Los gustos cambian
Según un sondeo del instituto Gallup Korea, sólo el 20% de los hombres veinteañeros comió perro en el 2015, contra 50% de los cincuentones o de los sexagenarios.
El país aprecia cada día más a los perros como animales de compañía, lo que contribuye a reducir la demanda de carne canina.
El año pasado, la HSI salvó a 225 perros y cerró cuatro criaderos como parte de una política “constructiva” para erradicar el sector. La mayor parte de ellos acabaron en Estados Unidos o en Canadá para ser adoptados.
Según un sondeo, sólo el 20% de los hombres veinteañeros comió perro en el 2015, contra 50% de los cincuentones o de los sexagenarios.
El año pasado, la HSI salvó a 225 perros y cerró cuatro criaderos como parte de una política “constructiva” para erradicar el sector.
La mayor parte de ellos acabaron en Estados Unidos o en Canadá para ser adoptados.
Las autoridades pagan hasta US$60 mil, en función de la cantidad de perros, por el cierre definitivo de estos negocios.
Las autoridades pagan hasta 60.000 dólares, en función de la cantidad de perros, por el cierre definitivo de estos negocios para permitir lanzar una actividad más “humana” como la producción de arándanos o de pimientos verdes.
Con sus operaciones muy mediáticas, la HSI intenta sensibilizar a la opinión pública sobre la crueldad de estas granjas y “abrir un diálogo” con las autoridades surcoreanas, explica Andrew Plumbly, a cargo de esta campaña.
Juegos Olímpicos como trampolín
Corea del Sur se prepara para acoger los Juegos Olímpicos de invierno de 2018, una ocasión más para militar en favor de cambios, afirma.
“Los proyectores apuntan en parte hacia el mercado de la carne de perro (…) -adelanta- Esperemos que reaccionen de forma constructiva” .
Las autoridades surcoreanas son conscientes del rechazo que provoca esta industria. En 1988 ya cerraron los restaurantes de carne de perro de Seúl con motivo de los Juegos Olímpicos de verano.
Gong se lanzó hace diez años en el negocio casi por casualidad, después de varios fracasos en otros sectores, y “nunca se ha sentido orgulloso” de ella.
Además no era rentable. En un año solía vender 200 perros a un precio promedio de 200 dólares que le aportaban unos ingresos brutos de alrededor de 40.000 dólares.
“Me di cuenta de que los perros serían mucho más felices si cambiaba de opinión” , cuenta mientras el suyo, Snow, se pasea entre las hileras de jaulas llenas de animales a punto de irse.
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En Corea del Sur no hace falta un permiso para abrir un criadero de perros destinado a las carnicerías. Las autoridades sólo verifican el tratamiento de los desechos y que no cause molestias entre el vecindario, afirma Gong.
Cuando se le pide que compare la vida de Snow con la de los otros perros, Gong lo tiene claro: “Es la diferencia entre el paraíso y el infierno”.