El presidente electo también sostuvo una reunión privada con la embajadora norteamericana Jean Manes, en la que se discutieron “varios” temas para “reforzar” las relaciones bilaterales y el acercamiento.
El Gobierno norteamericano se ha puesto a disposición de Bukele para trabajar conjuntamente “para avanzar la prosperidad y democracia en la región”, por lo que, de lograr entablar un vínculo más solido, El Salvador sería el más beneficiado, ya que su economía se sostiene, principalmente, por las remesas que provienen de EE. UU.
Pero también el país norteamericano podría conseguir, como moneda de cambio, que Bukele revirtiera algunas decisiones que el Gobierno de Sánchez Cerén tomó contra la voluntad y las sugerencias del Ejecutivo de Donald Trump, como el establecimiento de relaciones diplomáticas con China, en detrimento de Taiwán, país con el que El Salvador rompió lazos.
El inesperado cambio ejecutado el pasado agosto bajo fuertes críticas de la derecha salvadoreña, llevó al Gobierno estadounidense a “revaluar” sus nexos con la nación centroamericana y a mostrarse preocupado por el “cambio abrupto”, algo que podría revertirse con Bukele al mando del país.
Para EE. UU. el cambio repentino de la diplomacia salvadoreña es parte de una serie de “acciones políticas preocupantes”, como el “apoyo continuo” a países como Venezuela o Nicaragua, actitudes duramente criticadas por el Gobierno de Donald Trump, a lo que Ejecutivo de Sánchez Cerén hizo caso omiso y exigió que se respetaran sus decisiones.
Este rompimiento de vínculos también generó rechazo en la ciudadanía y, de acuerdo con un sondeo de la privada Universidad Tecnológica (UTEC), publicado en octubre de 2018, el 73,6 % de la población considera que el establecimiento de relaciones diplomáticas con China fue “nada” o “poco” acertada.
A las diferencias de EE. UU. con El Salvador en la política exterior se suman cuestiones de asuntos sociales que afectan a ambos países, como la salida irregular en caravanas de unos 3.000 migrantes salvadoreños hacia Norteamérica.
Este hecho generó discrepancias bilaterales, ya que el Ejecutivo de Trump señaló que los países centroamericanos no han sabido frenar a sus compatriotas para evitar que viajaran de manera ilegal.
El presidente de EE. UU. ha sido muy crítico con los gobiernos de Centroamérica, a los que amenazó con retirar parte de su ayuda económica al desarrollo, al asegurar que no hicieron lo suficiente para evitar la salida de las caravanas, que han partido de la región con el objetivo de llegar a Estados Unidos.
Aunque el presidente electo no se manifestó públicamente sobre este asunto, EE. UU. buscará, como lo hizo anteriormente con el Ejecutivo saliente sin obtener el éxito esperado, que el nuevo mandatario se alinee con la política migratoria norteamericana.
Bajo este clima, ambos países buscan acercarse más para encontrar soluciones a problemáticas que con el tiempo se recrudecieron y a las que Bukele tendrá que hacer frente a partir del 1 de junio cuando tome posesión de su cargo.
Mientras eso sucede, el presidente electo ya transmitió a Estados Unidos que encontrará en El Salvador “no sólo un aliado, sino también un amigo”.
En las elecciones del 3 de febrero, Bukele logró el 53.1% de los sufragios, por delante de los candidatos de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), rompiendo así el bipartidismo que los partidos tradicionales tuvieron por décadas en el Ejecutivo al repartirse las últimas cinco Administraciones.
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