Joaquín Ramírez, congresista y empresario cuya misteriosa fortuna es revisada por la Fiscalía peruana y la DEA estadounidense.
Efecto de revelaciones
La racha prosiguió cuando se destapó que una de las sedes de FP en Lima funciona en la casa de reconocidos delincuentes comunes y cuando, con desesperación de última hora, líderes de izquierda, centro y derecha moderada dejaron las ambigüedades y anunciaron que votarán por Kuczynski para frenar a la ultraderecha, o, según una etiqueta que empieza a hacer recorrido, al “narcoestado”.
A falta de cinco días para los comicios, el obligado silencio de las encuestadoras impide saber si todo eso ha repercutido en la intención de voto, por lo que todo lo que se diga cae en el campo de la especulación.
Una primera mirada es la de los kuczynskistas o, lo que en estos momentos es prácticamente lo mismo, los antifujimoristas. Para ellos, el votante reaccionará y pondrá los antecedentes democráticos del candidato del partido Peruanos Por el Cambio por sobre todas las manchas que vienen desde el cuestionado gobierno de Fujimori padre (1990-2000).
Otros, más neutrales, estiman que la reacción del candidato fue tardía, que le cedió la cancha a la rival por demasiado tiempo (como cuando se fue de viaje personal por ocho días a Estados Unidos) y que no supo hilvanar una estrategia efectiva. Para ellos, las cartas están echadas y los últimos hechos solo servirán, como máximo, para hacer más estrecha la derrota.
Finalmente, el sector duro del fujimorismo, situado entre los más pobres y los más urgidos de ayuda, piensa que la “orquestación” contra su líder, encabezada por un Kuczynski al que pintan ahora como poco menos que comunista, solo servirá para fortalecer a FP y para lograr un triunfo aplastante que complemente el ya logrado en el Congreso, donde el partido se apoderó de 73 de 130 curules.
En el camino, quedó claro entre los analistas que las posiciones de los candidatos, aunque sean de derechas, resultan distintas en lo económico, lo político y lo social.
En lo político, la oferta de Kuczynski es más institucional, y más autoritaria la de Fujimori. En lo económico, las concesiones a las que parece dispuesto el liberal ortodoxo Kuczynski son menores que las de una Fujimori ganada por el populismo y el clientelismo sectorial. En lo social, la candidata ya selló pactos con los sectores más conservadores de las iglesias, frente a una actitud más tolerante del adversario.
Las dudas empezarán a disiparse el viernes cuando se conozcan nuevas encuestas solo publicables en el extranjero. Pero la decisión final para el periodo 2016-2021 se tomará el domingo, cuando el pueblo tenga que decantarse por una de las opciones.