Sin embargo, hasta ahora, este plan no ha tenido como resultado el caos que Abbott previó.
“Me gustaría agradecerle al gobernador de Texas”, dijo el jueves en la mañana Chadrack Mboyo-Bola, de 26 años, cuando él y otros migrantes se bajaron de uno de los autobuses que el estado de Texas había rentado para llevarlos en un viaje que duró 33 horas. A unas cuantas cuadras del Capitolio de Estados Unidos, fueron recibidos por unos voluntarios que les ayudarían a llegar a sus destinos requeridos en todo el país, donde esperarán a que llegue el día en que tengan que asistir a los tribunales de inmigración.
Tres días antes, Mboyo-Bola y su familia habían cruzado de México a Estados Unidos por la frontera del centro de Texas después de un trayecto de ocho semanas desde Brasil. Después de pasar un día bajo la custodia de la patrulla fronteriza en Eagle Pass, Texas, ellos y cerca de otros 20 inmigrantes nuevos aceptaron el ofrecimiento de abordar en la ciudad cercana de Del Río un autobús con dirección a la capital del país.
Abbott afirma que su objetivo es llamar la atención a lo que él y otros republicanos califican como las políticas de inmigración fallidas del presidente Joe Biden durante un periodo en el que los cruces por la frontera suroccidental han alcanzado su máximo nivel.
“La decisión y la medida de enviar a la gente en autobús desde las comunidades fronterizas se tomaron con el fin de atenuar la presión que reciben las comunidades locales que se encuentran a lo largo de la frontera”, señaló el gobernador en una conferencia de prensa el jueves. “Voy a llevarle la frontera al presidente Biden”.
No obstante, resulta que el plan de Abbott encaja con la estrategia del gobierno de Biden para responder al incremento de cruces de migrantes, mismos que las autoridades prevén que aumenten más cuando, a finales de mayo, se retire una norma de salud pública que se impuso durante la pandemia del coronavirus. El plan de Biden incluye trabajar con los gobiernos estatales y locales y con las organizaciones sin fines de lucro para ofrecer apoyo, ayuda y transporte con el fin de sacar a los migrantes de las comunidades fronterizas y llevarlos a su destino final de una manera amable y ordenada.
“En realidad, de algún modo es perfecto”, señaló Bilal Askaryar, portavoz de Welcome With Dignity, un colectivo de cerca de cien grupos locales y nacionales que ayudan a los migrantes. “El gobernador Abbott los envió, sin querer, a uno de los mejores lugares del país para recibir a la gente”.
La verdad es que los migrantes que Texas está enviando a Washington D. C. están llegando de manera voluntaria y son una parte muy pequeña de los miles que cruzan a diario la frontera. Hasta el lunes, desde que llegó el primer autobús el 13 de abril, Abbott había enviado alrededor de 195 migrantes que se ofrecieron para viajar a la capital del país, aunque había otros más en camino. El autobús de Mboyo-Bola fue el octavo desde Texas y para el viernes habían llegado otros dos. De acuerdo con la oficina de Abbott, la División de Gestión de Emergencias de Texas ha estado rentando estos autobuses.
Abel Nuñez, el director ejecutivo del Central American Resource Center, una organización sin fines de lucro con sede en Washington D. C. que ayuda a los migrantes a conseguir asesoría legal y alojamiento, dijo que el trabajo voluntario de las bases no sería suficiente si Washington D. C. se convierte en una estación de paso para muchos más migrantes que vengan directo desde la frontera. Sin ayuda, los nuevos migrantes se quedarían en una ciudad desconocida, tal vez no tendrían los medios ni la experiencia para llegar a su destino final y tendrían que instalarse en las calles o en las estaciones de autobuses.
Sin embargo, por el momento, las cifras siguen siendo moderadas. Cuando los migrantes que llegaron el jueves 21 de abril, se reunieron con los voluntarios en una cafetería cercana propiedad de una iglesia, ocho más esperaban en un refugio en Del Río, Texas (una pequeña ciudad que acaparó los titulares el otoño pasado cuando miles de migrantes se acurrucaban en condiciones miserables debajo de un puente) para abordar otro autobús gratuito.
“Le agradezco mucho al gobernador. Su ayuda es muy bien recibida”, comentó Reydel Grau, un cubano que viajó durante tres semanas para llegar a Estados Unidos. Con agujeros en los bolsillos y un poco de dinero que le quedaba de los US$1300 que había ahorrado para el viaje, comentó que la palabra “gratis” fue música para sus oídos cuando la escuchó.
Durante una llamada por FaceTime, Grau dirigió la cámara de su teléfono celular hacia un imponente autobús rentado que había detrás de él, maravillándose por su tamaño. “Parece un avión”, dijo con una gran sonrisa.
Cientos de migrantes llegan a diario al refugio de Del Río, el cual es administrado por la Coalición Humanitaria de la Frontera de Val Verde y les ofrece comidas, conexión wifi gratuita, acceso a teléfonos de telefonía fija y cargadores, y orientación sobre cómo llegar a sus destinos en Estados Unidos.
La mayoría de los migrantes que van a este refugio, entre ellos la mayor parte de los que estaban ahí el jueves en la mañana, compran su propio boleto de autobús, casi siempre a San Antonio, donde hacen la conexión hacia su destino final.
Durante su recorrido, los autobuses gratuitos también han dejado a algunos de los migrantes en estados con tendencias republicanas, como Alabama, Georgia y Carolina del Norte.
Según Askaryar, cuando Abbott anunció su plan, de inmediato se movilizaron las agencias de defensoría de Texas y Washington D. C.; organizaciones grandes y pequeñas convocaron a voluntarios a través de grupos religiosos y listas de correos electrónicos del vecindario.
Un grupo de WhatsApp, del cual es miembro un representante de la oficina del alcalde de Washington D. C., comparte información de los autobuses y sus horas aproximadas de llegada a esa ciudad. La oficina del gobernador de Texas casi nunca divulga cuándo salen los autobuses ni de dónde, y tampoco avisa con anticipación dónde dejarán a los migrantes.
“Aquí hay muchos voluntarios que conocen el sistema y entienden las necesidades”, señaló Askaryar. “Tal vez no haya sido la intención del gobernador —creo que era evidente que quería provocar cierto caos—, pero la realidad es que estamos muy bien preparados y muy contentos de recibir a estas personas”.
Los legisladores republicanos, así como algunos demócratas que este otoño se enfrentan en una complicada reelección, han criticado mucho al gobierno de Biden por su plan de poner fin a la política provisional de restringir la inmigración, conocida como Título 42. Aun si se mantuviera esa política, los cruces en la frontera suroccidental han llegado a niveles históricos: de acuerdo con información interna, en fechas recientes, todos los días han cruzado un promedio de más o menos ocho mil 800 personas.
El jueves temprano, aproximadamente diez voluntarios se reunieron frente a la estación Union Station en la capital estadounidense, desde donde se podía ver bien el lugar en el que, por lo general, los autobuses rentados dejan a la gente. Poco después de las 7 horas, un autobús se estacionó en la avenida Delaware.
Aunque ya se había organizado de antemano que alguien recibiera en su destino final a la mayor parte de la gente que llegó a Washington D. C. el jueves, ese no era el caso de Mboyo-Bola, originario de Congo, ni de su familia, quienes se dirigían a Portland, Maine, porque él había leído en internet que ahí había varios refugios que podían albergar a los inmigrantes; mucha gente de África se ha establecido en esa área. Los documentos de entrada de Mboyo-Bola traían la dirección del Refugio Familiar de la ciudad de Portland, con el cual se comunicó uno de los voluntarios, pero le dijeron que no tenían espacio para la familia.
“Si los mandamos para allá, se van a quedar en la calle”, explicó Nuñez. “Nuestro trabajo no solo consiste en hacer llegar el problema a otra ciudad”.
En ocasiones, las comunidades que están a lo largo de la frontera suroccidental se han visto desbordadas cuando el gobierno deja en las estaciones de autobuses o en otros sitios a grupos de migrantes que no tienen dónde ir.
Los voluntarios finalmente encontraron en Washington D. C. a una familia de acogida autorizada que aceptó hospedar por una noche a Mboyo-Bola, a su esposa y a su hija, mientras intentaban hallar algún sitio para que la familia pudiera ir y recibir apoyo. Para el viernes, el Central American Resource Center les había comprado, a ellos y a otros migrantes africanos que llegaron el jueves por la noche, los boletos de autobús para Portland. Los voluntarios se comunicaron con las autoridades de la ciudad de Portland, quienes dijeron que intentarían encontrarles albergue cuando llegaran.
“Vamos a seguir respondiendo lo mejor que podamos y tratando de ofrecerles a estas personas al menos un poco de comodidad y de orientación sobre lo que tienen que hacer”, señaló Nuñez. “Pero al final, ellas tendrán que tomar sus propias decisiones”.