El Pontífice, que donó a la FAO una estatua que representa al niño sirio Aylan Kurdi, ahogado en el Mediterráneo y símbolo de los refugiados, destacó que la inseguridad alimentaria y las migraciones solo se pueden afrontar abordando sus causas profundas, como los conflictos y el cambio climático, que no son una “enfermedad incurable”.
Igualmente, se pronunció a favor de la búsqueda de la paz y el desarme, el consenso de la comunidad internacional sobre el clima, la financiación de programas más eficaces contra el hambre y un cambio en los modelos de producción y consumo.
“Está en juego la credibilidad de todo el sistema internacional”, alertó.
El Pontífice llamó a introducir conceptos como el amor, la fraternidad y la misericordia en el lenguaje de la cooperación internacional, alejando la “tentación” de utilizar mal las ayudas y actuar en favor de unos pocos.
Sus palabras fueron escuchadas por algunos ministros de Agricultura del Grupo de los Siete países más industrializados del mundo (EE. UU., Alemania, Francia, Italia, el Reino Unido, Japón y Canadá) que se desplazaron hasta Roma, tras haber mantenido este fin de semana una reunión con los demás titulares del ramo del G7 en la localidad de Bérgamo, en el norte de Italia.
El titular italiano de Agricultura, Maurizio Martina, expresó el compromiso del G7 de erradicar el hambre de 500 millones de personas antes del 2030, aumentando la cooperación agrícola y la transferencia de conocimientos y tecnología a las naciones más necesitadas.
También aludió a la necesidad de reforzar la “transparencia en la formación de los precios y la defensa del papel de los agricultores frente a la volatilidad de los precios”.
Ante la postura europea de pagar a los agricultores un precio “más justo” por sus productos, otros países del G7 abogaron por otras vías para ayudar a los pequeños productores de zonas rurales en los Estados pobres, donde se concentra el 75% de la población que pasa hambre.
El secretario estadounidense de Agricultura, Sonny Perdue, afirmó que “la transparencia está en la base del comercio libre”, el cual es “fundamental” para lograr seguridad alimentaria, una idea compartida por el ministro canadiense, Lawrence MacAulay.
En el acto también intervinieron otros representantes de Francia, Alemania, Reino Unido y Japón, así como el comisario europeo de Agricultura y Desarrollo Rural, Phil Hogan, y el presidente de Madagascar, Héry Rajaonarimampianina.
Por parte de las agencias de la ONU en Roma, el director general de la FAO, José Graziano da Silva, insistió en el vínculo entre el hambre y la migración, como queda de manifiesto en el lema elegido este año para el Día de la Alimentación: “Cambiar el futuro de la migración, invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural”.
Gilbert Houngbo, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), remarcó que “no se trata solo de la agricultura y la alimentación, sino de transformar el campo” también.
Por su lado, el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley, mostró su confianza en acabar con el hambre si antes se pone fin a los conflictos.
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Algunos datos, según la FAO:
• En 2015, había 244 millones de migrantes internacionales, 40% más que en 2000.
• Alrededor de un tercio de los migrantes internacionales tiene entre 15 y 34 años. Casi la mitad son mujeres.
• Gran parte de los migrantes proviene de las zonas rurales, donde más del 75% de los pobres y de la población que padece inseguridad alimentaria del mundo dependen de la agricultura y de los medios de vida de subsistencia basados en los recursos naturales.
• En 2015, los migrantes enviaron más de US$600 mil millones en remesas a sus países de origen. De ellos, los países en desarrollo recibieron cerca de US$441 mil millones, casi tres veces la cuantía de la asistencia oficial para el desarrollo.