Los críticos con el presidente estadounidense le echan en cara el caos en la región, desde Yemen hasta Irak pasando por Siria, así como el trato con Irán y las relaciones con Israel.
El exembajador en Irak James Jeffrey resumió la política estadounidense en la región al señalar: “Nos encontramos de nuevo ante una maldita caída libre”.
Un breve repaso de la situación: en Yemen, los rebeldes hutíes, chiíes, han derrocado al gobierno que apoyaba Estados Unidos, se han hecho con el poder y han paralizado por tiempo indefinido la campaña antiterrorista de los estadounidenses, que además es tan importante para Washington DC.
Primero se vieron obligados a suspender su guerra con drones contra los combatientes de Al Qaeda, y después tuvieron que evacuar a sus comandos especiales al otro lado del mar Rojo, a una base en Yibuti. Hasta hace poco, Washington DC elogiaba a Yemen como ejemplo de la lucha contra los terroristas y ahora ese país está a punto de sumirse en un conflicto civil.
Que el gobierno estadounidense se haya colocado allí del lado de Arabia Saudita, que quiere detener con bombardeos aéreos el avance de los hutíes, coloca a Obama ante un dilema, pues los insurgentes cuentan con el apoyo de Irán, el país que, por otra parte, combate a la milicia terrorista Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, adquiriendo cada vez un papel más importante.
Según una fuente del Pentágono, las informaciones de los servicios secretos estadounidenses están sirviendo a los saudíes para bombardear los puertos por los que Teherán suministra armas a los hutíes.
Irán y EE. UU. son amigos en la lucha contra el Estado Islámico, pero enemigos en Yemen.
Pulso
Con otros ojos completamente diferentes ve Washington DC la ayuda militar de los iraníes a Irak. Durante meses, en la Casa Blanca se ha escuchado que en la lucha en ese país árabe contra el EI no se ha coordinado nada a nivel militar con Irán.
Sin embargo, Estados Unidos ha estado bombardeando posiciones para liberar la estratégica ciudad iraquí de Tikrit de las manos de los yihadistas del EI.
Los milicianos chiíes que participan sobre el terreno en la batalla y que están bajo control directo de los comandantes del ejército iraquí han asegurado que se van a retirar de la lucha en protesta contra el apoyo estadounidense que no han pedido.
Posición ambigua
Así las cosas ¿Teherán es el amigo o el enemigo? Por el momento no se ve una posición clara de Obama al respecto y menos aún se intuye una estrategia a largo plazo. Juega “a los lados de la frontera”, asegura la revista Foreign Policy.
Por una parte, el jefe de la diplomacia de Obama, John Kerry, intenta llevar las duras negociaciones sobre un posible acuerdo con Irán a un final feliz. Ello podría limitar la proliferación de tecnología nuclear peligrosa en una región inestable y allanar el camino para una cooperación en la lucha contra grupos terroristas como el EI y Al Qaeda, o al menos eso es en lo que confían los estrategas.
Un acuerdo nuclear llevará además a Arabia Saudí y a Israel a las trincheras. La ya difícil relación del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con Obama deja intuir que este eje bilateral no podrá procurar una estabilidad en la región en un futuro cercano.
Según estima The Wall Street Journal, a Egipto y los Emiratos Árabes Unidos les preocupa también el silencioso acercamiento iraní-estadounidense. Una actuación por su cuenta de ambos aliados, como ocurrió en agosto en Egipto, es algo que Washington DC no se puede permitir.
El Oriente Medio de hoy recuerda a la Europa del siglo XVII, señala Richard Haass, del “think tank” Council on Foreign Relations. La región está “imbricada en violentos y costosos combates tanto políticos como religiosos que trascienden fronteras y que podrían durar tres décadas o mas”.
A Obama apenas le queda otra opción que ir respondiendo de forma espontánea a la crisis que vaya surgiendo e ir aliándose con cada uno de los actores en la región según convenga. “Es sucio, es contradictoria, es política exterior”, declaró la embajadora en Yemen, Barbara Bodine, al New York Times.
Durante años, el gobierno estadounidense ha tenido que lidiar con las consecuencias de la Primavera Árabe y varias veces le ha sorprendido con el pie cambiado. El sueño de salir medianamente sin roces de las guerras de Irak y de Afganistán es ya agua pasada. Y Barack Obama parece que no puede preparar ningún plan a largo plazo para reaccionar con una postura firme a todos los conflictos que se agravan.
Una fuente del Pentágono señalaba al Wall Street Journal que la situación le recordaba a la Primera Guerra Mundial: “Veo el mapa. Veo los aliados —del Estado Islámico—. Veo todos los combates y me pregunto a qué archiduque van a asesinar para que estalle una gran guerra”.
Inocentes
La Unión Europea pidió a los bandos enfrentados en Yemen que protejan a la población civil y aseguren el cumplimiento de la ley internacional, al tiempo que apuntó a que los hechos de violencia empeoran la ya deteriorada situación humanitaria de ese país.
La vicepresidenta de la Comisión Europea y alta representante para la Política Exterior, Federica Mogherini, pidió a las partes que “aseguren la protección de los civiles y eviten los ataques a las infraestructuras
civiles”.
Al menos 37 personas murieron y otras 80 quedaron heridas el miércoles último en un ataque de la coalición liderada por Arabia Saudí contra una fábrica de productos lácteos en la ciudad de Al Hudeida, en el oeste de Yemen.
Al menos 62 niños han muerto y otros 30 fueron heridos en combates en Yemen en la última semana, informó el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
“Los niños están con una necesidad desesperada de protección y todas las partes en el conflicto deberían hacer todo lo posible por mantenerlos a salvo”, dijo desde Jordania el representante de Unicef en Yemen, Julien Harneis.
Yemen ha visto agravado su profundo conflicto político desde que se han reanudado los enfrentamientos entre el movimiento chií de los hutíes y fuerzas gubernamentales.
El conflicto yemení también ha empeorado desde que el presidente de ese país, Abdo Ranu Mansur Hadi, primero huyera de Saná en febrero último y en marzo se retractara desde Adén de su anterior dimisión y anunciara que continuaba siendo el presidente legítimo de ese país, en oposición a lo dictado por el grupo chií.