Los yihadistas, que se apoderaron el jueves de Palmira, entraron el mismo día en el museo y “rompieron réplicas de yeso que representan la vida en la era prehistórica”.
Luego “volvieron el viernes, cerraron las puertas y colocaron ante ellas a guardias”, añadió en conferencia de prensa en Damasco, citando testimonios de habitantes de Palmira.
La mayoría de las antigüedades del museo fueron sacadas y llevadas a Damasco antes de que el EI tomara el control de Palmira.
“No queda casi nada en el museo”, ubicado en la ciudad, fuera del sitio arqueológico de Palmira, agregó Abdelkarim.
“Hemos enviado progresivamente piezas antiguas a Damasco, pero hay enormes piezas como los sarcófagos, a la entrada del museo, que pesan de tres a cuatro toneladas y que no podemos mover. Es eso lo que nos preocupa”, añadió.
Por otra parte, el responsable dijo que “no ha habido movimientos del EI en el sitio arqueológico”, y expresó el deseo de que los yihadistas “no repitan las mismas destrucciones que cometieron en Irak” en los sitios arqueológicos.
Abdelkarim también urgió apoyo de la comunidad internacional “para salvar” Palmira.
Joya en el desierto
La antigua ciudad de Palmira es famosa por sus columnas romanas, sus templos y sus torres funerarias, vestigios de un brillante pasado.
Situada a 210 kilómetros al noreste de Damasco, la “perla del desierto”, fue inscrita por la Unesco como patrimonio mundial de la humanidad y es un oasis cuyo nombre apareció por primera vez en una tablilla hace cuatro mil años, y que fue lugar de tránsito de las caravanas entre el Golfo y el Mediterráneo, así como una etapa en la Ruta de la Seda.