De pie a su lado, Ivanka Davydenko, de 29 años, quien estaba enfundada en un uniforme azul con la palabra “Psicólogo” en amarillo en ambos lados, colocó con delicadeza su brazo sobre la espalda de la mujer.
Le dio un vaso de papel con agua y le preguntó en qué podía ayudarle. El hijo de la mujer vivía en el piso 18 de ese edificio, según explicó, y no contestaba el teléfono. Casi todo ese piso había desaparecido.
“Ayudamos a las personas porque se encuentran en estado de shock y no siempre saben qué necesitan en ese momento”, explicó Davydenko. “Les ofrecemos cosas banales, como agua, café o una frazada”.
Davydenko pertenece a un pequeño equipo del Servicio Público de Emergencias de Ucrania cuya tarea es brindar primeros auxilios psicológicos en momentos de crisis en la capital, Kiev. Llegó unos minutos después de que, en la mañana del 24 de junio, las defensas aéreas ucranianas destruyeron unos misiles rusos lanzados contra la ciudad y los fragmentos salieron disparados hacia distintos apartamentos.
Los ataques de Rusia contra Ucrania han forzado a su personal de emergencia a enfrentar no solo incendios, humo y sangre, sino también los devastadores efectos psicológicos en quienes viven la guerra. Algunos expertos en salud pública advirtieron que es probable que millones de ucranianos lleguen a sufrir un padecimiento mental debido a la invasión, y que ese número seguirá en aumento mientras continúen los días de bombardeos, violencia y aflicción.
Por este motivo, el personal de emergencias de Ucrania no solo está integrado por bomberos, paramédicos y policías, sino también por psicólogos, como Davydenko, capaces de ayudar a los residentes a lidiar con los efectos inmediatos del impacto o con otras necesidades cruciales en el cuidado de su salud mental.
En otras ciudades hay equipos similares, pero en vista del horror que causa la constante lluvia de misiles rusos en la capital, es posible que el equipo de Kiev sea el más ocupado.
“Antes, solíamos responder a emergencias graves o de gran escala, como una explosión de gas, o si era necesario evacuar a un gran número de personas”, comentó Liubov Kirnos, la líder de la unidad de Kiev. “Al principio de la guerra, trabajábamos todo el tiempo… no abandonábamos la ciudad”.
Al igual que otro personal de emergencias, los psicólogos están de guardia. Cuando ocurre un ataque, un centro de coordinación envía de inmediato al lugar a un equipo.
Ahí, el panorama que suelen encontrar los psicólogos es de personas llorando, paralizadas por la impresión o perturbadas.
“Cuando nos aproximamos a una persona, le preguntamos: ‘¿Qué necesita en este momento? ¿Cómo se siente ahora?’”, explicó Kirnos. Algunas personas solo les piden a los psicólogos que no se alejen por un tiempo. “En ocasiones, están esperando que alguien saque de entre los escombros a sus familiares”, afirmó.
Esa era la situación el 24 de junio en el caso de la madre a la que Davydenko estaba atendiendo. La psicóloga caminó con ella mientras revisaba una lista de las personas trasladadas a hospitales o desaparecidas.
Por desgracia, mientras caminaban, un bombero le informó en voz baja que no quedaba nada en el piso 18, donde vivía el hijo de la mujer.
Los residentes dormían cuando los fragmentos causados por el ataque abrieron un boquete en el edificio antes del amanecer. El cuerpo de por lo menos dos víctimas, además de objetos de metal retorcidos, material aislante y trozos de muebles, salieron disparados y se dispersaron en el estacionamiento que estaba debajo.
Decenas de personas se quedaron de pie, paralizadas, según el relato de Davydenko; varias habían visto cuerpos sin vida y otras estaban heridas, pero no habían hecho conciencia de por qué estaban sangrando.
Davydenko y otro colega en el lugar ayudaron aproximadamente a 45 personas en las siguientes 12 horas.
Iryna Kuts, de 62 años, se acercó con su hija a Davydenko, ambas todavía temblorosas por la conmoción, para pedirle agua y preguntar si podía hablar con ellas un momento.
Según la descripción de Kuts, se despertó con un sobresalto en su apartamento del piso 19 y se percató de que su habitación se llenaba de humo.
“Solo nos abrazamos y pensamos que íbamos a morir de asfixia”, comentó. A fin de cuentas, lograron bajar las escaleras con ayuda de algunos policías, pero revisaban las ruinas de su edificio de apartamentos en total estupor.
Alguien llevó al lugar a una joven que vestía una camiseta blanca y había estado deambulando en llanto por el estacionamiento. El padre de la mujer, residente del edificio, había sobrevivido el ataque… pero se negaba a salir.
“No te preocupes, todo va a estar bien”, le dijo Davydenko, mientras la asía del brazo, y añadió que los bomberos ayudarían a su padre a salir. “Pero no puedes ir allí… nadie puede”.
Esperó hasta que por fin salió el padre y la joven lo abrazó, sin parar de llorar.
No todos tuvieron la fortuna de reunirse así. Más tarde ese día, Davydenko acompañó a la madre, que había estado buscando a su hijo con su esposo, a examinar los restos de un cuerpo terriblemente mutilado.
Todavía no tenían confirmación oficial del análisis de ADN, pero era muy probable que se tratara de los restos de su hijo, explicó la psicóloga.
Al día siguiente, personal público confirmó que cinco personas habían muerto a consecuencia del ataque.
Expertos en servicios de salud como Jarno Habicht, director de la oficina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ucrania, han advertido acerca de los extensos efectos a largo plazo de la guerra en la salud mental. En una entrevista, indicó que, según los cálculos, es probable que unos 10 millones de personas desarrollen algún tipo de trastorno mental debido a la invasión de Rusia.
Añadió que lo más probable es que las cifras de la OMS, basadas en un análisis de los efectos que han tenido otros conflictos en la salud mental, aumenten si se prolonga más la guerra. Los padecimientos inducidos por el estrés, como la ansiedad y la depresión, son los que más les preocupan a los expertos.
La clave para abordar los problemas de salud mental en Ucrania, en opinión de Habicht, “es no esperar hasta que termine la guerra”.
Se han puesto en marcha unos cuantos programas para ayudar a los ucranianos, entre ellos el encabezado por Olena Zelenska, la primera dama, cuyo objetivo es poner servicios de cuidado de la salud mental de alta calidad y asequibles a disposición de personas de todo el país.
El Ministerio de Salud de Ucrania, la OMS y más de doce organizaciones más también arrancaron un programa para darles capacitación a los médicos de cuidados primarios sobre técnicas para tratar a pacientes con depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, conductas suicidas y drogodependencia.
Sin embargo, el objetivo de programas como el equipo de emergencias de psicólogos es ofrecer una intervención temprana en momentos de crisis.
“Si no se trata de inmediato el estrés, puede convertirse en estrés a largo plazo y, más adelante, dar paso al trastorno de estrés postraumático”, señaló Kirnos. “El propósito es ayudar a las personas a tener clara esta idea: ‘Estuviste en peligro, pero ahora estás a salvo’. Si esto no se hace de inmediato, la gente puede quedarse estancada en ese estado”.