“Respirar fue fácil”, le comentó un hermano, Abdulbaki Yeninar, de 21 años, a la agencia local de noticias Ihlas. “Tomamos proteína en polvo”.
El martes, los rescatistas sacaron a Yeninar y a su hermano, Muhammed Enes Yeninar, de 17 años, de entre el cemento y el metal retorcido, uno de los al menos nueve rescates improbables que se han producido durante la semana posterior al terremoto de magnitud 7,8 que derribó ciudades, mató a decenas de miles de personas y desplazó a muchas más en Turquía y Siria.
En la misma ciudad, los equipos excavaron un túnel de casi 5 metros de largo a través de toneladas de paredes, suelos y tuberías que se habían caído para llegar hasta una mujer, en un rescate que fue transmitido en directo por televisión. Y al sur, un equipo de mineros voluntarios se unió a las labores para salvar a otra, lo cual les mereció un homenaje del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien dijo que “nunca desaparecerán de nuestra memoria”.
Los rescates milagrosos sirvieron como momentos positivos poco comunes en uno de los periodos más sombríos en la historia de Turquía, al que Erdogan el martes dijo que había razones suficientes para llamarlo el “desastre del siglo”.
Erdogan informó de una nueva cifra de muertos en su país, 35.418, y Naciones Unidas señaló que habían muerto más de 5500 sirios. Desde que el terremoto devastó la región la semana pasada, millones de personas más en ambos países han sido desplazadas y muchas temen volver a los edificios dañados y tienen dificultades para sobrevivir en refugios improvisados y ante un frío extremo.
Las organizaciones de ayuda suelen hacer todo lo posible por encontrar sobrevivientes en las primeras 72 horas después de un desastre natural, pues con el paso del tiempo disminuye exponencialmente la esperanza de encontrar señales de vida. En la última semana, más de 35.000 equipos de búsqueda y rescate turcos se unieron a miles de trabajadores internacionales para excavar entre los escombros, según AFAD, la agencia de gestión de emergencias de Turquía.
En días recientes, cada vez ha crecido más la desesperación pues las misiones de rescate se han convertido en unas de reconstrucción, una crisis humanitaria ha ido tomando forma y algunas ciudades sirias muy afectadas y de difícil acceso lamentaron haber quedado en el olvido.
El martes, cuando el número total de muertos tanto en Siria como en Turquía superó los 40.000, las autoridades turcas arrestaron a más contratistas sospechosos de haber realizado obras de construcción de mala calidad que violaban el código de edificación.
Los críticos de Erdogan, quien busca defender su respuesta frente al desastre, llamaron la atención sobre unos videos que lo mostraban alabando algunos de los proyectos de viviendas que se derrumbaron y enterraron a personas. Además, la policía turca detuvo a muchos usuarios de redes sociales acusados de difundir mensajes que inducían al pánico.
Sin embargo, cuando el Departamento de Defensa Nacional de Turquía y las televisoras nacionales compartieron imágenes de los rescates, se celebraron los escasos destellos de buenas noticias.
En la ciudad de Adiyaman, al sureste de Turquía, los rescatistas, con cascos y chalecos de color rojo y amarillo, contrastaban considerablemente con la piel y el pelo cubiertos de polvo de un joven al que intentaban liberar de los escombros.
Después de desenterrar al hombre, identificado por las agencias de noticias estatales como Muhammed Cafer Cetin, de 18 años, le colocaron un suero vía intravenosa, le pusieron una máscara de oxígeno y lo envolvieron en una resplandeciente manta de supervivencia.
Luego, por encima de los escombros en los que había estado sepultado, lo trasladaron con delicadeza en una camilla hasta una ambulancia que esperaba para llevarlo al hospital. Su estado no fue precisado de inmediato. Otro hombre, Ramazan Yucel, de 45 años, también fue rescatado en la provincia, según la agencia estatal de noticias Anadolu.
Una vez que por fin fueron liberados, los hermanos Yeninar salieron exhaustos de entre los escombros, con los ojos cerrados y los brazos amarrados a camillas, mientras los rescatistas vestidos con uniformes militares y chalecos brillantes se los llevaban, en Kahramanmarash, cerca del epicentro del terremoto.
Desesperados por recibir buenas noticias, los trabajadores se abrazaron y vitorearon cuando los hermanos se fueron al hospital, donde les explicaron a los medios informativos cómo habían sobrevivido.
Los rescatistas habían sacado a su madre de entre los escombros dos días antes, también con vida, y estaba recibiendo tratamiento en un hospital de la ciudad de Kayseri por lesiones en las piernas, dijeron.
En la misma ciudad, el servicio estatal de noticias, la Agencia Anadolu, transmitió en directo el rescate de Aysegul Bayir, de 35 años, a una audiencia turca fascinada. Los televidentes vieron cómo los equipos de rescate excavaban un túnel de casi 5 metros a través de las ruinas para llegar a ella.
En la misma ciudad en ruinas, Muharrem Polat, de 32 años, y su esposa, Hadiyet Polat, salieron de entre los escombros después de 203 horas. En Antioquía, un equipo de mineros voluntarios de la provincia septentrional de Zonguldak encontró a Emine Akgul, de 26 años, y la puso a salvo, según la cadena estatal TRT. Otra mujer fue rescatada en la ciudad de Antioquía, en la provincia de Hatay, 204 horas después del sismo.
Erdogan elogió a los mineros: “Los túneles que excavaron, para sacar a nuestros ciudadanos, son hazañas realmente extraordinarias”.
Aunque las imágenes de los sobrevivientes, extraídos de las ruinas entre aplausos, infundieron ánimo en los rescatistas que se habían abierto a través del cemento helado durante días y alentaron a una población en duelo, lo más probable es que los rescates fueran una dosis efímera, y tal vez final, de ese tipo de noticias.