“La pérdida será equivalente a un 1.4 por ciento del PIB mundial (de 2030), o al actual producto interior bruto (PIB) del Reino Unido”, comparó Saget, quien subrayó que sectores como la agricultura o la construcción, donde se suele trabajar en el exterior, serán de los más afectados.
“Se trata de una estimación muy conservadora, que toma en consideración un incremento de temperatura de 1.5 grados hasta finales de siglo, así que se trata del ‘mejor’ escenario posible”, añadió Maitre en declaraciones a Efe.
El estrés térmico se produce cuando el cuerpo humano alcanza el límite de calor que puede soportar sin padecer degradación fisiológica y, por lo general, ocurre a temperatura ambiente superior a los 35 grados en condiciones de elevada humedad.
“Es básicamente cuando hace demasiado calor para trabajar, o al menos para hacerlo con alta intensidad”, simplificó Saget para explicar que este estrés reduce la capacidad laboral y además supone un riesgo para la salud del empleado porque en casos extremos puede causar insolaciones que pueden llegar a ser mortales.
En el estudio se prevé que las regiones más afectadas por este problema sean aquéllas en las que los trabajadores son ya actualmente más vulnerables, como África Occidental y Asia Meridional, por lo que el fenómeno puede contribuir a una mayor desigualdad económica y de desarrollo en el planeta.
Ocho de los 10 países que se espera resulten más afectados en términos relativos por el estrés térmico laboral son del grupo de naciones menos desarrolladas: Benin, Burkina Faso, Camboya, Chad, Sierra Leona, Sudán, Togo y Níger.
En el sector agrícola las más afectadas serán las mujeres, que constituyen la mayoría de los trabajadores de los cultivos de subsistencia en zonas pobres, mientras que en la construcción serán los hombres los más perjudicados, alerta el informe.
“Cabe esperar un aumento de la disparidad entre los países de menor y mayor nivel de ingresos, un empeoramiento de las condiciones de trabajo de las personas más vulnerables, y desplazamientos de población”, explicó Saget.
Para hacer frente al desafío, la OIT recomienda la puesta en marcha de políticas a escala nacional que incluyan infraestructuras adecuadas contra el calor, sistemas de alerta temprana para hacer frente a los fenómenos térmicos, y una mejor aplicación de las normas internacionales de seguridad y salud laboral.
“No hemos calculado cuánto costaría esa inversión, pero cuando se prevén pérdidas de unos 2.3 billones, se ve como una buena opción para mitigarlas”, subrayó Maitre.
En todo caso, empleadores y empleados también deben asumir responsabilidades en este problema y sus soluciones, e incluir este punto de vista en el diálogo social, recomendó la OIT en las conclusiones de su informe.
En éste deben negociarse adaptaciones de horarios de trabajo, cambios de uso de vestimenta y equipamientos, establecimiento de lugares situados en zonas de sombra y la designación de ciertos recesos en la jornada laboral, destacó el organismo con sede en Ginebra.
El estudio se presenta en medio de una de las mayores olas de calor en Europa Occidental y del Sur de los últimos años, que ha obligado a los países de la región a tomar medidas de prevención para intentar evitar que la salud de sus ciudadanos se vea gravemente afectada por las altas temperaturas.
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