Su martirio continuó por mano de sus hermanos sacerdotes y del episcopado”, afirmó el Papa ante una delegación de obispos y fieles salvadoreños.
Treinta y cinco años después del asesinato de Oscar Arnulfo Romero, el Papa reconoció que hubo una campaña para denigrar al religioso centroamericano, cuya beatificación estuvo bloqueada en la época de Juan Pablo II y promovida en cambio por Francisco, que lo considera un modelo para América Latina.
“Solo Dios conoce la historia de la persona. Vio que lo estaban lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la lengua”, agregó.
Las palabras del papa argentino fueron pronunciadas al término de una audiencia especial en el Vaticano concedida por el pontífice a una numerosa delegación de salvadoreños que viajaron a Roma para agradecer a Francisco por la reciente beatificación de Romero, el 23 de mayo pasado en El Salvador.
Romero fue tildado tanto en los últimos años de su vida como después de muerto de ser “un desequilibrado”, “un marxista”, un “títere manipulado por curas de la teología de la liberación que le escribían sus encendidos sermones” contra la oligarquía, las injusticias sociales y la represión en su país.
La beatificación de Romero, sin necesidad de probar un milagro tras ser proclamado un mártir por su fe, resulta coherente con el papado de Francisco que respalda la lucha por la justicia social.
Obispo luchador
Como obispo, Romero denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó en público su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.
Su asesinato —ocurrido mientras oficiaba una misa— el 24 de marzo de 1980, provocó la protesta internacional en demanda del respeto a los derechos humanos en El Salvador.
Dentro de la Iglesia católica se lo consideró un obispo que defendía la “opción preferencial por los pobres”. En una de sus homilías, afirmó: “la misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación”.
Sus acciones son admiradas por los seguidores de la Teología de la Liberación.
El 24 de marzo de 1990 se dio inicio a la causa de canonización de monseñor Romero. En 1994 se presentó de modo formal la solicitud para su canonización a su sucesor Arturo Rivera y Damas.
A partir de ese proceso, monseñor Romero recibió el título de Siervo de Dios, además fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979, a propuesta del Parlamento británico.
El 23 de mayo de 2015 fue beatificado en la Plaza Salvador del Mundo. Se trata del primer salvadoreño en ser elevado a los altares y el primer arzobispo mártir de América.