La inmunidad de grupo es el nivel de inmunidad poblacional a una enfermedad que hace que su propagación disminuya y se detenga, incluso después de relajar todas las medidas preventivas, porque no hay suficientes personas nuevas para infectar. Si este umbral no se supera, puede comenzar una segunda ola de infección en cuanto se levanten las restricciones.
Determinar ese porcentaje para la COVID-19 sería fundamental, pero hay muchas circunstancias implicadas en su cálculo.
La ecuación de la inmunidad de grupo se define como hc = 1 – 1/R₀, donde R₀ es el número de reproducción básico, esto es, el número promedio de nuevas infecciones causadas por un individuo infectado típico durante la etapa temprana de un brote en una población totalmente susceptible a la infección.
Si revisamos los datos de España, podremos recordar también que el valor R₀ varía con las circunstancias y con el tiempo.
Supongamos, de acuerdo con la Figura 1, un R₀ de 2 para el SARS-CoV-2. Eso significa que cada persona infectada infecta, en promedio, a otras dos. En ese caso, aplicando la fórmula, el umbral para la COVID-19 es 0,5 (50 %). En otras palabras, el virus se propagará a un ritmo acelerado hasta que la mitad de la población sea inmune.
Alcanzado ese punto el virus aún se propagará, pero a un ritmo desacelerado hasta que se detenga por completo. Del mismo modo que un automóvil no se detiene en el momento en que el conductor levanta el pie del acelerador, el virus no desaparece en el momento en que se alcanza la inmunidad de grupo. Aunque la cantidad de contagios comience a disminuir, es probable que otra parte de la población se contagie mientras la enfermedad va desapareciendo en otro lugar.
Ese 50 % es también el umbral, sobrepasado el cual se agotarán rápidamente las nuevas introducciones del virus transmitidas, por ejemplo, por un pasajero infectado que desembarca en un aeropuerto de una ciudad con inmunidad de grupo. No significa que no pueda iniciar un brote, pero este no se extenderá.
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Ningún modelo que pretenda reflejar la realidad presentará a las poblaciones humanas como homogéneas, porque en las sociedades humanas hay muchas heterogeneidades que influirán en la transmisión del virus.
Para empezar, todo depende de a cuántas personas contagia cada infectado, un número que puede variar según las circunstancias. Aunque un R₀ = 2 para el SARS-CoV-2 puede ser una media razonable para una gran población, es seguro que variará considerablemente a un nivel más local. La media será mucho más alta en algunos lugares y más baja en otros.
Como R₀ resulta ser una variable, y no un número fijo, la vía a través de la cual las personas adquieren inmunidad también varía, lo que acarrea importantes implicaciones para calcular el umbral de la inmunidad de grupo. Las diferencias en los hábitos sociales hacen que algunas personas tengan más exposición a una enfermedad que otras.
Una persona infectada que viva en un bloque de viviendas puede contagiar a muchas más personas que si estuviera en un entorno rural. Por eso, los datos disponibles indican que el umbral podría ser más del doble en algunos entornos urbanos que el promedio general de un país.
Tampoco es lo mismo la actividad que desarrolle una persona contagiada. Si se trata, supongamos, de un profesional con mucho contacto social (como ocurrió con el personal sanitario no protegido a comienzos de la pandemia), el umbral será más elevado. El porcentaje podría ser bajo siempre y cuando muchas personas usen máscaras y eviten grandes reuniones, o mucho mayor si la gente baja la guardia.
Determinantes biológicos, genéticos y sociales
Las diferencias biológicas y genéticas también juegan un papel en la probabilidad de que las personas se infecten y combatan el virus. Tampoco se puede olvidar la importancia de los determinantes sociales para explicar la salud, tanto de las poblaciones como de los individuos.
Los epidemiólogos se refieren a estas variaciones como la “heterogeneidad de susceptibilidad”. Es decir, las diferencias que hacen que algunas personas tengan más o menos probabilidades de contagiarse. En una pandemia como la actual, esa heterogeneidad tiene implicaciones reales para calcular la inmunidad de grupo. En algunos casos aumentará mucho el porcentaje necesario. Es lo que ha ocurrido en lugares como las residencias de ancianos, cuyos habitantes eran más susceptible al coronavirus que el promedio nacional.
A mayor escala la heterogeneidad generalmente reduce el umbral de la inmunidad de grupo. Según los modelos estándar, alrededor del 60 % de la población española necesitaría vacunarse contra la COVID-19 o recuperarse de la enfermedad para reducir la velocidad de propagación hasta detenerla. Si el 60 % de la población estuviera inmunizada, el coronavirus que intentara pasar de una persona a otra fracasaría en seis de cada diez intentos y acabaría siendo uno más de los muchos agentes infecciosos que el mundo ha conocido.
Algunas investigaciones recientes han intentado cuantificar la heterogeneidad. En junio, la revista Science publicó un estudio que estimó el umbral para la COVID-19 en un 43 % en poblaciones amplias. Otro estudio, que adopta un enfoque diferente para estimar las diferencias en la susceptibilidad, estima que podría bastar con un 20 % de población inmunizada.
Sea cual sea ese porcentaje, aun en el escenario más bajo (20 %), el tercer y último informe sobre seroprevalencia publicado el pasado lunes demuestra que seguimos estando muy lejos.
El porcentaje (5,2 %) apenas ha variado en las tres entregas de las que consta el estudio y confirma que, pese al gran impacto de la pandemia en España, estas cifras no son altas.
No parece posible que alcancemos este umbral sin una vacuna eficaz y disponible a gran escala. Para eso queda más de un año, en el mejor de los casos.
En definitiva, la única forma de escapar verdaderamente de la pandemia de COVID-19 es lograr la inmunidad de grupo a gran escala, en todas partes, no solo en un pequeño número de lugares donde las infecciones han sido más altas.
Mientras tanto, la incertidumbre sobre el umbral adquirido naturalmente para evitar la propagación del virus y reducir el valor R₀ tanto como sea posible, solo deja un camino a seguir: el distanciamiento, las mascarillas, las pruebas y el rastreo de contactos en todas partes. Así que calma y paciencia.
Manuel Peinado Lorca, Catedrático de Universidad. Departamento de Ciencias de la Vida e Investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá and Luis Monje, Biólogo. Profesor de fotografía científica, Universidad de Alcalá
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