Acuerdos individuales con los medios
La manera en la que se desarrolló el caso australiano sirve de modelo: los grandes medios del país presionan a los políticos, que impulsan una nueva ley que obliga a las plataformas de internet a pagar, estas se rebelan de forma sonada -el bloqueo informativo de Facebook- y finalmente llegan a acuerdos individuales con los medios.
Así, justo una semana antes de que el Parlamento de Australia aprobara la ley que obliga a Google y Facebook a pagar a los medios por contenidos, la empresa del buscador llegó a un acuerdo individual con News Corporation, del magnate australiano de la comunicación Rupert Murdoch.
Y justo un día después de que se aprobara la ley, el pasado 25 de febrero, fue la red social la que alcanzó arreglos individuales con tres editores de medios de comunicación del país para pagarles por la publicación de contenidos.
Todos estos acuerdos son privados y no han trascendido las cuantías que se pagarán a los medios, pero, según los detalles filtrados a la prensa, todo indica que se trata de paquetes cerrados de dinero y no de un porcentaje de los ingresos por publicidad, como reclaman muchas de las firmas editoras.
Además de Australia, en los últimos meses, Google ha llegado a acuerdos con publicaciones de Brasil (Diarios Associados), Alemania (Der Spiegel) y Francia, siendo este último el único en el que sí ha trascendido la cifra: serán algo más de €60 millones (US$71.8 millones) los que la firma del buscador pagará a 121 periódicos franceses.
La excepción a la propiedad intelectual
Todas estas disputas entre plataformas y medios emanan del conflicto entre la propiedad intelectual de las empresas periodísticas y dos de los pilares del funcionamiento de internet: la libre circulación de información y el intercambio de enlaces.
“Los derechos de autor existen sobre el texto, pero no sobre los hechos”, explica en una entrevista con Efe Mark Bartholomew, profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Buffalo (EE. UU.) especializado en propiedad intelectual e internet.
“Como la información se supone que debe ser compartida y diseminada de forma gratuita, las cortes mantienen una actitud bastante generosa y solo consideran una violación de los derechos de autor el copiar la historia palabra por palabra”, añade.
Ahí radica precisamente el fondo de la cuestión: cuando un usuario comparte un enlace a una noticia en Facebook, lo que se muestra en la mayoría de casos es el titular y los primeros párrafos, pero no la totalidad del texto.
Lo mismo ocurre en el caso de Google cuando un usuario realiza una búsqueda concreta: en la página de resultados podrá ver únicamente un extracto del contenido.
El problema, para los editores, es que muchos internautas se quedan en esos extractos y nunca llegan a hacer clic sobre el enlace, lo que les supone pérdidas publicitarias al no lograr tráfico en sus páginas, mientras que los intermediarios (Google y Facebook) sí que se lucran por la venta de espacios publicitarios propios.
Bartholomew cuenta que, con las leyes actuales en gran parte del mundo, esto es perfectamente legal, y más aún en países con una legislación como la de EE. UU., donde las plataformas online no son responsables de prácticamente nada de lo que los usuarios compartan.
Un suculento botín
Si la propiedad intelectual constituye el esqueleto del conflicto, la carne la ponen los recientes cambios en los hábitos de consumo de noticias por parte de los usuarios: en EE. UU., por ejemplo, el 86% accede a noticias a través de medios digitales, mientras que solo un 68% se informa por televisión.
“Hace pocos años, la televisión todavía llegaba a tanta gente como los dispositivos digitales, pero ahora ya no, ahora los dispositivos llegan a mucha más gente que la televisión y que cualquier otro medio”, dice a Efe la directora de Investigación sobre Periodismo en el centro de pensamiento Pew Research, Amy Mitchell.
Es más, entre el total de adultos estadounidenses, hay un 14% que únicamente se informa a través de internet, sin consultar ningún otro medio, lo que prácticamente no ocurre en viceversa con los consumidores de televisión, radio o prensa en papel.
Todo ello convierte el control de la publicidad en los medios online en un suculento botín con visos de aumentar todavía más en el futuro, por lo que si Google y Facebook se alzan en sus guardianes de acceso, el poder y los réditos que obtengan irán en detrimento de las empresas editoras.
Aún hay otro elemento perjudicial para los medios mucho menos aparente: el impacto negativo sobre la marca. Un estudio de Pew Research halló que un 68% de estadounidenses piensa o tiene dudas acerca de si Google News produce sus propias noticias, algo que no es cierto.
“Cuando una persona accede a una noticia a través de un enlace, por ejemplo en las redes sociales o en un e-mail, su capacidad posterior para recordar qué medio publicó la historia se reduce a la mitad, en comparación con aquellos que accedieron directamente al portal de noticias”, concluye Mitchell.