“Fue algo de segundos, ni sentí que tomaba una decisión porque en ese momento no tenía otra opción”, dijo Cochran a la AFP seis días después de sobrevivir al voraz incendio forestal que arrasó esta pequeña comunidad turística en la costa oeste de Maui.
La joven de 30 años, que trabaja para la organización sin fines de lucro Pacific Whale Foundation, perdió su apartamento, su auto, su mascota, vecinos y amigos en la tragedia que ya dejó casi 100 muertos y más de 1.000 desaparecidos.
Pero sobrevivió tras horas de incertidumbre y agonía. Sus conocimientos del mar le pagaron con creces. “Me siento muy afortunada de tener esa conexión con el océano porque creo que me ayudó a mantenerme a salvo aquella noche. El océano me salvó la vida”.
“Negro como el carbón”
El martes 8 de agosto era como cualquier otro en este paradisíaco enclave del archipiélago estadounidense, recuerda Cochran.
Un incendio amenazaba desde la montaña que enmarca Lahaina, pero avisos de contención total de las llamas la tranquilizaron.
Sin embargo, la agonía comenzó poco después de las 15 horas cuando sintió olor a quemado.
“No había humo, pensamos que tal vez eran las cenizas que venían de la montaña por el incendio de la mañana”, dijo la joven a las afueras del Complejo Memorial de Guerra, en Kahului, donde está refugiada desde la tragedia.
Sin alertas ni órdenes de evacuación, ella y sus vecinos reaccionaron al ver el cielo teñirse de negro por el humo. “Vimos las llamas y entendimos que venía en nuestra dirección”.
Cochran corrió por su bolso, un álbum de recuerdos y fotos, y su pájaro (que falleció en el escape), y entró a su auto.
“Todo era negro como el carbón. No podía ver más de una pulgada frente a mi parabrisas”.
Avanzó algunos metros en dirección de la Front Street, la principal calle de Lahaina, y que da de cara al transitado malecón. “Vi un enjambre de autos. La gente los abandonó en la calle y comenzó a correr”, dijo Cochran.
“Fue cuando entendí que nadie me iba a rescatar, al menos no en un buen tiempo”, manifestó.
Cochran encontró allí a dos de sus vecinos, y supo que las llamas les pisaban los talones cuando los carros abandonados comenzaron a explotar. Asustada, decidió lanzarse al mar junto a su vecina Edna para protegerse de las brasas.
“Nos sumergimos completamente, mantuvimos nuestros rostros lo más abajo posible al punto de respirar apenas en la superficie del agua porque el aire era muy agrio”.
Poco después vieron que su otro vecino ya no se movía.
Las mujeres se aferraron al muro de rocas que bordea el fin del malecón de Lahaina. Pero tras varias horas en el mar y agobiadas por el humo, comenzaron a perder consciencia y a sufrir alucinaciones.
“Cuando el agua golpeaba mi cara, volvía en mí y caía en la cuenta de dónde estaba (…) Hay varios períodos que no recuerdo de aquella noche”.
Cochran consiguió llamar al servicio de emergencia desde su teléfono, protegido en el muro de piedras. “Pero nos dijeron que no había forma de rescatarnos aún”.
Luego, vieron un barco de la Guardia Costera rescatando decenas de personas que estaban mar adentro, pero la embarcación no tenía cómo acercarse a la empedrada costa, por lo que la espera junto a su vecina y unas 40 personas continuó.
“Aterrador”
“Pasaron unas ocho horas hasta que pude soltar la pared de piedras y abandonar la Front Street. Y de esas ocho horas, diría que pasé al menos cinco completamente sumergida hasta el cuello tratando de protegerme”.
“Pero de a ratos era tan frío que teníamos que subir al muro y acercarnos al fuego para calentarnos. Es una de las razones por las cuales estoy llena de heridas y quemaduras”, dice señalando los muchos raspones en sus piernas y brazos.
Los sobrevivientes finalmente fueron rescatados sobre la medianoche por los bomberos, quienes los llevaron a un comercio próximo que sobrevivió al infierno. Luego los trasladaron a un refugio en la madrugada.
“Fue aterrador y traumatizante”, recordó.
La joven, que piensa volver a casa de sus padres en Washington para procesar lo vivido, dice que la comunidad de Lahaina está “muy enfadada” con sus autoridades.
“Lo que ocurrió, en mi opinión, roza la negligencia (…) Sólo estoy aquí porque me encargué yo misma”.
Tras casi ocho años viviendo en la ahora devastada ciudad costera, de 12 mil habitantes, Cochran dice estar en duelo por este pueblo lleno de historia.
“Pensar que perdimos nuestra hermosa Lahaina, y nuestras memorias allí. Saber que no podré caminar por la Front Street de nuevo. Es incomprensible”, dice y la detienen las lágrimas. “Pero me siento bendecida por la vida y feliz de estar aquí. Es lo más importante”.