Ese mismo día, Charamsa, alto funcionario del Vaticano y teólogo de 43 años, declaró públicamente su homosexualidad y presentó a la Prensa a su compañero con quien vive ahora en Barcelona , España, generando un gran escándalo en el Vaticano.
Esto le conllevó la suspensión por parte de la Iglesia Católica de Polonia que le impide oficiar y administrar misa y también usar sotana.
“Si la salvación que la iglesia ofrece no respeta la naturaleza de los homosexuales, yo rechazo esta salvación”, asegura en su misiva.
En ella se propone ayudar a los homosexuales para “despertar esta iglesia dormida, farisaica e hipócrita, petrificada en sus doctrinas inhumanas, sin misericordia ni caridad, una iglesia que sólo sabe perseguir y destruir la vida de millones de gays que son personas espirituales”, asegura.
“La iglesia los ha hecho leprosos excluidos, como si los hombres pudieran escoger su propia orientación sexual: heterosexual u homosexual”, afirmó.
“Yo mismo, hombre de orientación homosexual, no puedo continuar soportando el odio homófobo de la iglesia, la exclusión, la marginación o la estigmatización de las personas como yo”, prosiguió.
Además, reclama al Vaticano “dejar de sembrar el odio contra aquellos que quieren vivir en paz y amor” y llama a todos los cardenales, obispos y curas homosexuales a “tener el coraje dejar esta iglesia insensible, injusta y violenta”.
Si bien con su confesión Charamsa pretendía influir en la agenda del sínodo de la familia convocado por el papa Francisco para actualizar su doctrina, el tema de la homosexualidad fue abordado muy brevemente en el documento final aprobado el pasado domingo.
Le dedican un solo párrafo de un total de 94 donde reiteran que la iglesia “respeta” a los homosexuales, condena toda “injusta discriminación” y se opone al matrimonio de personas del mismo sexo.