Y agregó: “así que le digo a los mafiosos: cambiad, dejad de pensar solo en vosotros y en vuestro dinero, convertíos al verdadero Dios de Jesucristo. De otro modo vuestra propia vida estará perdida y será la peor de las derrotas”.
En la gran explanada verde del Foro Itálico, junto al mar, el mismo lugar donde Puglisi fue beatificado en 2013, Francisco recordó el sacrificio del sencillo cura que desde su parroquia del barrio desfavorecido de Brancaccio trató de salvar a los jóvenes de las garras del crimen organizado.
El sacerdote palermitano fue asesinado de un tiro en la nuca el 15 de septiembre de 1993 por orden de la Cosa Nostra, el mismo día en que cumplía 56 años.
El asesinato de don Pino, que era un símbolo para quienes no se dejan amedrentar por la mafia, causó conmoción y provocó una gran reacción social en todo el sur de Italia, que aun no se había recuperado de los asesinatos de los jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolpo Borsellino el año anterior.
“El padre Pino sabía que se arriesgaba, pero sabía sobre todo que el verdadero peligro en la vida es no arriesgar y vivir cómodamente”, continuó Francisco, que llamó a los fieles a olvidar el egoísmo siguiendo el ejemplo del párroco.
Dijo que “don Pino coronó su victoria con una sonrisa”, la sonrisa que dirigió a su asesino cuando le vio llegar y le dijo “le esperaba”.
“Aquella sonrisa no deja dormir de noche a su asesino, que dice: había una especie de luz en aquella sonrisa”, aseguró el pontífice. E insistió: “el padre Pino estaba indefenso, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios”.
“Necesitamos hombres de amor, no hombres de honor. De servicio, no de opresión”, continuó el papa, que llamó a los fieles a no dejarse llevar por el odio ni el rencor.
“Si la letanía mafiosa es “tú no sabes quién soy yo”, la cristiana es “yo tengo necesidad de ti” y si la amenaza mafiosa es “me las pagarás”, la plegaria cristiana es “señor, ayúdame a amar””, señaló.
No es la primera vez que el papa argentino Bergoglio dirige duras palabras a los mafiosos, y hace algunos años, en Calabria, había declarado excomulgados a los miembros de la poderosa mafia local, la Ndrangueta.
También ha denunciado en varias ocasiones el “dinero ensangrentado” de la Mafia, que especialmente en el sur de Italia controla cualquier iniciativa de desarrollo mientras los jefes mafiosos blanquean frecuentemente su actividad con obras de caridad.
Las palabras de Francisco contra la falsa religiosidad de los mafiosos recuerdan al colérico mensaje que el papa Juan Pablo II improvisó contra la mafia italiana el 9 de mayo de 1993 en una misa en Agrigento, Sicilia.
“El pueblo siciliano, tan arraigado a la vida, que ama y da la vida, no puede vivir siempre bajo la presión de una civilización contraria, de la muerte. Hace falta la civilización de la vida. En nombre de Cristo crucificado y resucitado, que es camino, verdad, y vida, me dirijo a los responsables: ¡Convertíos, un día vendrá el juicio de Dios!”, exclamó el papa polaco.
Tras la misa de hoy, Francisco acudió a visitar una misión laica que asiste a los pobres en Palermo, donde compartió con ellos un frugal almuerzo, antes de acudir al deprimido barrio Brancaccio donde era párroco Puglisi.
El pontífice había llegado a Palermo en helicóptero procedente del pueblo de Enna, en el centro de Sicilia, donde a primera hora de la mañana tuvo la primera etapa de este viaje con un encuentro con los fieles.
Ante decenas miles de personas congregados en la Plaza Armerina de esa localidad, el pontífice abordó la difícil problemática que afecta a la región y “limita la serenidad de este territorio”.
“No son pocas las llagas y tienen un nombre: subdesarrollo social y cultural, explotación de los trabajadores y ausencia de puestos de trabajo dignos para los jóvenes, emigración de núcleos enteros familiares, usura, alcoholismo y otras dependencias”, enumeró el papa.
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