De esas tormentas, entre cinco y nueve podrían convertirse en huracanes (vientos de 120 km/h o más), incluidos de uno a cuatro huracanes importantes (categoría 3, 4 o 5, con vientos de 180 km/h o más).
La NOAA señaló que tiene un 70% de confianza en estos rangos.
“Con un clima cambiante, los datos y la experiencia que la NOAA brinda a quienes manejan las emergencias para respaldar la toma de decisiones antes, durante y después de un huracán nunca han sido tan cruciales”, sostuvo el administrador de la NOAA, Rick Spinrad, en un comunicado.
La temporada de huracanes en el Atlántico se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre, y la NOAA pronostica un 40% de probabilidad de una temporada casi normal, un 30% de probabilidad de una temporada superior a lo normal y un 30% de probabilidad de una temporada inferior a lo normal en número de eventos.
Después de tres temporadas con un fenómeno atmosférico llamado La Niña, la NOAA predice que este verano (boreal) se desarrollará El Niño, que tiene un efecto supresor sobre la actividad de los huracanes.
Pero esto podría compensarse con condiciones más localizadas favorables para los huracanes, como un monzón de África occidental por encima de lo normal, “que produce ondas africanas del este y genera algunas de las tormentas atlánticas más fuertes y duraderas”.
Mientras tanto, las temperaturas más cálidas de lo normal en la superficie del océano Atlántico tropical y el mar Caribe agregan más energía a las tormentas en desarrollo.
En 2022, el huracán Ian devastó Florida, matando a docenas y causando más de 100 mil millones de dólares en daños, por lejos el desastre climático más costoso del mundo el año pasado.
En general, el cambio climático está haciendo que los huracanes sean más potentes, ya que se alimentan de superficies oceánicas más cálidas, afirman los científicos.