El lunes se inauguró, con bombo y platillo y pocas consideraciones logísticas, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, al norte de Ciudad de México, el primero de los muchos proyectos de infraestructura a gran escala que el presidente Andrés Manuel López Obrador prometió entregar antes de que termine su sexenio en 2024.
La inauguración del aeropuerto puede parecer prematura, pero se produce apenas unas semanas antes de un referéndum sobre si el presidente debe renunciar mucho antes de que termine su mandato obligatorio. López Obrador parecía ansioso por cumplir al menos uno de esos proyectos prometidos antes de la votación. “Es una obra del pueblo”, dijo López Obrador en la ceremonia de inauguración, mientras sus partidarios coreaban “¡sí se pudo!”.
El éxito del aeropuerto a largo plazo podría influir significativamente en las perspectivas del partido que fundó hace aproximadamente una década, Morena. Pero por el momento, el aeropuerto, al igual que muchos de los grandes proyectos del presidente, puede no ofrecer tantos beneficios económicos o políticos como él espera.
Los proyectos incluyen una nueva y gigantesca refinería de petróleo, que llegaría en un momento en el que la producción de la compañía petrolera estatal está cayendo, y el Tren Maya, que llevará a los turistas desde las playas de Cancún hasta lo más profundo de la Península de Yucatán.
“Estos proyectos de infraestructura no son viables y serán subsidiados por el gobierno durante años”, dijo Denise Dresser, una destacada politóloga y columnista radicada en Ciudad de México.
Algunos analistas son más optimistas. Rogelio Rodríguez Garduño, profesor de derecho aeronáutico en la Universidad Nacional Autónoma de México que redactó la actual ley de aviación civil de México, dice que el nuevo aeropuerto podría llegar a ser rentable si se enfoca en convertirse en un centro para las compañías de bajo costo.
López Obrador llegó al poder en 2018, en una campaña incendiaria centrada en la corrupción profundamente arraigada de los gobiernos anteriores. Afirmó que su predecesor, Enrique Peña Nieto, le había robado la victoria durante las elecciones presidenciales de 2012. Aunque la votación fue reñida, los observadores internacionales afirmaron que Peña Nieto había ganado limpiamente.
Conocido por guardar rencores, López Obrador detuvo la construcción de un aeropuerto que Peña Nieto concibió —situado más cerca de Ciudad de México—, pese a que el gobierno ya había gastado unos 3000 millones de dólares y completado alrededor del 30 por ciento de ese proyecto. Estaba previsto que fuera un punto de referencia para la región, el aeropuerto de Heathrow de América Latina, con un precio total de 13.000 millones de dólares. Pero López Obrador dijo que el aeropuerto de Peña Nieto era “un gran atraco” que se estaba construyendo en “el peor sitio”. Su aeropuerto alternativo estaría en el lugar correcto y costaría mucho menos, un símbolo de la austeridad que defendía.
Aunque López Obrador dijo inicialmente que el Felipe Ángeles costaría unos 3700 millones de dólares, el gobierno ha destinado recientemente 2000 millones al proyecto. Queda mucho por hacer y el gasto podría aumentar aún más.
Si bien muchos analistas coinciden con López Obrador en que la corrupción ha sido endémica en gobiernos anteriores —y han aplaudido a su gobierno por la ausencia de escándalos graves—, creen que cancelar el proyecto del aeropuerto anterior fue un error.
El Felipe Ángeles fue construido en una base aérea militar por el ejército mexicano y contará con dos pistas de uso comercial, frente a las cinco previstas en el gobierno de Peña Nieto. El nuevo aeropuerto acogerá a 20 millones de pasajeros al año, frente a los 125 millones para los que se había diseñado el aeropuerto desechado, lo que lo habría convertido en el segundo más grande del mundo.
En lugar de construir un aeropuerto para Ciudad de México que acoja vuelos nacionales e internacionales —como preveía el proyecto original—, el Felipe Ángeles trabajará en tándem con el actual aeropuerto de la capital, que está sobrecargado y envejecido.
Pero más allá de la placa que cuelga sobre la terminal, hay pocas pruebas de que el aeropuerto Felipe Ángeles vaya a ser pronto un punto de referencia mundial.
Actualmente, las compañías aéreas mexicanas no pueden volar desde el Felipe Ángeles a Estados Unidos después de que la Administración Federal de Aviación estadounidense rebajara el año pasado su calificación de seguridad aérea para México. Los expertos del sector aéreo también han advertido que las montañas que rodean al Felipe Ángeles podrían hacer que el despegue y el aterrizaje sean peligrosos.
Hasta ahora, un puñado de compañías aéreas mexicanas han anunciado que operarán algunos vuelos nacionales desde el Felipe Ángeles, mientras que la única compañía internacional que se ha comprometido es la venezolana Conviasa.
El Felipe Ángeles está a unos 50 kilómetros de Ciudad de México, las carreteras que conducen a él están incompletas y la línea ferroviaria inacabada que une el aeropuerto con la capital no abrirá sino hasta 2023. Eso dificultará que los pasajeros que vuelan desde otros lugares de México puedan aterrizar en el Felipe Ángeles y luego emprender el largo viaje hasta el actual aeropuerto internacional para hacer una conexión con el extranjero. Se podría tardar hasta tres horas en llegar al Felipe Ángeles desde la capital, conocida por su tráfico excesivo.
El Felipe Ángeles, el primer gran proyecto de infraestructura que se entrega, debía mostrar la capacidad y el ahorro del gobierno a pocas semanas de un referéndum nacional sobre si el presidente debe terminar su mandato de seis años. Se prevé que el referéndum, propuesto por López Obrador, tenga una escasa participación, ya que se espera que sus partidarios acudan y sus detractores se queden en casa.
Los críticos dicen que algunos de los proyectos pueden resultar ser elefantes blancos, proyectos favoritos que resultan inviables. Si fracasan, probablemente será después de que López Obrador los inaugure, corte la cinta roja y se retire, puesto que su mandato termina en 2024.
Se espera que un candidato de Morena, el partido político que fundó el presidente, gane las próximas elecciones nacionales. Si los proyectos resultan infructuosos, es probable que sea durante el próximo gobierno, dicen los analistas, lo que posiblemente dejará a López Obrador libre de culpa.
En la inauguración, el lunes, miles de simpatizantes de López Obrador llegaron para animar al presidente. Bandas tradicionales interpretaron música mexicana, mientras varias personas buscaban en vano una conexión para hacer llamadas o enviar mensajes de texto desde el aeropuerto remoto.
El presidente fustigó a sus críticos y celebró el éxito del aeropuerto. López Obrador sigue siendo uno de los líderes más populares del mundo, con un índice de aprobación que ha rondado por encima del 60 por ciento desde que asumió el cargo en 2018, aunque ha bajado recientemente, ya que México ha luchado contra una desaceleración económica.
Los partidarios de López Obrador lo aclaman por ser un líder con los pies en la tierra, un presidente poco común que escucha al mexicano promedio y se preocupa por el bienestar de la clase baja.
“¡Se ve, se siente, AMLO está presente!”, corearon sus partidarios en la inauguración del aeropuerto, el lunes, utilizando un apodo de López Obrador.
María Abi-Habib es la jefa de la corresponsalía para México, Centroamérica y el Caribe. Ha reportado para The New York Times desde el sur de Asia y el Medio Oriente.
Elda Cantú es editora de la sección Internacional en Ciudad de México y escribe el boletín El Times. Antes de unirse a The New York Times en 2018 vivió en Perú, donde editaba revistas. Es originaria de la ciudad fronteriza de Reynosa, México.