En el estudio, basado en reportes y estadísticas en su mayoría correspondientes al 2015 y el 2016, se afirma que el istmo “ha dejado de ser un lugar de tránsito de la droga, para convertirse en un lugar protagonista de la acción de los carteles mexicanos”.
Centroamérica, y en especial el conocido como “Triángulo Norte” (Guatemala, Honduras y El Salvador), es al día de hoy “escenario de disputas despiadadas por las rutas de la droga y lugares apreciados para el almacenamiento de armas y droga” de acuerdo con el análisis.
El Salvador, 105
Honduras, 63.7
Guatemala 34.99
Las pandillas, indica el texto, hacen los “trabajos sucios” de los cárteles a cambio de que éstos las ayuden a distribuir el “narcomenudeo” (venta de drogas al por menor) y a comercializar mercancías ilegales como coches de alta gama robados.
A diferencia de los cárteles mexicanos, las maras son organizaciones con una jerarquía más horizontal y menos definida, que tienen un objetivo más “identitario” y menos económico y que están formadas principalmente por jóvenes que proceden de familias desestructuradas, según el estudio difundido por el IEEE.
La alianza entre los cárteles y las maras centroamericanas, establecida principalmente en las cárceles, de acuerdo al informe, ha provocado que esta zona sea una de las más peligrosas del mundo.
Según datos de la ONU citados por el IEEE, El Salvador registró en el 2015 una tasa de homicidios de 105 por cada cien mil habitantes, “la mayor del mundo en un país no en guerra” , mientras que las tasas de Honduras y Guatemala ascendieron a 63,75 y 34,99 homicidios por cada cien mil habitantes, respectivamente.
Las pandillas que más relación tienen con los cárteles mexicanos son la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 (B-18) , cuyos tentáculos se extienden a toda Centroamérica, México, Estados Unidos e incluso Europa, de acuerdo al informe.
Para acabar con esta lacra social, el estudio recomienda medidas económicas y sociales “enfocadas a la lucha contra la pobreza y a la prevención de la violencia” y apoyadas por la comunidad internacional.
“La políticas represivas por sí solas ya han mostrado no ser efectivas; tampoco lo han sido los intentos de tregua como el que se vivió en El Salvador en el 2013, que solo sirvió para que los mareros la aprovecharan para reorganizarse” , concluye el documento.