Al cumplirse 20 años de los ataques del 11S, Riviera llamó hoy la atención del público congregado ante la Zona Cero. Ataviado con un impecable traje, porta una enorme bandera de barras y estrellas. “Este país me ha dado todo lo que tengo y me ha hecho todo lo que soy”, cuenta a quien quiera oírlo.
De las muchas cosas que ha hecho en su vida, Riviera está orgulloso sobre todo de haber sido rescatista en los días siguientes al 11 de septiembre, cuando con sus propias manos encontró entre los escombros el cadáver de Zaccoli.
Tan es así que Germano ha hecho imprimir unas tarjetas de visita donde aparece identificado como “Germano Riviera. Rescatista y Superviviente”, con la foto de las Torres Gemelas detrás más la Estatua de la Libertad y la bandera estadounidense.
Germano, que emigró a los 13 años a Estados Unidos al quedar huérfano -no da detalles, dice que ha tenido una vida muy azarosa- estaba el 11 de septiembre de 2001 en una joyería donde había entrado a trabajar un día antes.
Desde la joyería se veía la torre norte en su plenitud, cuando de pronto observó cómo un avión impactaba sobre ella. Su primera reacción no fue huir, sino acercarse a ver qué pasaba, y recuerda entonces la segunda explosión, “una ola de calor en la cara y el cuerpo, como cuando abres una estufa de gas”.
Pero no se arredró, cuenta. Horas después, cuando vio un convoy de bomberos que se dirigía apresuradamente al lugar, se ofreció como voluntario alegando su experiencia en el Ejército, donde llegó a ser sargento.
Los bomberos lo sumaron a las tareas, y fue allí, removiendo los escombros, cuando encontró los restos de Zaccoli. Según ha sabido más tarde, trabajaba en el piso 104 de la Torre Norte para una empresa llamada Cantor Fitzgerald, que perdió ese día más de 700 empleados.
Cada año, Germano viene para encontrarse con los deudos de Zaccoli.
Sus propios problemas los deja atrás, y no son pocos: haber participado en las tareas de rescate le ha costado 18 operaciones: tiene calcificación en los pulmones, sinusitis, acidez gástrica recurrente, dolencias oculares por la fibra de vidrio y pierde la voz con frecuencia. No se considera por ello una víctima del 11S, sino que su orgullo es haber sido rescatista en ese día histórico.